6. La excepción.

2.4K 241 32
                                    

6. La excepción

Cuando el taxi se detuvo, le entregué un billete de cincuenta dólares al ya conocido chofer y no quise perder el tiempo esperando el cambio, así que le dije que lo guardase. Nos bajamos del vehículo sin soltar nuestras manos y aunque el efecto del alcohol ya no estaba tan presente en nosotros, eso no detenía nuestras muestras de cariño bastante exageradas.

Busqué las llaves en mi bolsillo con los brazos de ________ enrollados en mi cuello y sus labios repartiendo besos en todo mi rostro. La sonrisa divertida que estaba plasmada en su rostro me decía que disfrutaba distraerme de abrir la puerta, así que apenas entramos a la casa, me vengué buscando su boca, desesperado.

Me reía de manera estúpida, mientras avanzábamos por el corredor que llegaba a mi habitación, básicamente porque estaba nervioso como nunca. No entendía por qué, pero me sentía como un virgen a punto de acostarse con la mujer más sexy de la secundaria.

Caímos en la cama sin darnos cuenta y aproveché que estaba sobre ella para tomar el control. Sostuve sus muñecas, para evitar que se moviera e, intentando lucir confiado, llevé mi boca a la suave piel de su cuello. Sentí cómo ahogó un gemido, cerrando los ojos, arqueando la espalda y suspirando temblorosamente. El sabor de su piel era tan adictivo que sólo me detuve cuando sentí que, de verdad, necesitaba una bocanada de aire.

Pero al separarme un poco de ________, y ver su preciosa mirada inocente sobre mí, supe que debía detenerme, aunque no quisiera, así que lo hice. De manera repentina, me senté al borde de la cama, insultándome en mis adentros e intentando contener las colosales ganas que tenía de hacerle el amor. Apoyé los codos sobre mis rodillas y escondí el rostro en las palmas de mis manos, soltando un suspiro de frustración pura.

-Mierda, mierda, mierda–Maldije casi para mí mismo.

-Normie, ¿qué-qué pasa?–Balbuceó a mis espaldas, y no pude siquiera voltear a mirarla.

-No eres como las demás, ________–Respondí furioso, pero no con ella en lo absoluto.

Realmente, ella no tenía idea de cuánto la deseaba.

-Oh–Murmuró débil-Por supuesto que no soy como ellas....

Sentí cómo el colchón se movió un poco cuando ella se levantó de la cama, cabizbajo. Se colocó la chaqueta que yo mismo le había sacado hace unos minutos y dio un par de pasos a la puerta. Por la mirada a punto de llorar que tenía, supe que había malinterpretado lo que dije.

-No, mierda, ________, no es eso–Expliqué, poniéndome de pie y sujetándola de los hombros, obligando a que me mirase-Eres tan hermosa, tan dulce y... mierda, eres perfecta. Tú eres... eres la excepción.

Inclinó la cabeza hacia un lado, sin comprender a qué me refería. Gestos tan simples como ese, hacían que me perdiera en su fisonomía tal y como lo había hecho ahora. Con mis dedos rocé delicadamente cada detalle de su rostro, admirando cada detalle de su fascinante ser. Hice que se sentara en la cama, junto a mí y suspiré luego de unos segundos inmerso en el silencio, dispuesto a confesarle lo que sucedía en mi interior.

-Nunca he sido un hombre de relaciones largas. Lo más parecido a una relación seria que he tenido ha sido con Helena y eso no terminó bien. Suelo aburrirme de las mujeres, suelo usarlas, no me importa si les rompo el corazón y lo sabes...–Murmuré avergonzado de mi forma de ser- Pero contigo, no puedo, no puedo hacerte eso. Me gusta tenerte cerca, me haces sentir bien. Si me arriesgo a tener algo contigo y te lastimo, te vas a alejar y no podré soportarlo...

Cualquier intención de continuar explicándole fue interrumpida cuando acercó su boca a la mía. Me calló con un beso tan inexplicable, que me fue imposible no pensar en un futuro con ella. Cerrando mis párpados, la atraje más hacia mí, necesitando más de eso que ella me producía.

-Entonces no me lastimes–Susurró entre mis labios, con notorio nervio en su voz.

Nos separamos y sentí caricias en mi mejilla. Mi cabeza era un lío en esos momentos, pero, mierda, ¿por qué no podría lograrlo?

-Déjame cambiar...–Propuse, con los ojos aún cerrados-Sé que puedo hacerlo. Y después de eso, estaremos juntos.

Abrí los ojos. ________ lucía dudosa, pero feliz. Asintió despacio, relamiendo sus labios, como si estuviera pensando bastante en mi idea antes de responder.

-¿Eso es un sí?–La ansiedad en mi voz podía sentirse a kilómetros.

-Sí–Escondió su rostro en mi cuello, riendo, y, diablos, es la cosa más adorable que he visto en mi vida.

Cogiendo su rostro, la besé una vez más y me encantaba que se pusiera nerviosa cuando lo hacía. Sus mejillas se coloraban notoriamente y evadía mi mirada

-¿Qué hora es?–Preguntó mientras frotaba sus puños contra sus ojos. Me reí al mismo tiempo que me cuestionaba por qué era tan tierna.

-Las cinco–Dije, después de ver el reloj que estaba sobre la mesita de noche-¿tienes sueño?

-Nope–Movió su cabeza de izquierda a derecha y sin decirme nada, se metió bajo el cobertor de plumas de mi cama-¿podemos ver una película?

Siguiendo sus pasos, me metí a la cama, luego de quitar mis zapatos, y, sin preguntarle, la acurruqué sobre mi pecho. La sentí restregar su nariz, jugueteando, en mí y la besé un poco más solo porque no podía contenerme.

No llevábamos ni quince minutos de la película, cuando ________ ya estaba completamente dormida, emitiendo suaves ronquidos y abrazada fuerte a mí. Posé mis labios sobre su cabello y sonreí.

Íbamos a estar bien. Yo iba a sentar cabeza, porque ________ lo merecía, y tendría lo que siempre quise con ella. No había segundas oportunidades, no había errores por cometer. Ella era mi excepción y se lo iba a demostrar con hechos.

No podía salir mal.

The Exception - Norman ReedusDonde viven las historias. Descúbrelo ahora