Epílogo.

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Epílogo.
Dos años después.

Miré maravillada el cielo de la catedral, así como lo había hecho con el resto de todo el lugar, distrayéndome de las palabras del padre que oficializaba la ceremonia.

Siempre me habían gustado las bodas y, probablemente, era porque estábamos en Londres, o quizás por los novios, pero, debía confesar que, esta era una de mis favoritas.

Los brazos de Norman envolvieron mi cintura, obligándome a recostar mi espalda en su pecho y cerré los ojos, sintiendo una tranquilidad inmensa. Si hace dos años alguien me hubiese dicho que sería así de feliz, probablemente, no lo hubiera creído.

Sus boca sobre mi mejilla fue la encargada de hacerme volver a la realidad y, cuando lo hice, sonreí al ver a Tom y Kate, en el altar, por fin, contrayendo matrimonio. Me alegraba saber que, al igual que nosotros, ellos habían logrado tener su pequeño final feliz juntos.

-Entonces, ¿nosotros cuándo?–Escuché a Reedus susurrar en mi oído y me reí, despacito.

Tomó mi mano izquierda y la levantó, para besarla y, al mismo tiempo, hacerme mirar el enorme diamante que relucía en mi dedo anular. Sí, Norman y yo estábamos comprometidos desde hace un par de meses y, si todo resultaba bien, nos casaríamos en octubre de este mismo año.

-Nosotros debemos esperar un par de meses más, Reedus–Me burlé y lo escuché suspirar-. ¿Por qué tanta prisa, de todos modos? Ya vivimos juntos, confórmate con eso–Espeté, sacándole la lengua.

-Es sólo que no aguanto más, bebé. Quiero que seas mi maldita esposa, ahora ya. Además, ¿por qué tanta calma, tú?–Me cuestionó con la mirada y reí, sin mirarlo de vuelta-, ¿acaso no te quieres casar con este bombón?–Preguntó, refiriéndose a él mismo.

-No, Norman, no me quiero casar contigo–Fingí seriedad, pero no me aguanté mucho- Estoy esperando a que mueras y, así, poder casarme con un hombre de mi edad, ya sabes, más joven–Bromeé, muerta de la risa, pero en silencio.

-Hey, no te desharás de mí así de fácil–Advirtió y arqueé una ceja-Debemos tener, al menos, dos hijos; una niñita y un niñito. Le he prometido a Steven ser el padrino de la niña y a Andrew el niño. Lauren y Danai serán las madrinas, por cierto–Me avisó, con una sonrisa confidente.

Alcé las cejas, sorprendida y él soltó unas fuertes carcajadas ante mi reacción. Quién diría que Norman Reedus, el hombre que había dicho que no creía en el amor y que ya no quería más hijos, estaría frente a mí, desesperado por casarse y embarazarme. No cabía duda que no mentía cuando él dijo que yo era su excepción.

-Vaya, no tenía idea sobre eso–Murmuré, pensativa, y, después, me crucé de brazos-. ¿Qué haré ahora? También le he prometido a Tom y a Kate ser padrinos de uno de mis hijos.

-Pues, podemos tener otro, mi amor. No me molesta en lo absoluto–Murmuró, con picardía, escondiendo su rostro en mi cuello, por un par de segundos.

Me puse en puntitas para darle un beso y sonreímos estúpidamente.

-Diablos, ________, no sé qué mierda hice en mi vida para merecerte, pero debe haber sido algo muy bueno.

Suspiré, jugueteando con los cabellos que cubría su rostro, con la boca acalambrada de tanto sonreír. Y es que, desde hace mucho que, la sonrisa no desaparecía de mi rostro. No sabía cómo era posible amar tanto alguien, pero, aquí estaba, haciéndolo, sin razonamiento alguno. Amar así, me había vuelto en la mujer más feliz del planeta; le había entregado mi corazón a Norman hace mucho y volvería a hacerlo todas las veces que fuera posible.

Él había estado para mí durante cada momento que lo necesité, en estos dos años; desde cosas simples, como cuando estuve resfriada y se encargó de cuidarme toda la semana, hasta eventos importantes que sucedieron en mi vida, como cuando Eleanor se suicidó después de quedar, oficialmente, en banca rota. Él se había encargado de no hacerme sentir culpable de su muerte, así como se había encargado de volver a establecer los lazos con mi padre, en quien, debía confesar, había logrado recuperar la confianza.

-¿Sabes que te amo, verdad?–Volvió a susurrar en mi oído y me estremecí.

-Sí, Normie. Y yo te amo a ti, mucho, mucho.

-Con cada parte de mi cuerpo, a cada segundo, a cada respiro...–Dijo, citando la misma frase que me había dicho esa noche que hicimos el amor por primera vez.

Y en sus ojos, pude notar, reflejarse lo mismo que en los míos. Él era tan feliz como yo.

Yo estaba bien, estábamos bien.
No había ninguna pizca de oscuridad en nuestras vidas. Éramos plenamente felices, tal y como lo merecíamos.

Y esto era sólo el comienzo.

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Estoy DESTROZADA.
Las amo y muchas gracias por leer <3.

The Exception - Norman ReedusDonde viven las historias. Descúbrelo ahora