19. Déjà vu.

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19. Déjà vu.

Mi vida se estaba volviendo monótona, frente a mis propios ojos, y era como si no pudiera hacer nada para detenerlo. Mis días se ocupaban por completo entre eventos sociales y preparativos para mi matrimonio, el cual se encontraba cada vez más cerca. Mientras mi papá se encargaba de todos los asuntos de la empresa y de la futura fusión que ocurriría entre esta y el negocio de la familia de Tom, yo me dedicaba a elegir un lindo vestido y el mejor menú para mi boda de ensueño–Ja, ja.

A Norman no lo veía desde aquella oportunidad en la que mi abuela nos descubrió a la entrada del edificio, es decir, hace ya dos semanas. Desde ese entonces, Eleanor seguía todos mis pasos las malditas y extenuantes veinticuatro horas del día, así que mis intentos de poder verlo tampoco eran muchos. Por lo menos, dios me ha bendecido con algo llamado tecnología, así que, luego de que desbloqueé su número telefónico, había podido comunicarme con él durante este tiempo a través de mensajes de texto.

Me subí al vehículo y le sonreí a John, quien me devolvió el saludo amablemente. Mi abuela se subió junto a mí justo cuando su celular comenzó a sonar. Contestó y la sonrisa se le marcó firme en el rostro, junto con sus arrugas, cuando escuchó a una de sus amigas hablar desde la otra línea. Y como, conociéndola, sabía que esa llamada podría durar horas, aproveché su distracción para sacar mi teléfono y escribir un mensaje.

"¿Nervioso por hoy, señor expositor?"

Me reí para mis adentros luego de presionar "enviar". Norman expondría sus fotografías en una prestigiosa galería de la ciudad hoy por la noche y sólo quería hacerle saber que lo recordaba, sí, qué patética soy. Pero, más patético era que, me moría de ganas de ir y estar con él, aunque estuviésemos llenos de gente, aunque sólo fuese por unos minutos. Yo me moría de ganas de verlo.

Como si una ampolleta se hubiera encendido sobre mí, tal y como sucede en los dibujos animados, una idea se estancó en mi cabeza. Tomé nuevamente mi celular, buscando entre mis contactos a Stacy Hilton. Miré a mi abuela y, luego de verificar que estaba demasiado ocupada en su conversación, volví a escribir, feliz.

"Hey, Stacy, ¿quieres ir a una exposición de fotografías hoy?"

***

-Entonces–Mi abuela nos dio una mirada examinadora, sobre todo a mí-, saldrán juntas y volverán acá juntas.

Asentimos y fingí seguridad. Sabía que la mujer no me permitiría salir sola, pero que sí lo haría si Stacy pasaba a buscarme y volvía conmigo por la noche.

Eleanor suspiró, resignada a la idea de que tendría que creerme y, finalmente, se despidió de nosotras, no sin antes advertirme que era la última oportunidad que me daba. Nos miró, desde la recepción del edificio, subir al auto y, recién después de eso, comenzó a caminar hasta el ascensor.

Reposé victoriosa sobre el cómodo asiento del auto y cerré los ojos, feliz de saber que en unos minutos vería–y sorprendería–a Norman. Mi mente no pudo evitar recordar aquella vez que lo fui a buscar, desde el aeropuerto–ya que, estaba tan feliz como ahora–y, sin darme cuenta, había dejado de sonreír. Sacudí la cabeza, regañándome y miré a Stacy, quien lucía bastante confundida y desorientada con la situación.

-Entonces, ¿en verdad iremos a una exposición?–Cuestionó, con cara de aún no entender lo que le había explicado por la mañana.

La tarea de la heredera de los Hilton no era complicada, sólo debía asentir cuando mi abuela preguntara algo, sonreír de vez en cuando y por nada del mundo mencionar que la exposición a la que íbamos era de Norman Reedus.

-Síp–Respondí. Me sonrió y recién ahí, entendí que ella no tenía por qué ayudarme y, de todos modos, lo había hecho-Gracias por esto–Susurré y ella sólo apretó sus labios, en un gesto de simpatía.

-No hay de qué, para eso están las amigas.

Hice una mueca un poco incómoda pero no lo notó, ya que, justo el auto se detuvo y John nos señaló que ya estábamos en nuestro destino. Me bajé con mi "amiga" tras de mí y podía sentir la emoción apoderarse mí por cada instante que pasaba.

Entramos al lugar, el cual era más amplio de lo que creí, ya que, había mucha gente. Pensé que sería difícil encontrar a Normie entre tantos desconocidos, pero hasta ese entonces ignoraba que algunos personajes ya conocidos se encontraban presentes.

-Hey, princesa de Manhattan.

Volteé y alcé las cejas, un poco sorprendida de ver a Zac, el chico del bar, en la galería. Me saludó con un abrazo y se rio.

-La última vez que nos vimos huiste sin explicarme nada–Habló y me sonrojé-Norman me ha contado su versión de la historia, pero bastante resumida, así que necesito la tuya.

-Espera, entonces, ¿eres amigo de Norman?

-Va al bar hace años–Siseó, encogiéndose de hombros y asentí-, por supuesto que lo conozco. ¿Ya lo viste?–Preguntó y negué-Allá está, posando para la prensa–Señaló con la cabeza y giré a verlo, contenta.

No sé qué cara habré puesto en ese momento, pero, probablemente no fue la mejor de todas, era evidente que no. No era para menos y, es que, aunque la situación me era familiar, aún lograba afectarme. Ahí estaba, entre los periodistas quienes le tomaban muchas fotos con sus invitados. Pero no sólo estaba él, no sólo estaba gente cualquiera, sino que también estaba ella, esa mujer. Estaba Diane.

Me miró y la alegría con la cual estaba posando desapareció. Sabía que esta vez él no podía seguirme, porque estaba socialmente condenado a quedarse ahí en ese lugar por unos buenos minutos. Tampoco iba a llorar esta vez, o al menos no ante sus ojos.

Jalé a Stacy de la muñeca y, esta sin entenderme, me siguió. Zac tenía la misma expresión de confusión que tenía aquel día que me fui sin explicarle, sin embargo, en esta oportunidad, comenzó a seguirme.

Podían cambiar algunas cosas, y otras no, pero eso, al fin y al cabo, daba igual. La perdedora de la historia siempre terminaba siendo yo.

The Exception - Norman ReedusDonde viven las historias. Descúbrelo ahora