Capitulo 33

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De espaldas en el suelo, Kyuhyun cogió a su primo de la muñeca y luchó para
rechazar el cuchillo que avanzaba. Siwon estaba fatalmente herido, sin embargo,
demostraba tremenda fuerza al empujar la temblorosa daga centímetro a centímetro
hacia el pecho de Kyuhyun. Los ojos de Sungmin permanecían fijos en el cuchillo, sólo a
unos centímetros del rostro tenso de Kyuhyun. Entonces, cuando todo parecía perdido,
Kyuhyun arremetió y se quitó a Siwon de encima. Emitiendo un grito gutural, se estrelló
contra él, lo inmovilizó en el suelo y le enterró la daga en el pecho. La empuñadura
con piedras incrustadas sobresalía del pecho de su primo como si fuera una lápida.
Siwon abrió los ojos; sus labios estaban salpicados de sangre:
—Kyuhyun... —aferró la camisa desgarrada de Kyuhyun, el dolor agonizante le cambió
el semblante cruel por uno desolado—. ¿Qué le ganaste a Kangta?
Arrodillándose junto a él, los ojos de Kyuhyun se llenaron de arrepentimiento.
—Milán hoy estaría libre si hubiéramos unido nuestras fuerzas, primo. Tú has
sido un enemigo digno y hubieras sido un aliado más digno aún, pero la codicia y los
celos te envenenaron el alma —A Sungmin le pareció ver una sonrisa triste cuando
dijo—: Sólo gané diez doblones de oro. ¿Pensaste que ese viejo avaro arriesgaría un
centavo más?
—Miserable tacaño —sonrió Siwon débilmente. Los ojos se le volvieron oscuros
del temor. Su puño ensangrentado apretó más la camisa de Kyuhyun y tiró de él—:
Escúchame. La siniestra mano del Cangrejo de Ocho Patas es lo que debes temer —
La cabeza se desplomó y el iris se cubrió de escarcha e inconsciencia.
Una profunda pena arrugó la frente de Kyuhyun al deslizar con suavidad una mano
por los ojos abiertos de Siwon.
—Perdóname, primo —susurró, tragando un nudo apretado—. Yo te perdono...
Sungmin se adelantó de un salto, pero una mano fuerte lo aferró del brazo. Giró la
cabeza como un latigazo. Un caballero de cabellos plateados disfrazado de filósofo
griego estaba frente a él. Él quedó boquiabierto.
—¿Abuelo?
Los gélidos ojos del duque brillaron.
—Hola, Min. Me alegra mucho que te acuerdes de mí.
Sungmin se mordió el labio. ¡Qué mala suerte! Se esforzó por saludarlo con una
sonrisa.
—Abuelo, por favor —rogó—. Debo ir un momento con Kyuhyun. Más tarde te
explicaré todo.
—De hecho lo harás, Sungmin, camino a casa. ¡Nos vamos! —Comenzó a dirigirse
hacia la entrada.
Sungmin se retorció para liberarse.
—¡No! No puedo desaparecer sin decirle nada. Necesito ir con él...
El duque se detuvo.
—Échale una mirada a tu héroe —Le señaló con un gesto el bullicio hormonal
que se agrupaba en torno a Kyuhyun. De manera grotesca, mientras sacaban arrastrando
el cuerpo de Siwon, Kyuhyun tenía que luchar con las copas de champagne, las tartaletas
de salmón y los pañuelos ofrecidos para secarle la frente. Las damas que lo rodeaban
no parecían molestarse por el tosco despliegue de músculos empapados en sudor y
salpicados de sangre.
—Bien, Min —exigió el abuelo severamente—. ¿Estás listo para partir antes de
que el rey de Francia decida torturarme con un interrogatorio?
Sungmin apenas lo escuchaba. Abatido, vio cómo Leonora se acercaba a Kyuhyun. Él
sonrió con aspecto sorprendido. Sungmin maldijo. Consideró la idea de partir: dejarlo
que la siguiera todo el camino hasta Inglaterra, con el rabo entre las piernas. Por el
rabillo del ojo, él vio las filas de alabarderos acercándose a Kyuhyun.
Su abuelo lo instó a que avanzara.
—Somos ingleses en suelo francés. Debemos marcharnos.
—No. ¡Espera! —gritó Sungmin, con la cabeza martilleándole—. No puedo
abandonarlo. Ellos tienen intención de capturarlo.
—¡Olvídalo, Min! Tendrá que arreglárselas con su buen amigo, Kangta.
Arrastrado en contra de su voluntad, Sungmin tenía la mente envuelta en zozobra.
—¡ Sungmin! —El profundo rugido lo dejó inmóvil. Sungmin se soltó de su abuelo y se
dio la vuelta para mirar cómo Kyuhyun avanzaba hacia él decididamente. El guardia
estaba a punto de caerle encima; sin embargo, Kyuhyun parecía ajeno al peligro. La mirada
afilada se desvió hacia el anciano duque que estaba junto a él y luego buscó los ojos
de Sungmin. No te marches, la poderosa súplica lo dejó clavado en su sitio. Miró a su abuelo
con ojos suplicantes.
—Por favor. Márchate sin mí, abuelo. Inglaterra te necesita, y yo... amo a Kyuhyun.
—¡Maldición, Sungmin! Ahora ninguno de los dos se marchará —Los tres estaban
acorralados, mientras que el resto de los invitados era respetuosamente desalojado
hacia los jardines.
—¡Arrestadlo! —Escoltado por dos de los cortesanos de más alto rango y un
escuadrón de guardias del palacio, el rey de Francia se aproximó a ellos
pavoneándose. Los alabarderos se apresuraron a rodear a Kyuhyun con una cuerda
tirante mientras dos guardias lo tenían sujetado de los brazos, conteniendo su
enérgica resistencia.
—¡Bueno, bueno, bueno! —le dijo a Kyuhyun vociferando—. ¡Entonces ese canalla no
mintió! ¡Estás acostándote con la Alianza! ¡Aja! ¡El estimable Lee! Levantaos,
monsieur le Duc, y presentadme a vuestro encantador nieto, que ha endemoniado el
corazón de mi Kyuhyun, tanto que ha olvidado para qué está hecho y quiénes son sus
amigos —Caminó a grandes pasos en dirección a Sungmin y, para sumo desagrado de
él, le puso un dedo debajo del mentón, levantándole el rostro hacia la luz. Estático
como un rey de hielo enfundado en seda color rubí, los ojos avellana se
clavaron en el rey airadamente—. Encantador —murmuró Kangta—. Ahora comprendo
todo.
—¡Déjalo en paz, Kangta! —Kyuhyun avanzó de un salto pero fue brutalmente
reprimido por los guardias. Los músculos se le abultaron al luchar por liberarse;
tenía los ojos encendidos. Hicieron falta cuatro hombres para sujetarlo.
—Estoy consternado, monsieur—Kangta miró ferozmente al duque—. ¿Cómo
pudisteis dejar que esta exquisita flor cayera en manos de un vividor de mala fama,
un donjuán y un canalla? —Le echó una rencorosa mirada de reojo a Kyuhyun—. Quizás
después de esta noche, con su nuevo estado de viudo, juntemos las cabezas, hagamos
de casamenteros y le encontremos alguien más conveniente. El marqués Du Beq sería
una excelente elección —El rey presentó a uno de sus cortesanos—. Cualquiera puede
notar que él ya está enamorado.
Du Beq hizo una reverencia. Sungmin sintió aquellos ojos recorriéndole el cuerpo
como si fueran manos indeseables. Se encontró con los ojos de Kyuhyun. Kyuhyun estaba
preocupado por él: parecía más perturbado por el manoseo del rey que por su
calamitosa situación. Sungmin se soltó el mentón de un tirón, sin importarle que estaba
desairando un dedo real.
—¡Oh, y qué fogoso! —Kangta rió entre dientes—. ¿Os estoy irritando, mi hermoso
gato salvaje? ¿Es que estáis tan enamorado de nuestro Kyuhyun como tantos otros
antes que vos?
El bigote plateado del duque se encrespó.
—Su Majestad, mi nieto no está unido al príncipe Cho Kyuhyun de Sforza de ningún
modo. Él regresará conmigo a casa.
—¡Nadie regresará a casa tan pronto! —El pésimo humor de Kangta volvió a
surgir—. Vos, mi estimado duque, sereis escoltado hasta vuestros aposentos junto
con vuestro encantador nieto. Y tú... —Apuntó a Kyuhyun con un dedo sobrecargado con
una esmeralda—. Tienes preparada una celda especial decorada con tu mentiroso
nombre: ¡en la Bastilla!
—¡No puedes ponerme ni un dedo encima, Kangta, y lo sabes muy bien! —Kyuhyun
habló con voz áspera de manera intrépida, dejando a todo el mundo impactado con
aquel discurso contundente, inclusive a Sungmin —: Soy un príncipe real. Sólo la Santa
Sede y el Emperador tienen el poder de sentenciarme a muerte. Si me matas, la iglesia
te multará tan severamente que irás a la quiebra al cabo de un mes. El Papa no es tan
benévolo con monarcas extranjeros que osan ejecutar a alguien con sangre de la
realeza italiana. Ya me imagino la cara del cardenal de Rouen cuando se entere de
que sus posibilidades de convertirse en Papa se fueron al pozo junto conmigo
decapitado. Qué día de campo tendrías que pasar con tus católicos.
—¡Cállate! —gritó Kangta—. ¡Te has pasado de la raya más de una vez y yo he
hecho la vista gorda, pero nunca más! Mortbleu, ¡hasta aquí hemos llegado! ¡No
debiste irte del lado de ese traidor saboyano! ¿Te ofreció Milán? ¿Te prometió la
monarquía de Italia? ¿Cómo te atreves a suponer que podías poner en ridículo al Rey
de Francia? ¿Pensaste que tu traición quedaría impune? ¡Yo te hubiera convertido en
un dios en Francia! ¡En un almirante en jefe! ¡En el motivo del brindis de todo París!
—¿El motivo del brindis de París? —resolló Kyuhyun—. Conozco a un capitán de
barco al que le encantaría eso.
El humor del rey se fue por las nubes.
—¡Veamos si conservas tu chispa después de pasar unos días tranquilos en la
Bastilla! —Y a los alabarderos les gritó—: ¡Lleváoslo!  

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