Capítulo 30

170 27 0
                                    


El noble dorado se autorrecluyó en sus aposentos el día entero. Los sirvientes
iban y venían con sus comidas, pero nadie más que Kyuhyun tenía permitida la
entrada a su cuarto privado: el hombre era locamente celoso hasta del más
incondicional de sus capitanes, en especial del veneciano que no lograba quitarle los
ojos de encima. Roberto rió disimuladamente y con satisfacción mientras subía de
prisa por las intrincadas escaleras de servicio del castillo. Pronto Siwon sería duque
y él estaría allí a su lado para cosechar la gloria. Por lo tanto, llevaría a cabo su
misión al pie de la letra para garantizar que su amo recibiera el premio intacto. Un
coche de alquiler lo aguardaba del otro lado del muro, con un cochero ciego, sordo y
mudo a cambio de unas pocas monedas. Sin hacer ruido, desatrancó la puerta lateral
y avanzó sigilosamente. Sungmin yacía en la cama, dormido, con la melena
desplegada sobre la almohada en forma de abanico. Extrajo un paño y una botella de
cloroformo que había traído de París y se desplazó hacia la silueta serena. El corazón
se le aceleró ante una imagen tan bella y que se encontraba tan encantadoramente
cerca. Sungmin era un poco alto. Afortunadamente, la bolsa en la que él planeaba cargarlo
era bastante grande.
—Ven, belleza —murmuró él al tiempo que le pegaba a la boca rosada el paño
empapado en el anestésico—. Estás invitado a un gran baile en Versalles...
Ya casi era medianoche. Kyuhyun se estaba poniendo inquieto. Taemin notó que
su amo desviaba continuamente la vista hacia un punto del techo encima del cual
estaba ubicada cierta alcoba. Se estaba trazando en detalle un plan de ataque en
contra de la latente fortaleza francesa y española diseminada por todo Milán. Lo
único que restaba era el voto de los condes. Sin embargo, perdían el tiempo
discutiendo sobre viejos temas acompañados de un vino añejo. Cualquiera hubiera
dicho que lo hacían intencionalmente.
—Sigo sosteniendo que dirigir al ejército como comandante en jefe es un error
enorme del que todos nos lamentaremos en vida salvo tú, Kyuhyun, porque estarás
muerto —argumentó el conde Corrado de Bérgamo—. Respeto vuestra pasión por
dirigir el brazo ofensivo de nuestra fuerza conjunta, Dios sabe que nosotros los
bergameses elogiamos el valor por encima de todas las cosas, ¿pero quién tomará las
riendas si vos fracasáis?
—No fracasaré —Kyuhyun afirmó de manera clara y concisa.
—Sed razonable, Su Alteza —dijo el conde Castiglione como canturreando, con
las mejillas rojas que atestiguaban la cantidad de veces que le habían vuelto a llenar
la copa de vino—. Si os capturan u os matan en el campo de batalla, no quedará nadie
que dirija la campaña. Vos sois nuestro estratega. No podéis marchar como un
soldado cualquiera.
—Vendóme lo hace y también Onew y Marlborough —señaló Kyuhyun a secas.
—Sí, en el furgón de caballería, pero no a la cabeza de las tropas. ¡Eso es
suicida!
—Entonces soy un suicida —murmuró Kyuhyun. Disimuladamente, llamó a
Taemin—. Sube a verlo —le susurró—, mira a ver si necesita algo... alguna
compañía... y dile que subiré pronto.
—Younghwa Sforza se abrió paso al poder mediante su habilidad con las armas
—recordó el conde Carlino—. Tenía poco que vender más que la fortaleza de sus
hombres y la ambición que ardía en sus venas, y la gente se llenó de euforia al
llevarlo al Duomo junto con su caballo para aclamarlo duque.
—Historia antigua —masculló Tallius—. Admiro vuestra fortaleza de ánimo,
Stefano. Sin embargo, existen doctrinas sobre cómo dirigir una guerra, y poner al
soberano a punta de lanza simplemente no es algo que se haga en estos días. Va en
contra de toda regla.
—Preocupaos por cerrar vuestro pacto —le sugirió Kyuhyun—. Tenéis mucho de que
ocuparos.
En el extremo opuesto de la larga mesa, el conde Gonzaga estaba exponiendo
sus razones en favor de un tratado con Francia en lugar de un ataque por sorpresa.
—Hablamos como si Kangta, maldita su alma, nos permitiera hacerlo volar y
mantenerlo lejos. ¿Acaso no sabe todas las tretas de un demonio en el mando?
Mientras que Felipe retenga la Corona española, Francia no es una, sino dos
potencias.
El debate se enardeció con opiniones que bombardeaban a Eros desde todos los
flancos: una mitad de la mesa llamaba a la otra mitad "amantes barbáricos", mientras
que la otra mitad respondía de igual modo. El conde Rossi se puso de pie y vociferó:
—¡La infantería francesa es formidable y es considerada la más efectiva del
mundo!
—La infantería francesa no puede sostener recurrentes ataques de caballería —
respondió Kyuhyun con calma—. Ellos dirigen sus campañas a la antigua, con maniobras
en vez de combate y asediando fortalezas. Los tomaremos doblemente por sorpresa
porque utilizaremos artillería móvil, del tipo que se usa para destruir barcos pero
que también es efectiva para atrapar a muchas de las fuerzas enemigas de un solo
disparo. Nuestra campaña le mostrará al mundo que las filas atrincheradas, las
fortalezas bien guarnecidas y otras medidas defensivas se desmoronan bajo la
energía y la habilidad ofensiva desplegada en el campo de batalla.
Los condes parecían intrigados. Armándose de paciencia, Kyuhyun lanzó el discurso
final:
—El Viejo Mundo está enraizado en la tradición. Los franceses se guían tanto
por las estrechas reglas del arte, según las interpreten, como por las instrucciones de
Louvois, quien admito es un gran ministro de guerra pero no entiende la guerra. Su
máxima es: tomar los sitios fuertes del enemigo y éste caerá. Y a pesar de haber sido
testigo de las más espléndidas victorias obtenidas por hombres que desatendieron las
reglas y avanzaron hacia el enemigo, él pierde demasiado tiempo y dinero espiando
los movimientos y robándoles los medios de subsistencia, cuando debería llevar la
iniciativa. Eso cuesta mucho dinero y él carece de esa chispa divina que deben tener
los genios de la guerra. Y ése es sólo un ejemplo. Los españoles son más aireaos,
aunque sus instrucciones son no entregarse al combate a menos que la victoria sea
segura. El sultán Kara Mustafá es valiente y más listo. Aunque carece de hombres y
de medios para estar al frente de ataques a gran escala, él improvisa. Conspira y hace
planes para vencer la prosperidad occidental. Tened en cuenta a la diminuta Argel,
que ha sido como una espina clavada en vuestra carne durante siglos.
—¿Y el armamento? —interrumpió el conde Marco Rossi—. ¿Qué hay con el
armamento español?
—Sus cañones no serán efectivos —prometió Kyuhyun—. Mis hombres son expertos
en actuar sigilosamente y mi jefe de artilleros tiene una especial inclinación por el
acero español.
—¿No sería más inteligente esperar a la conclusión de la guerra para saber a qué
atenerse? —preguntó el conde Pietro Fogliani, embajador de la Corte Papal—. Si los
Aliados ganan...
—Entonces tendríamos nuevos soberanos de Habsburgo —destacó Kyuhyun—, sólo
que nuestros nuevos lores hablarían alemán en lugar de español. ¿Cuánto tiempo
estamos dispuestos a ser vasallos de los reyes de Europa?
—La Alianza no está interesada en gobernar Lombardía —exclamó Pazzo
Varesino.
—Tal vez —coincidió Kyuhyun—, pero tampoco la liberarán. Derramarán sangre
hasta dejar la tierra seca porque no tienen minas de oro en Panamá y para el final de
la guerra sus arcas estarán vacías.
Varesino torció los labios con desdén.
—Nuestros antepasados romanos comenzaron siendo una república y la
Historia ha probado que los consejos hacen muchas mejores elecciones que los
príncipes. ¿Por qué razón deberíamos vemos persuadidos a conferirle autoridad a un
hombre de mala reputación y hábitos corruptos? ¿Qué tipo de talentos os califican a
vos para salvar a Milán? ¿La capacidad mental de mantener la calma bajo el fuego?
Vos os basáis en el saqueo, el robo y la extorsión, y según recuerdo, en atravesar con
una lanza a los caballeros en los torneos. Si a los trece años erais un sanguinario, sin
duda os convertisteis en un pirata de sangre fría. Tenéis el potencial.
Un silencio reinó sobre la mesa; sin embargo, las caras a su alrededor lucían
curiosas pero no sorprendidas. ¿Estarían esperando a ver si el Lobo demostraba
aquello por lo que se había ganado esa escalofriante reputación?, se preguntó Kyuhyun.
Tras decidir jugar un poco con ellos, sorbió el vino.
—Lo habéis hecho bien para ser un advenedizo, cuya habilidad letal con la daga
de asesino no sólo os ha hecho ganar un puesto en la Corte, sino también gozar de
una considerable pensión por senilidad. He estado siguiendo vuestro éxito
atentamente, Pazzo. Lo que no lograsteis conseguir durante el reinado de mi padre a
través de medios honestos, lo robasteis después de su muerte. Os apropiasteis de la
Mansión Torelli para vuestra amante, la Martesana para vuestro hijo bastardo. Mis
bienes personales. ¿No os resultó peculiar que el hombre de mi padre os cambiara la
copa a vos y no a otra persona? —Sonrió—. ¿Sabéis? La única copa envenenada era la
mía.
El rostro de Varesino se enrojeció. Se llevó la mano al cuello y de un tirón se
aflojó el fular.
—Una pequeña dosis de cantrella lleva horas hasta ser absorbida por la
corriente sanguínea del ser humano, pero es suficiente para matar a un toro —Kyuhyun
pronunciaba lentamente con satisfacción—, como vos bien sabéis. Assassino.
Varesino se sofocó. Movió el brazo y la luz reflejó el delgado filo de un cuchillo.
Kyuhyun se incorporó rápidamente. Se inclinó sobre Rossi, extrajo la daga de la vaina del
sobresaltado conde y se la lanzó a Pazzo. El filo traspasó la mano del barón que
sostenía el cuchillo, a la altura de la muñeca, una fracción de segundo antes de que él
apuntara para lanzar su propio estilete. Un enfurecido grito de dolor brotó de los
labios de Pazzo. Se dobló aferrándose la mano apuñalada. Los dedos ensangrentados
se abrieron con rigidez y dejó caer el estilete sobre la mesa.
—Me engañasteis... —gritó al tiempo que caía tirando del mantel con todo su
peso y la vajilla de porcelana y cristal se hacía añicos. Se desplomó en el suelo,
pronunciando una sarta de improperios.
Los ojos asombrados se turnaban para mirar el sitio vacío y ensangrentado en la
mesa y al hombre frío sentado en la cabecera, con el rostro con esa cicatriz en forma
de media luna marcado por la repugnancia.
—Vuestro asesino no morirá envenenado, pero el intento fue notable, y, debo
decir, desgraciadamente previsible —dijo Kyuhyun—. Sé que sabíais que estaba vivo, y
estoy bien informado acerca de vuestras hazañas de estos últimos dieciséis años.
Robasteis mis tierras, mis casas y todos los bienes de mi principado, y los dividisteis
entre vosotros. Vinisteis hasta aquí dispuestos a eliminarme, seguros de que si su
intento fallaba, alertaríais a Francia y así me emboscaríais cuidadosamente. Sabiendo
eso, yo me esforcé por haceros cambiar de idea, no obstante, porque somos hermanos.
Sin mí, Milán seguirá ocupada y vuestro poder como consejo seguirá siendo un
chiste. Conmigo perderéis algo de vuestro poder local, pero recuperaremos el país.
Con o sin vosotros, yo voy a regresar. Ahora es vuestro turno para comenzar a trabajar
—Él abandonó la mesa levantando de esa forma la sesión.
Las puertas dobles se abrieron de golpe. Changmin y Taemin entraron de prisa
y casi se chocan con él.
—¡Sungmin no está! —declaró Changmin al tiempo que Taemin le mostraba el paño
con el olor acre.
—¡Bastardos! —rugió Kyuhyun. Sacó el par de pistolas del cinturón de Chamgin y se
giró. Con los ojos brillando de rabia, avanzó con resolución hacia el conde Bossi, le
apuntó a la cabeza y apretó el gatillo.
Un estallido mortal hizo saltar a los condes de las sillas. Un chorro de sangre
salió del cráneo perforado del conde, salpicando a los que estaban más cerca y
también el mantel blanco.
—¡Ejecutasteis a Bossi! —gritó Tallius, con la furia reflejada en sus ojos
desorbitados—. ¡Estáis loco!
—Peor. Estoy absolutamente cuerdo —Con el rostro duro como una piedra,
Eros avanzó hacia ellos, haciéndolos apartarse de un salto como si fueran una banda
de gallinas ante un poderoso depredador—. Bossi era un enfermo pervertido —dijo
fríamente con ira—. Nadie lo extrañará, especialmente los niños que recluía y de
quienes abusaba en mi Villeta Maiella, de la que se apropió dos meses después de que
me fuera de Milán. Sin embargo, en cuanto a vosotros, estimados condes, ¡apreciaré
mucho ejecutarlos, uno por uno, hasta que uno de vosotros dé un paso al frente y me
diga dónde diablos os lo llevasteis! —les rugió con los ojos bollándole de un color
asesino.
—¡No tenemos nada que ver con eso! —chilló Gonzaga desde detrás de una
silla alta.
—¡Sí tenemos que ver con lo de Varesino, pero no con eso! —ratificó Visconti
desde su sitio oculto detrás de las cortinas.
—¡Sed razonable, Kyuhyun! —imploró Corrado desde un rincón lejano,
agazapándose de miedo junto a un busto romano de mármol—. ¿En qué nos
beneficiaríamos si estuviésemos mintiendo?
—¡Hablad, cobardes! —gritó Eros, con apariencia cada vez menos tolerante. Sus
pasos resonaban de manera amenazante en el suelo de mármol—. ¡Esta es vuestra
última oportunidad!
—¡Es obra de vuestro primo! —gritó Rossi—. ¡Siwon también planeó vuestro
asesinato!
—¿Dónde? —La mirada de Kyuhyun se chocó con la de Tallius por encima de una
silla. Levantó la segunda pistola.
—¡Esperad! —Tallius se paró con las manos en alto—. Kangta estará ofreciendo su
Baile de Máscaras de Primavera en Versalles dentro de diez días. Si no alcanzas a los
hombres de Siwon, lo encontrarás allí.  

Secuestrado por el LoboDonde viven las historias. Descúbrelo ahora