Capitulo 8

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Capítulo 8

-Capitan Eric, debéis ponernos al tanto de las últimas novedades del frente
-exigió el coronel Holbrook del otro lado de la mesa del que se hallaba Sungmin-.
¿Cómo les está yendo a nuestros muchachos contra esos franchutes?
Sungmin suspiró con alivio. A lo largo de la cena, Jungmo lo inspeccionó cual alto
juez de la corte, mientras el llanamente cautivaba a sus colegas y ponía a prueba su
decisión de enviarlo de vuelta a casa. Pero a Sungmin ya no le quedaba nada más que
contar con respecto al último grito de la moda francesa.
-Bien -el capitán frunció el ceño-, nuestro último triunfo fue sobre la región
de Milán. El general Onew estaba decidido a ocupar la sólida cabecera del puente
cerca de Cassano, ¡y aplastó al mariscal de Vendóme!
-¡Por nuestra primera victoria en Milán! -brindó el señor Greyson, y los
hombres alzaron las copas de vino.
-Insisto en decir que este sujeto, Onew, no es malo, aunque sea francés -dijo
Holbrook.
-Austriaco -sostuvo Greyson-. El general Onew es austriaco.
El capitán Eric meneó la cabeza.
-Es mitad coreano, mitad francés.
-La madre era sobrina del cardenal italiano Mazarino -recordó Sungmin en voz
alta-, pero el padre era un príncipe coreano. El duque de Saboya de Turín es primo
hermano del general Onew.
Un manto de silencio cayó sobre la larga mesa. Un noble refinado que expresara su
opinión política públicamente era una gran faux pas y estaba muy lejos de las normas
comúnmente aceptadas. Sungmin expresó un gemido internamente. Si esta gente se
enteraba por el chismorreo de los sirvientes de que había un pirata en su alcoba, se
desencadenaría un escándalo que llegaría hasta Yorkshire, y Dellamore enviaría
media flota a recogerlo y desde ese instante el perdería todo tipo de libertad. Para
evitar otro desliz de su lengua, probó el pastel que había de postre. El alcalde se
aclaró la garganta.
-Damas y caballeros, estáis todos invitados al baile que ofreceré mañana por la
noche. Ahora, además de celebrar la llegada del culto nieto del duque de
Dellamore, estaremos celebrando esta victoria y muchas más venideras. Por favor,
compartid conmigo otro brindis para felicitar a nuestros muchachos: Marlborough y
Onew, y por la valiente tropa que dirigieron en el Continente. ¡Que Dios los bendiga
y los mantenga a salvo! -El brindis fue aceptado enérgicamente.
-En qué sangrienta plaza de toros se ha convertido Milán -se lamentó
Greyson-. Cuando los Lobo estaban en el poder, Milán era invencible. Los duques
Sforza eran feroces guerreros, y los Visconti sagaces hasta el extremo. Durante siglos,
estas familias unidas provocaron escalofríos en los corazones de sus príncipes
semejantes.
Sungmin mordió el tenedor. Ten cuidado siempre con el Lobo. ¿Qué era lo que su
pirata tenía en común con las dinastías de la realeza de Milán que había dejado de
existir hacía siglos? Se preguntaba si tanto Eros como su hermana ya se habrían
marchado. Si tan siquiera dejaran de hablar incoherencias, el podría llegar a tiempo
para despedirse...
-Si Onew derrota a Vendóme en Milán, ¡quizás podamos ganar esta maldita
guerra, después de todo! -proclamó el viejo coronel, con las mejillas escarlatas
testigo de la cantidad de vino ingerida.
-¡Jonathan Holbrook, controla tu ingobernable lengua! -Lo regañó el
esposo-. Hay nobles presentes. Ya es suficiente con que nos sometas a tus discursos
de mal gusto. Me niego a soportar este tipo de lenguaje con el que tengo que sufrir en
la privacidad de nuestro hogar. Mi estimado señor Gryeson -se dirigió al noble
que tenía a su lado-, insisto en que dejemos a estos belicistas con sus puertos y sus
cigarros y comamos el pastel en el salón contiguo. No soporto escuchar ni una
palabra más acerca de esta horrible guerra - Con los labios fruncidos, se puso de pie
forzando a los hombres a hacer lo mismo y los esposos y esposas a seguirlo-. Vamos. Dejémoslos con sus temas y pasémoslo mejor por nuestra propia cuenta.
Buenas noches, caballeros.
Las esperanzas de Sungmin de escabullirse para ir arriba quedaron truncadas y
tuvo que quedarse una hora más hasta que Jungmo lo rescató y ambos despidieron a
los invitados. Subieron en silencio. Hecho un manojo de nervios, Sungmin esperaba que él
abriera la puerta y le diera las buenas noches. No obstante, para desilusión suya, Jungmo lo
siguió y entró al aposento. El vestíbulo estaba a oscuras; había un reflejo de la luz de
la luna proyectado como un parche sobre la alfombra. Los ojos de Sungmin volaron en
dirección a la puerta de la alcoba. No se veía luz por debajo. La frustración se
apoderó de el. Eros se había marchado.
-Si insistes en mantener a tu pirata en estos aposentos, al menos permíteme
asignarte otro.
Sungmin dejó caer el chal de seda sobre el sofá.
-Él no es mi pirata, Jungmo.
-¿Estás enamorado de él, Min?
Esa pregunta le entumeció el cerebro. Luego, con el mejor aire horrorizado le
dijo:
-¡Dios Santo! ¡El hombre es un rufián despreciable, más bajo que un lacayo de
mala muerte! -E inteligente e interesante, y Sungmin deseaba tenerlo ahí en ese momento
en lugar de Jungmo, a quien estaría unido por el resto de su vida-. Tal vez deberíamos
reconsiderar nuestro compromiso matrimonial. Podríamos estar cometiendo un
terrible error.
-¿Por qué? ¿Porque dije que enviaría a tu pirata a la horca? Prometo que no lo
haré colgar hasta que sane. Pero no puedes considerar seriamente romper nuestro
compromiso, Min. ¡Me rompería el corazón!
-Sólo afectaría tu orgullo. Aún tengo que descubrir algún indicio de que
sientes afecto hacia mí. Yo creo que ya te lo gastaste todo en Victoria -Hacerlo colgar
cuando sane...
-Sí que estoy interesado en ti, Min, entrañablemente. Tenemos mucho en
común y una amistad sólida. No veo por qué nuestro matrimonio no vaya a ser un
éxito.
-¡Pues yo sí lo veo! Tal vez la amistad sea suficiente para ti, pero para casarse
hace falta más, mucho más. Tendría que haber momentos de afecto, y sentimientos
que fluyan tan hondo como el alma de uno. Tendría que haber deseo y excitación. ¡Lo
que tú describes es tan emocionante como un caldo frío!
Jungmo abrió la boca, pero Sungmin tenía más que decir:
-Siempre he sido el niño dócil que se quedaba en casa mientras tú ibas a
atender tus negocios. Para ti soy tan puro como la nieve para amar de lejos, pero
nunca alguien... deseable -agregó de manera incómoda. Él ni siquiera había
intentado besarlo. Antes Sungmin asumía que era bien educado. Pero ahora sabía el
verdadero motivo: falta de interés. Sungmin recordaba un viejo dicho francés de madame
de Montespan: "La mayor ambición de un esposo es inspirar amor a su hombre". Con Jungmo el
claramente había fracasado. De forma impulsiva dijo-: Bésame, Jungmo. Bésame -Si el
beso de él resultaba ser la mitad de ardiente que el de Eros, quizás reconsideraría que
se dieran una segunda oportunidad.
El vizconde palideció. Luego, con vacilación, le posó los labios. Cerrando los
ojos, Sungmin se concentró en la sensación de su boca. Agradable, pensó, pero no había
nada de interesante en ese beso, lo cual atentaba contra el objetivo del experimento.
Él se mostraría como un caballero y eso no funcionaría. Sungmin se adelantó un paso de
manera audaz y le ofreció la boca abierta.
Jungmo apartó la boca de golpe. Sungmin se quedó helado, sintiéndose avergonzado
y torpe. ¿Qué había hecho de malo? No obstante, Jungmo no juzgó que fuera necesaria una
explicación. Abrió la puerta y se marchó.
Sungmin se quedó de pie solo en la oscuridad. Pensó en encender una lámpara,
pero no sentía deseos de encontrar su imagen reflejada en el espejo. Había visto
estatuas de mármol con más alma que el aspecto de un recatado hombre de hielo que
el parecía tener. ¿Qué había en el para amar? ¿Qué para besar? Sin duda, Jungmo se
mostraba reacio. No había nada sensual en el que pudiera excitar a un hombre. El
no era como la fogosa Victoria. Era un cisne frío de Yorkshire. Ni siquiera
merecedor de un beso.
Sollozando en silencio, se percató de una sensación extraña: estaba siendo
observado. Alzó la cabeza. Una silueta de hombros anchos, delineados por la luz de
la luna, estaba apoyada en la pared de modo casual.
-¡Todavía estás aquí! -exclamó Sungmin. Estaba tan encantado de verlo que le
llevó un instante darse cuenta de que... ¡quizás Eros debía de haber presenciado
aquella escena de pesadilla con Jungmo! ¿Lo habría escuchado decir que él era un
pirata despreciable? ¿Habría visto a Jungmo despreciando su beso?
Eros se apartó de la ventana y se dirigió hacia el. Los rayos de luna se
derramaban sobre su estructura alta y escultural, delineando la cabellera suelta. Se
detuvo frente a el:
-Ven aquí.
Sin dudarlo, caminó hacia su abrazo. Su boca reclamaba la de el, desterrando
de su cabeza toda idea de ser alguien indeseable, y de nuevo estaba encendido,
ardiendo en carne viva. Kyuhyun movía los labios de manera hambrienta y posesiva,
inclinándose para fundirse con sus acorazados labios. Sungmin sentía un calor y un
estremecimiento al mismo tiempo, embriagado por el beso, por la pasión
abrumadora y por el olor del cuerpo masculino semidesnudo.
Eros le suspiró el oído diciéndole:
-Te desidero, Sungmin.
Esas palabras sensuales le nublaron la mente. No era necesario hablar un
italiano fluido para comprenderlo: él lo deseaba. Sungmin se puso de puntillas y lo rodeó
con los brazos.
-Me alegra que te hayas quedado.
-Te ves hermoso entre mis brazos a la luz de la luna, amore. Te secuestraría y
juntos exploraríamos las maravillas del mundo.
Sin estar seguro de qué debía deducir de aquella vaga propuesta, Sungmin susurró:
-¿A dónde me llevarías?
-El Mar Arábigo baña una secreta costa lejana donde las perlas son tan
abundantes como los granos de arena -Su voz sonaba profunda y seductora-. En
Marruecos hay una pequeña ciudad llamada Agadir, con playas tan blancas como la
nieve y con las puestas de sol púrpura más atípicas que jamás hayas visto.
-Jamás he visto una puesta de sol de color púrpura. Para ser absolutamente
sincero, no he viajado demasiado.
-Deberías. Uno apenas tiene experiencia en la vida hasta que conoce el mundo.
-Yo quiero hacerlo, más que ninguna otra cosa. Aunque creo que eso está
bastante fuera de mi alcance.
-¿Por qué? No eres un niño. A mi entender, ya pasaste los veintiún años de
edad: no hay motivos para que no cumplas tus sueños, Sungmin. La vida es demasiado
corta para perder el tiempo lamentándose.
Él tenía mucha razón, pero... como si fuera así de fácil. Sungmin deslizó las manos
por el pecho desnudo y musculoso.
-¿Es cierto que te criaste en la kasba de Argel?
Él meneó la cabeza negativamente.
-No exactamente, pero en cierto modo, sí. ¿Por qué? ¿Quieres conocer la
kasba? -rió de manera burlona y desafiante.
Sungmin se mordió el labio.
-Aunque tuviera la libertad de viajar por el mundo, que no la tengo, jamás iría
allí. Es una guarida de piratas y demasiado peligroso.
-Peligroso, sí. Fatal, no. Es decir, si uno sabe sobrevivir... -Sonrió Kyuhyun
burlonamente.
A Sungmin lo invadió un repentino deseo salvaje de ir hasta allí para comprobarlo
con sus propios ojos.
-¿También sabes cómo sobrevivir al harén del sultán en Constantinopla? -
Sonrió Sungmin osadamente.
-El sultán turco es particularmente posesivo con sus esposos, pero sí, he
echado algún que otro vistazo rápido dentro de su harén. ¿Qué más le intriga a mi
curioso y bello conejo?
-¿Las tabernas de Tortuga son tan escandalosas como dice la gente? Escuché
que los ya no tan delicados jovenes de allí se quitan la ropa y bailan desnudos sobre las mesas por unos
pesos.
Eros estalló en una carcajada.
-¿Dónde escuchas esas historias, Sungmin? No sabía que jovencitos inocentes
hablaran de temas escandalosos en sus reuniones sociales.
-A veces también hablamos de ti, que es uno de los temas más escandalosos de
todos.
-¿De mí? -Kyuhyun se llevó la mano al corazón, fingiendo consternación-. ¿Debo
asumir que es de mi mal carácter de lo que chismorreáis tú y tus amiguitos mientras
tomáis té con bollos?
-¿Has estado escuchando a escondidas? -Rió Sungmin, mientras saboreaba la
sensación de tener los brazos de él alrededor del cuerpo-. Sí que disfrutas de una
mala reputación, Eros. Vuelves realidad las jugosas habladurías.
Alzó una ceja negra azabache:
-¿Cómo cuáles?
-Por ejemplo, los pueblos fortificados por los que pediste rescate, los barcos
que saqueaste, las fortuna que acumulaste con los saqueos, los hombres que mataste,
los hombres que...
Le rozó la boca con los labios.
-Admito que hubo otros, pero el último que conocí los supera a todos
irrefutablemente. ¿Por qué te resignas a llevar una vida que obviamente consideras
pequeña e insignificante? Tú eres inteligente, extraordinariamente educado, y no te
faltan agallas. ¿Por qué lacrar tu destino de manera tan ascética?
-Mi vida no es ni pequeña ni insignificante -No obstante, aquella pregunta le
había tocado la herida sangrante que había en su alma-. Yo no soy como tú. Yo
tengo responsabilidades, seres queridos a quienes no puedo defraudar.
-¿Esos seres queridos están siempre a la altura de tus expectativas? -Le
levantó el mentón con un dedo-. Mi Adonis, ningún hombre en su sano juicio
rechazaría a un joven como tú. Jungmo no es menos hombre que yo, pero su
corazón ya le pertenece a alguien. ¿A quién está tan ansioso de complacer que contraería
matrimonio contigo estando enamorado de otra persona?
Sorprendido por su percepción, Sungmin se apartó de él y miró por la ventana.
Las palmeras susurraban con la brisa; las campanillas tintineaban melodiosamente.
El quería vivir en esa isla, pero no si el único motivo por el que Jungmo quería
casarse con el era complacer a su padre. El conde de Kim jamás perdonaría a su
hijo si se casaba con alguien inferior a él.
-Deberías dormir un poco -dijo Eros a su lado-. Yo me quedaré aquí. Ya he
pasado demasiado tiempo en la cama. Descansa seguro de que respetaré tu
privacidad.
Curiosamente, Sungmin le creyó, Y estaba agotado.
-No sé qué le habrá sucedido a Sunny. Se suponía que me estaría esperando
aquí después de la cena.
-Yo la despedí -admitió Kyuhyun tímidamente.
Sungmin encorvó los labios.
-Sin duda habrás aterrorizado a esa pobre chica.
-Esas son duras acusaciones, mi lord, pero os aseguro que lo único que hice
fue aparecerme aquí.
-Eso fue suficiente - Sungmin le dirigió una pequeña sonrisa-. No tiene
importancia. Me las arreglaré. Buenas noches.
-Buenas noches -La voz profunda de Eros lo siguió hasta que desapareció
detrás de la puerta de la alcoba.
Se quitó el traje, se puso el camisón y se deslizó debajo de las mantas. Se
acurrucó cómodo y contento. Hundió la cara en la almohada e inhaló esa fragancia
masculina almizcleña que lo envolvió.
Alguien golpeó la puerta.
-Entre -dijo Sungmin.
Eros abrió la puerta.
-No te preocupes. Tengo toda la intención de mantener mi palabra -entró
tranquilamente y se sentó junto a el. Bajo la luz de la vela, su atractivo físico le hizo
latir el corazón un poco más rápido. Se estiró las sábanas hasta el cuello, esperando
escuchar lo que él tenía para decirle.
-He considerado un poco el tema y he decidido que estoy dispuesto a
enfrentar el desafío.
Sungmin se sentó.
-¿Qué desafío? ¿Quieres decir que quieres llevarme contigo?
-A la kasba, a Tortuga, o a cualquier sitio que te llame la atención. Sin
compromisos.
Sungmin se quedó sin palabras. Y se emocionó.
-¿Por qué?
-Porque me he encariñado con un curioso y lindo rubio mordaz que lee a Ovidio -Se
acercó más-. Como dicen en Venecia: "Ha llegado el momento de despilfarrar
monedas de oro y plata como si fueran castañas". Ven conmigo. No te arrepentirás.
Sungmin suspiró como en sueños.
-Viajar a Venecia con un italiano suena... encantador. Después de todo, dicen
que Italia es de las mejores maravillas, tierra de arte y belleza. Me encantaría ir allá.
Los ojos de él se volvieron fríos; su semblante se endureció.
-Italia es al único lugar donde jamás te llevaré.
La clara antipatía hacia la tierra natal de Miguel Ángel y Da Vinci, su tierra
natal, desencadenó un sinfín de preguntas en la cabeza de Sungmin, pero decidió no
curiosear en ese momento.
-¿Y la guerra? ¿No deberías estar luchando contra los franceses?
Kyuhyun sonrió.
-Creo que Kangta puede prescindir de mi presencia por un tiempo. ¿No crees?
Sungmin meditó su ofrecimiento. Navegar con él durante unos meses significaba
arrojar la decencia al viento. Significaba entregarle Victoria a Jungmo. Significaba
cambiar el curso de su vida... a cambio de perseguir su sueño. La idea valía la pena,
pero difícilmente era lo correcto. Sin embargo, ¿no había dicho el alguna vez que de
presentarse la oportunidad se volvería una exploradora de tierras lejanas? ¿Qué
proyectos importantes lo retenían allí? ¿Qué proyectos importantes lo esperaban en
casa?
-Puedes confiar en mí. Me estaré yendo mañana a medianoche. Tienes todo el
día para considerar mi ofrecimiento -Sopló la vela y se acercó mucho-. Buonanotte,
Adonnis. Que tengas un hermoso sueño conmigo -Lo besó de un modo lento y
prolongado que a Sungmin le provocó un remolino que le llegó hasta los dedos de los pies,
luego se incorporó y abandonó la alcoba, dejándolo medio deseando que no se
hubiera marchado...
Sungmin mantuvo su promesa y llevó a Victoria de compras. Fue un proyecto
conjunto: Victoria sabía desenvolverse en Kingston, y el sabía desenvolverse en el
mundo de la moda. Hacia el mediodía, Victoria estaba equipada con un guardarropa
nuevo completo y Sungmin, enamorado de la ciudad.
Mientras el coche de Kim ingresaba al patio interior de la casa de Jungmo,
Sungmin contemplaba el ofrecimiento de Eros por millonésima vez en el día. Apenas
había dormido durante la noche, evaluando los pros y los contras. Había despertado
decidido a zarpar con él, pero al avanzar el día, cuanto más pensaba en su abuelo,
menos predispuesto se sentía a partir. El coche se detuvo. Rápidamente, dos criados
se acercaron para acarrear los numerosos paquetes. Contenta con su obra, Sungmin
observaba a Victoria subir las escaleras de la fachada con su vestido nuevo de diario.
No había ni rastro de la vulgar bucanera.
Chambers, el mayordomo de Jungmo, les dio la bienvenida impactado en el
interior de la casa:
-Buenos días. Qué pena que Su Señoría no se encuentre. Hacéis una
vista adorable, si me lo permitís.
-Gracias, Chambers - Sungmin lanzó miradas nerviosas hacia lo alto de la
escalera y se quitó con energía los guantes de encaje-. ¿Ha sucedido algo en nuestra
ausencia?
-Nada alarmante, mi lord. Aunque sí tiene visitas: madame Holbrook y la señorita Marianne Caldwell. Al parecer tienen la impresión de
que Su Señoría está hospedando a peligrosos criminales en la casa -Movió las cejas
de forma significativa.
-El consejo de brujas... -murmuró Sungmin, irritado. Qué increíble sentido de la
oportunidad que tenían.
-Disculpad, mi lord. Las hice pasar a la sala del desayuno. Espero haber hecho
lo correcto.
-Sí, Chambers, será mejor encararlo y resolverlo antes de tener a la isla
completa encima de nosotros. Por favor, sé tan amable de servirnos té. Vamos,
Victoria -Cogió a la ex-bucanera de la muñeca y se dirigió escaleras arriba
precipitadamente-. Si vas a convertirte en una dama fina, deberás familiarizarte con
los aspectos menos agradables del asunto y tener una idea más clara de dónde te
estás metiendo: "Conocer al enemigo", dice siempre mi abuelo.
En cuanto Sungmin espió a las dos señoras y a sus jóvenes aprendices, todas
juntas apiñadas sobre el sofá color bordona, cotorreando enérgicamente, sintió una
intensa y urgente necesidad de aceptar el plan inicial de Victoria y esconderse. Eran
aburridísimas entrometidas que no tenían nada que hacer más que meterse en la vida
de los demás y expresar sus afiladas críticas. Obviamente, se encontraban allí con
una misión.
-Buenas tardes, señoras -sonrió Sungmin -. Qué agradable sorpresa.
Permitidme presentarles a mi querida amiga, la condesa Victoria. Ha venido desde
Roma y apenas habla alguna palabra en nuestro idioma. Confío en que le daréis la
bienvenida a su consej... eh, círculo, al igual que lo hicisteis conmigo.
Las mujeres hicieron una reverencia riendo con disimulo. La señora Greyson
exclamó:
-¡Mi querido Min! Qué agradable volver a veros. No nos hemos visto más
que una vez, pero ya siento que nos hemos hecho muy amigos.
-Mmm -sonrió Sungmin -. Qué encantadora.
-Nuestra visita de hoy es de suma importancia -Madame Holbrook se
zambulló en el asunto en cuestión-: Un rumor de lo más inquietante ha llegado a
nuestros oídos. Vinimos hasta aquí de inmediato para investigar.
-De hecho, ¡nos apresuramos en venir para salvaros antes de que sea
demasiado tarde! -clamó Marianne.
-¿Salvarme? - Sungmin tomó asiento, indicándole a Victoria que hiciera lo
mismo-. ¿Salvarme de qué?
-¡De quiénes! Querida mía, tenemos firmes sospechas de que Su Señoría está
albergando a criminales peligrosos.
-¿Criminales peligrosos? - Sungmin abrió la boca de manera dramática-. ¡No lo
puedo creer! -Lanzó una mirada horrorizada a Victoria, que tenía el rostro pálido
como una tiza, con la esperanza de que la pobre chica captara la esencia de todo
aquello-. ¡Qué atroz!
-Así es -resopló la señora Greyson-. ¡Bastante terrible! Quizá vos podáis
esclarecer un poco el asunto. De acuerdo con nuestras fuentes -susurró-, el célebre
pirata Eros y su promiscua amante se encuentran en esta isla y en esta misma casa.
¿Y bien, cómo interpretáis vos todo esto?
-¡Por el amor de Dios! - Sungmin cogió la mano de Victoria con aspecto
horrorizado-. ¿Asesinos aquí?
-Bueno, ¿y qué aspecto tiene? -preguntó Marianne burbujeante y
agitadamente-. ¿Es apuesto? ¿Podemos verlo?
-Silencio, niña. No estamos aquí para hacerle una visita social a un brutal
asesino -la regañó la señora Greyson de mal humor-. Estamos aquí para rescatar a
Su Señoría.
Madame Holbrook tomó las riendas.
-Su Señoría tiene una importante misión que llevar a cabo y nosotras le
saludamos. Sin embargo, vos sois jovenes distinguidos que no estáis casados. Residir
en los establecimientos de un hombre soltero sin la supervisión apropiada, habiendo
piratas... ¡Ah, eso es blasfemo! -Se estremeció-. Por lo tanto, he tomado el asunto
como algo de mi propia responsabilidad, como si yo fuera el largo brazo extendido
de vuestro abuelo, para asegurar que vuestra reputación se mantenga intachable.
Asumo esta responsabilidad, ni a la ligera ni precipitadamente, y estoy dispuesta a
dedicarme al asunto por exigente que resulte. Como está escrito en la Biblia: "La
inclinación hacia el mal es una de las peores cosas, ya que su Creador lo llamó el
mal". Su Señoría debería utilizar el sentido común, ¡y encarcelar a esos rufianes en la
fortaleza!
-Todo el mundo espera la ejecución en la horca y Su Señoría la posterga -se
quejó la señora Greyson con evidente irritación-. ¿Qué es lo que se trae entre
manos?
-¡Debéis deshaceros de ellos de inmediato! -resopló madame Holbrook
terminantemente.
Sungmin les examinó los rostros encendidos. No sólo eran irrespetuosas
entrometidas, también eran sanguinarias. Combatiendo la urgente necesidad que
sentía de ponerlas de patitas en la calle, se dio cuenta de que ni reuniendo todos los
buenos modales posibles lograría sobrellevar aquella inquisición sin perder del todo
la cordura. A veces uno debía hacerse valer para poder poner a los otros en su lugar.
-Me temo que estáis terriblemente mal informadas. Ese rufián que mencionáis
fue muerto ayer por la espada de Su Señoría. Entonces, si no se os ofrece nada más...
-¡Pero a eso vamos! -exclamó la señora Greyson-. Todos lo hemos visto. Un
hombre alto, moreno, que entraron herido a la casa. Y a su lado iba una mujer, una
pagana cubierta de sangre con una melena rizada y desordenada, ¡y llevaba puestos
pantalones de hombre!
Sungmin le echó una mirada a Victoria, admirando al peluquero.
-De veras, señoras, debe tratarse de un error. Debéis haberlo imaginado todo.
Tal vez por el calor...
-¡Oh, Dios! ¡Que a una la consideren una mentirosa! -La señora Greyson se
desplomó hacia atrás, abanicándose el rostro-. ¡Rápido, Marianne, mis sales
aromáticas! Siento que me voy a desmayar.
A Sungmin no lo engañaba:
-Disculpad mi pobre elección de palabras. Quise decir que quizás vos fuisteis
testigos del acarreo de algún otro pobre diablo, pero seguro que no...
-¡Era Eros! -gritó Marianne agitadamente-. Tenía los cabellos negros y un
físico portentoso. Yo...
-¡Silencio, Marianne! Deja que lord Min nos lo aclare. Al parecer hemos
pasado por alto demasiadas cosas -Un brillo de duda surgió en los ojos de madame
Holbrook-. ¿Dijisteis que sí trajeron a un hombre aquí?
Sungmin se detuvo. Habría que seguir mintiendo para convencer a aquella vieja
astuta de que no había engaños.
Victoria tosió discretamente.
-¿Un uomo?-Parecía pensativa-. Ah, mió fratello!
Sungmin la miró sorprendido; luego ocultó una leve sonrisa.
-Por supuesto. ¡El hermano de la condesa! Qué hombre tan encantador.
Desafortunadamente, le agarró una terrible fiebre camino hacia aquí y en este
momento se encuentra indispuesto, pero me complacerá presentároslo cuando se
sienta mejor.
-¡No lo puedo creer! -madame Holbrook se levantó de un salto lista para dar
batalla-. ¡Lord Min, os estáis yendo por las ramas y yo no lo permitiré! ¡Exijo
firmemente una respuesta que nos satisfaga!
De manera desafiante, Sungmin se puso de pie y miró a la dama a los ojos. Las
otras dos se despegaron del sofá para sostenerle un frente de apoyo a la señora. Para
reforzar la defensa, Victoria se unió a Sungmin.
-Lo siento, señora -dijo Sungmin -, pero no puedo dársela. Si seguís
insistiendo, me veré obligada a despedirlas.
-¡No seáis impertinente conmigo, jovencito! Como vuestra nueva dama de
compañía, exijo...
-Yo no soy ningun jovencito, señora. Ya tengo veinticuatro años, que es edad
suficiente para andar necesitando de una tutora. En cuanto a mis modales, no son
más carentes que los vuestros.
-Yo no seré despedida...
-Vos no sois mi dama de compañía, madame Holbrook. Jungmo es mi tutor,
nombrado por mi abuelo, y la excelente compañía de la condesa también me
mantendrá a salvo. Bien, ya he contestado vuestras preguntas y debo rogaros que os
marchéis. Tengo que organizar un baile de gala.
Las puertas se abrieron y un inesperado Chambers entró con la bandeja con el
té. La señora se veía consternada.
-¡No dispensaré tal impertinencia! ¡Exijo registrar las instalaciones por mi
cuenta! -Avanzó peligrosamente hacia la puerta. Chambers fue rápido al rescate y
velozmente se interpuso entre la señora y la salida, abrazando la bandeja de plata
contra la pechera confeccionada a medida.
-Esta es la residencia privada del vizconde Jungmo -dijo Sungmin
severamente-, y vos ya le habéis faltado el respeto de todas las maneras posibles. Ya
no sois bienvenida -Le sonrió con frialdad-. Buenos días.
Vencida aunque no del todo derrotada, madame Holbrook condujo a la tropa
de salida con un casual:
-¡Vaya, yo jamás...! -al tiempo que ignoraba a Sungmin, quien la seguía para
confirmar la partida segura del consejo. Cuando llegaron al coche, la señora dio el
golpe final-: ¡Esta no es la última palabra, lord Min! ¡Vuestra indignante boca no
quedará impune! ¡Qué insolencia! ¡Y viniendo nada menos que del nieto del duque
de Lee! ¡Estoy tremendamente disgustada, tremendamente disgustada!
Chambers cerró las puertas y otro "¡Qué insolencia!" quedó resonando mientras
Sungmin y Victoria regresaban a la sala absolutamente exhaustas, para recuperarse
tomando té con bollos.
-Todavía estás a tiempo de cambiar de idea -dijo Sungmin -. Madame
Holbrook es sólo un ejemplo de lo que te espera.
-Verdaderamente fue un ejemplo repugnante. Yo estaba aterrorizada. Si
subían y encontraban a Eros...
Sungmin hizo una mueca.
-Yo no creo que Eros sea partidario de hacerle daño a las mujeres, pero no me
habría sorprendido si les hubiera cortado esas lenguas sueltas. Yo misma tuve unas
ganas terribles de hacerlo por mi cuenta.
Victoria suspiró.
-Ya lo has dicho tú... El consejo de brujas. Gracias a Dios que montaron en sus
escobas y se fueron volando -Se miraron y rompieron a reír.
El coche de Jungmo se trasladaba dando tumbos por Windward Road hacia la
mansión del gobernador. La ruta estaba bordeada de palmeras y cocoteros. Una
orquesta estaba tocando un cotillón8. Sungmin se sentía inquieto. Esa noche se marcharía
con Eros. Había escogido tener una aventura fantástica en lugar de un hombre que
no lo amaba y una vida entre serpientes venenosas como madame Holbrook. No se
iría por mucho tiempo, y en cuanto a su abuelo... Sungmin le haría entender. La vida era
demasiado corta para perder el tiempo lamentándose.
Jungmo miró fijamente a Victoria. Ella se sentó frente a él, con un vestido de
muselina con orquídeas adornándole los cabellos, cual tímida debutante. Sungmin
había insistido en que asistiera al baile. Una vez que el se marchara, Jungmo no
dudaría en pedirle que se casara con él. Les deseaba buena suerte, ya que el estaba
a punto de embarcarse en una aventura diferente: iba a conocer el mundo... y lo haría
con Eros.
Sungmin también se vistió con suma dedicación, decidiendo que la muselina ya
no era un género acorde a un joven aventurero. Llevaba puesto un elegante traje
de seda color amatista -que ningun cortesano frances rechazaría- y el mismo
juego de joyas de amatista que había usado en aquel desafortunado baile de Versalles
en el que Eros se había fijado en el por primera vez. Con el estado de ánimo tan
atolondrado en el que se encontraba, necesitaba la energía de esa piedra que los
romanos creían ahuyentaba las malas influencias de Baco, el dios del desenfreno.
Aunque algo había quedado pendiente: entre la visita a la ciudad, la visita de las
brujas, la mudanza a otros aposentos requerida por Jungmo y vestirse para el baile, se
había olvidado de informarle a Eros de su decisión.
Rogaba que él esperara hasta medianoche. Sungmin se escabulliría del baile a las
once en punto y tomaría el carruaje de regreso a casa. Con la multitud que se
esperaba, nadie notaría su ausencia.
El salón de baile era un hervidero de invitados. Había cena, baile, y vasta
conversación, pero nada superaba la emoción que a el le corría por las venas
mientras esperaba las once campanadas del reloj.
Cuando al fin llegaron las once en punto, Sungmin jadeaba de nervios. Se
escabulló sigilosamente, asegurándose de que nadie lo notara y pidió su capa. Una
vez en el patio ubicó el escudo Jungmo con el conductor al lado y lo urgió a que lo
llevara de regreso. No había tiempo que perder.
Estaba bien oculto en la oscuridad del carruaje cuando la puerta se abrió y subió
una silueta envuelta en una capa.
-Regresa al baile. Lo que estás a punto de hacer es un error. Por favor, créeme.
Sungmin miró con la boca abierta el rostro oculto de Victoria.
-¿Tú lo sabías?
-No vayas con mi hermano -le imploró Victoria-. Por mucho que lo quieras
y le tengas la mayor de las estimas, él no es lo que crees.
La sutil advertencia de Victoria le provocó un desagradable escalofrío que le
corrió por la espalda.
-¿Y qué es?
-Peligroso.
A Sungmin se le helaron las manos.
-¿Peligroso? ¿En qué sentido?
-Para empezar, sus conquistas amorosas siempre comienzan con lujuria y
terminan con lágrimas. No las de él.
-¿Conquistas amorosas? -Una risa nerviosa burbujeó en la garganta de
Sungmin -. Estás equivocada. No se trata de nada de eso. Eros me prometió mostrarme
algunos sitios interesantes del mundo. Tenemos un entendimiento absolutamente
decente. Sin compromisos.
-Me pregunto qué opinarás al respecto dentro de más o menos un mes. Mi
hermano es un demonio apuesto y perspicaz, y te hará dar vueltas la cabeza como un
carrusel. Si es que ahora no estás enamorado de él, lo estarás.
-No estés tan segura -respondió Sungmin cortante-. Eros no es el motivo por el
que me marcho. He decidido cancelar mi compromiso y perseguir mis propios
sueños de una vez. Tú ni siquiera puedes entenderlo ya que siempre has tenido la
libertad de hacer lo que te plazca. Pero deberías estar agradecida porque esto nos
beneficia a ambos. Yo quiero mi libertad y tú quieres a Jungmo.
-Por favor, deja que sea yo el que vaya en tu lugar. Tú has salvado la vida de
mi hermano y te estoy en deuda, pero más que eso, he llegado a considerarte un
amigo. La grieta que existe entre tú y Jungmo es culpa mía. Cuando me vaya, tendréis
la posibilidad de enmendarlo y disfrutar de una buena vida juntos.
-Ya es demasiado tarde para eso. Ya he tomado mi decisión y tengo intención
de llevarla a cabo.
Victoria vaciló.
-En ese caso, te deseo bon voyage. Eros te mantendrá a salvo. Él es bueno en eso
-Besó a Sungmin en la mejilla y se bajó-. ¿Qué debo decirle a Jungmo?
-¡Dile la verdad! -respondió Sungmin al tiempo que se despedía con la mano
mientras el carruaje se alejaba traqueteando.
* * *
Sungmin se levantó la tela que sujetaba su pantalón de seda por la cintura y subió las escaleras de prisa, rogándole a Dios no
haber llegado demasiado tarde. La puerta que daba a la habitación de Eros estaba
entreabierta. Una luz tenue se filtraba por la rendija. El tomó aire para fortalecerse
y entró. Las persianas le dieron la bienvenida chirriando débilmente con la brisa, las
cortinas de muselina susurraron suavemente, pero no había nadie a la vista. Eros se
había marchado.
Sungmin se hundió en la cama. Una lágrima solitaria se deslizó por su mejilla. Había
llegado demasiado tarde. Su última oportunidad de vivir el sueño de sol brillante y
libertad se había esfumado junto a Eros, tan repentinamente como se había vuelto
posible la noche anterior. Él debía de haberse escabullido por la ventana y gateado
por el tejado. El no era capaz de hacerlo ni siquiera gozando de perfecta salud y Eros
tenía una herida de veinte puntos en el costado. Ni siquiera lo había dejado
despedirse.
Se secó la lágrima e inspeccionó el cuarto. La noche anterior se había sentido tan
feliz allí, tan esperanzado... Debía de haberlo soñado todo, pues el destino no podía
ser tan cruel con el. Posó la vista en la mesita de noche. Iluminada por la luz de una
vela, la naranja de Eros descansaba exactamente en el mismo lugar donde el la
había dejado.
-¡Malditos seáis tú y tus naranjas! -cogió la fruta con impulso y la intención
de arrojarla por la ventana. Una nota captó su atención. Estaba metida debajo de la
naranja. La desdobló de prisa y leyó: «Ciudad vieja. Hasta la medianoche»-
.¡Malditos seáis tú y tus naranjas! -Se rió y salió corriendo. Se topó con Sunny-.
¡Sunny! Gracias a Dios - Sungmin la cogió del codo y se la llevó-. Necesito tu ayuda.
¿Cuál de tus muchachos anda cerca? ¿Jamey Perkins? ¿Robby Pool?
-Supongo que Jamey está en la cocina, tomándose un trago. ¿Lo llamo?
-Dile que se encuentre conmigo adelante con el carruaje. ¡No hay tiempo que
perder!
-¡mi Lord! -Sunny quedó boquiabierta, pero Sungmin la ahuyentó para que fuera
a la cocina.
-El cochero volvió a buscar a Su Señoría -explicó Jamey con aire de disculpa
al llegar con Sunny a la entrada con un caballo ensillado.
-No importa -exclamó Sungmin. Cada minuto contaba. No podía permitirse
llegar ni un minuto más tarde-. Rápido, llévame a la ciudad vieja. No hay tiempo
que perder.
-¿A las ruinas? ¿A estas horas? -Los dos sirvientes intercambiaron miradas
alarmadas-. Pero mi lord, ¿y los fantasmas? ¿Los bucaneros muertos? -Le recordó
Jamey impacientemente.
-No hagas preguntas. Te lo ruego, date prisa -imploró Sungmin -. Ayúdame.
-Port Royal queda del otro lado de la bahía. Necesitaremos un bote -Jamey lo
levantó para que alcanzara la montura y él montó detrás de el, como lo hacía
cuando era niño y le enseñaba a montar a caballo.
-Ya encontraremos un bote, ¡de prisa! Llévame al muelle -El tiempo era el
enemigo. No le quedaba más que media hora hasta medianoche-. Sunny-Le sonrió
a la criada ansiosa-. Por favor, no te preocupes. Te veré en Inglaterra dentro de
algunos meses. Su Señoría te enviará a casa.
-¿Algunos meses? ¿Os marcháis con él? ¿Con el pirata? ¿Qué debo decirle a Su
Excelencia?
-Dile a Su Excelencia lo primero que se te ocurra. Yo regresaré pronto.
-¡Oh, mi lord! -Se lamentó Sunny-. Su Excelencia querrá mi cabeza por
dejaros partir, y Su Señoría... y vuestra ropa, mi lord, ¡vuestras joyas!
-Su Señoría enviará todo a casa contigo -La voz de Sungmin se suavizó-. Por
favor, no llores. Estaré bien. Envíale mis saludos a Su Excelencia -Se despidió
haciendo un gesto con la mano al tiempo que Jamey picó espuelas.
El muelle estaba tranquilo. Jamey lo ayudó a subir al bote del pescador y cogió
los remos. Una cálida brisa le abanicó el rostro, mientras se abrían paso entre las
aguas oscuras, pasando por Refuge Cay y Gallows Point, donde Sungmin vio el cadalso
erguido a la orilla del agua, como una advertencia para todos los piratas. Con las
manos aferradas sobre el pantalon, el rogó que el tiempo fuera generoso con su
búsqueda. Se estaba despidiendo del único mundo que había conocido. Estaba
cambiando su destino y enfrentándose al mundo. Estaba depositando su confianza
en un hombre al que había conocido hacía menos de una semana, un pirata, un
desconocido.
Llegaron a Port Royal, el infame pueblo de bucaneros antes de que lo maldijera
un terremoto. Sintió un hormigueo en la espalda. Jamey saltó a tierra y lo ayudó a
bajar del bote.
-¿Deseáis que os acompañe, mi lord? -le preguntó con temor.
, Jamey. Ya puedes regresar - Sungmin le sonrió de modo
tranquilizador. El pobre hombre tenía los pelos literalmente de punta.
Él frunció el entrecejo, evaluando la devoción y el miedo. La balanza se inclinó
hacia el miedo. Ocupando su puesto en el bote, dijo:
-Id con Dios, mi lord, y que Él os proteja.
Las viejas ruinas emergieron en la arena como una desalentadora lápida. Estaba
loco; sacudió la cabeza y comenzó a caminar por la playa iluminada por la luna,
maldiciendo la arena húmeda por arruinarle su mejor par de zapatos de tacón de
satén, ¡Sueño de sol brillante y libertad de verdad! ¡Era un idiota imprudente!
Escudriñó el horizonte envuelto en el manto de la noche. Un barco flotando en el
agua, bajo la luz de la luna, aguardaba a su capitán. ¿Dónde diablos estaba Eros?
-¿Esperas a alguien? -se oyó decir a una voz profunda.
Sungmin se dio la vuelta rápido. Eros estaba descuidadamente sentado en lo alto
de una enorme piedra. Una sonrisa de satisfacción le curvaba los labios al tiempo que
lo recorría con la mirada. Sungmin llevaba puesta una capa que llegaba hasta el suelo,
prendida al cuello con una cinta de satén, que dejaba a la vista el reluciente traje
de fiesta color púrpura y las piedras violetas que le adornaban la clavícula. Tenía
unos mechones de cabellos dorados adheridas a las mejillas. El pulso le latía fuerte y
visiblemente en la base de la garganta, revelando su estado de nerviosismo. Estaba
sin aliento y tiritando como la brisa.
-Pensé que te habías marchado -dijo jadeando, haciendo que su pecho
sobresaliera por encima del generoso escote.
-Todavía estoy aquí -Kyuhyun bajó de la piedra de un salto. Cayó sigilosamente
sobre la arena y se acercó a el. Los ojos le brillaban con la luz de la luna-. Entonces
encontraste mi nota. Demasiado inteligente por tu propio bien -Se paró justo
enfrente, alto y moreno, con los cabellos batidos por la leve brisa.
Extendió las manos en su cintura y lo atrajo hacia sí-. ¿Lo pasaste bien en el
baile?
Con el corazón latiéndole como loco, Sungmin lo miró a los ojos:
-¿Cuánto falta para medianoche?
Kyuhyun le pasó un dedo por la graciosa curva del cuello.
-No mucho.
Sungmin frunció el ceño ante el tono de voz casual. Tal vez se trataba de un error.
Navegar por el mundo aún parecía ser una propuesta tentadora; sin embargo, Eros
era un desconocido, un peligroso e incomprensible desconocido.
La gran palma de su mano se deslizó por la espalda hasta llegar al cuello.
-Ahora no cambies de parecer, bellissimo. Te vienes conmigo -Le silenció
potenciales protestas con la boca. El sabor, el calor de él lo arrollaban. Sungmin lo envolvió
con los brazos y se sumergió en el beso. Las olas oscuras rompían en la costa,
salpicándole la piel. Era mágico. Como si las sirenas sedujeran a los marineros para
que se estrellaran contra las rocas. Mágico.
Unas voces entre risas disimuladas interrumpieron el beso.
-Capitano, ¿llegamos en mal momento?
Sungmin se soltó. Había cinco hombres acercándose a la costa; un bote chapoteó a
orillas del agua.
-Creo que su doctor se niega a soltarlo -Los ojos divertidos de Minho lo
recorrieron de manera atrevida.
Sungmin se acurrucó contra Eros, que le lanzó a Minho una mirada furiosa que lo
debilitó.
-Star zitto, Minho! Y todos los demás ¡también a callar! -Le cogió la mano
helada y lo condujo hacia el bote.
-¡Espera! - Sungmin hundió los tacones en la arena. Miró fijamente a los
hombres: la compañía con la que contaría de allí en adelante. Un escalofrío le subió
por la espalda. Sí era un error. Era imposible que se fuera con ellos. Se encontró con
la mirada inquisitiva de Eros-. Llévame de regreso, Eros. Por favor. He cambiado de
opinión.
Él lo miró de hito en hito.
-Demasiado tarde. No puedo permitirme perder la marea.
Kyuhyun le congeló la sangre con una mirada gélida. Fue como si se hubiera vuelto
loco y Sungmin estuviera frente a otra cara de él: una fría, insensible. Ya no era el cachorro
juguetón y herido que había cuidado durante las dos noches anteriores.
-Me iré solo - Sungmin intentó soltarse la mano, pero Kyuhyun lo asió con más fuerza.
Iba caminando adelante, arrastrándolo contra su voluntad por la arena en
declive. Sungmin luchó y protestó en vano. Lo levantó en brazos y caminó con las botas en
el agua la corta distancia hasta llegar al bote. Los hombres estallaron en risas.
-¡Callaos, idiotas! -Eros los cortó con una punzante mirada de advertencia-.
¡Ahora, a remar!

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