11. Optimista/PesimistaSiempre me he preguntado si existe alguna manera de saber si estoy tomando la decisión correcta o no. Probablemente, no es posible saberlo, así que debemos arriesgarnos y ver qué pasa. Sí, suena horrible, pero también se supone que eso es lo mágico del destino.
Y ahí estaba, en el aeropuerto, a minutos de arriesgarme como nunca antes en mi vida lo había hecho. Pero no era un riesgo en su totalidad, también era un alivio, un botón de pánico, un escape antes de que las cosas se pusieran peor de lo que ya estaban.
Me lo dije una y mil veces, no te enamores de él, de cualquiera, pero de él no. Por supuesto, no hice caso y decidí complicar mi existencia un poco más. Otra mala decisión. Y la culpa, como siempre, recaía en mí. ¿Qué podía reclamarle a él, si nunca tuvimos algo? Siempre fui yo, haciéndome estúpidas ilusiones, y desilusionándome una vez tras otra.
Acababa de comprobar que ni siquiera era su amiga. Para él, yo sólo era la asistente de Greg, nada más.
La fila ya era pequeña, sólo faltábamos unos pocos por abordar el avión. Camino de un lado a otro, mirando cómo la mujer encargada de verificar los boletos hace su trabajo de manera más que eficiente. Por qué es tan rápida, bufo en mis interiores, deseando tener más tiempo para pensar. Y ahora, sólo falto yo.
De pronto, el bolsillo de mi abrigo vibra. Saco mi celular casi por inercia, y con la pantalla ya iluminada, perfectamente puedo leer el nombre "Norman" en la llamada entrante. Mis manos tiemblan, sin saber qué hacer. Aceptar o Rechazar.
-________, ya debemos subir–Miro angustiada, por no decir desesperada, a mi papá, pero no me muevo. Vuelvo a ver el celular, él continúa llamando.
Tomar el vuelo o quedarme ¿Qué debía hacer?
Creo que, por una vez en mi vida, debo actuar de manera racional. Arrojo el celular al basurero que se encontraba a un costado y avancé hasta donde mi papá. Vas a hacer esto, me repito, vas a alejarte de él. Vas a alejarte de él, porque él te hace mal.
Vuelvo a detenerme, cerré los ojos y suspiré. Todos los huesos de mi cuerpo, cada neurona de mi cerebro, cada latido de mi corazón, me decían que estaba haciendo lo correcto, pero yo... yo simplemente no podía aceptarlo. Agacho la mirada, un poco avergonzada, pero también un poco divertida por la situación.
-Yo-yo no puedo irme–Susurro, rendida, y él sonríe.
-Lo sabía–Suspira y alzo las cejas, sorprendida–, eres igual de obstinada que tu madre–No puedo evitar sonreír de manera sincera ante su comentario y suspiro-Estaré en New York hasta mañana y después volaré a Italia, por si te arrepientes.
Me río y mi cuerpo busca un abrazo de su parte, abrazo que el recibe y de vuelve. Cierro los ojos fuerte, recostando mi cabeza sobre su hombro. Oh, no saben cuánto necesitaba un abrazo así, reconfortante. Nos despedimos prometiendo que no perderíamos el contacto y después de verlo abordar el avión, miro mi reloj. Ya eran las ocho treinta y dos.
Tomo el primer taxi que logro detener, y más feliz que nunca le doy la dirección del restaurante de Norman al chofer. Juego, nerviosa, con mis manos durante el trayecto, pensando en las palabras que diré e imaginando todo en mi cabeza.
Mi corazón latía más fuerte que nunca y no era una sensación mala, era todo lo contrario. Estaba segura de que había elegido bien, había tomado la decisión correcta.
¿Cómo lo sabía? Yo no podía parar parar de sonreír.
***
Mis ojos permanecen fijos en la entrada, buscando algún rastro de ________ en mi nuevo restaurante. La gente se acerca a saludarme y felicitarme, pero no puedo concentrarme en sus palabras. Miro mi celular, ignorando cualquier mensaje que no fuese de ella, pero no había nada. Revisé la hora y suspiré. Las ocho veinticinco. Cinco minutos y me rindo, pensé.
-Norman, ella vendrá, tranquilo hombre–Greg me dice luego de dar unas palmadas en mi hombro y alejarse entre la multitud. No sé si lo dice porque realmente cree que ella vendrá o por lo miserable que luzco.
Sin cuestionarme mucho, marqué su número telefónico, sólo para no obtener respuesta de ella. Mi corazón se desespera mientras sacó de una bandeja un vaso de whisky, dejándome anestesiar por el efecto del alcohol.
Ella no va a venir, me digo a mí mismo y bebo otro vaso sin pausar. La perdiste, imbécil. Vuelvo a mirar el reloj, mientras converso con algunos que se acercan a saludar. Ya son las ocho treinta y siete, y ella no está acá.
Me alejo de la gente y camino hasta la barra del local, donde está casi vacío. Apoyo mi cabeza en la palma de mis manos e intento no ponerme a llorar. ¿Cómo era posible que tenía algo tan hermoso y lo había perdido?
Una mano en mi hombro me distrae. Me giro esperanzado, pero mi sonrisa se desvanece al ver que sólo es Diane. Su rostro me hace notar que ha bebido un poco más que yo y que probablemente aún sigue peleada con su novio. Acaricia mi mejilla y sonríe, seductora.
-¿Quieres terminar lo de la otra noche en el bar?
Vuelvo a mirar la maldita hora, que se burla de mí por cada segundo que pasa. Ocho cuarenta y uno. Ya ríndete, Reedus.
-Seguro–Sonrio fríamente-Vamos a mi casa.
Ya no me importaba nada. Ella no iba a llegar.
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Ay, Norman jaja.
La verdad es que tenía planeado que este fuera el penúltimo capítulo, no estoy segura sí finalmente será así, pero si llego a alargar la historia, sólo serían unos 10 capítulos más o algo así, ¿qué opinan?
Las quiero <3
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The Exception - Norman Reedus
Fiksi PenggemarMientras más intentaba alejarme de él, más me enamoraba.