13. Sigue lloviendo sobre mi cabeza.

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13. Sigue lloviendo sobre mi cabeza

Mi salida de la casa de Norman lucía tan dramática como la de una película; llorando como una magdalena y con Reedus siguiéndome, implorando mi perdón.

-¡Suéltame!–Chillé, zamarreando mi brazo cuando lo sujetó.

Corrí hasta el taxi que me había traído hasta acá y que me esperaba en caso de que Norman no estuviese en casa. Oh, como desearía que no hubiese estado en casa.

-Por-por favor sáqueme de acá–Musité, desesperada. El taxista sólo me miró preocupado y con un poco de lástima.

-¿A dónde vamos?–Me preguntó, encendiendo el vehículo, pero sin comenzar a conducir.

-No lo sé, sólo sáqueme de acá–Supliqué.

Sí, debo verme bastante patética, pensé.

Salimos rápidamente de la calle donde Norman vivía, pero cuando mi respiración comenzaba a tranquilizarse, las cosas, de nuevo, se salían de control.

-Señorita–El chofer habló, un poco asustado de mi reacción-, creo que esa motocicleta nos viene siguiendo-Murmuró, con la vista en el espejo retrovisor.

Volteé un poco sólo para ver si, realmente, nos seguía una moto y, claro que sí, cómo pensé que iba a darse por vencido así de rápido. Norman venía atrás en una de sus tantas motocicletas, a metros de mí. Doblamos a la izquierda y él también lo hace, aceleramos y él también, copiando cada maniobra que intentábamos realizar para perderlo.

El centro de Senoia luce vivo de noche, todas las luces prendidas y la gente paseando por sus calles. La luz del semáforo que se encontraba en el cruce de la calle, se vuelve color amarillo, de un segundo a otro. El taxista acelera un poco, confiado de sus movimientos.

-Aquí lo perderemos–Me asegura el hombre que me ha llevado de un lugar a otro por casi dos horas y yo asiento.

Cruzamos la calle justo cuando la luz roja obliga que todos los autos que vienen tras nosotros se detengan, pero mis ojos se abren, sorprendidos, al ver que Norman no para en lo absoluto.

Lo siguiente, sucede tan rápido y no puedo evitar sentirme un poco culpable. Norman atraviesa el cruce sin importarle que la ley de tránsito se lo prohíbe, sin importarle su seguridad, sin importarle que una camioneta, a su derecha, está avanzando al igual que él. Se escucha el fuerte frenar del vehículo y cómo este impacta contra Norman y su motocicleta. El auto en el que voy, sin destino alguno, se detiene, junto con mi corazón.

El taxista me miró, una vez más. Podría apostar que este ha sido el día más emocionante de toda su vida laboral.

-Déjeme acá–Respondí, sin pensar mucho en qué haría después de esto.

Me bajé rápidamente después de pagarle una generosa suma al chofer, por todos los malos ratos que le he hecho pasar. Caminé hasta el cúmulo de gente que se estaba haciendo en la zona de choque y me adentré en este, sin importarme tener que pasar por sobre todos.

Me arrodillé en suelo, junto a él, revisando las heridas que el impacto le había causado. Soltó un roncó grito cuando intentó mover su pierna, sin notar del todo mi presencia.

-Norman, mírame–Tomé su rostro entre mis manos y él sonrió.

-¿Me estoy muriendo?–Alzó sus brazos para tratar de abrazarme, pero yo no se lo permití y lo mantuve semi recostado en el suelo-¿Es-es por eso que te estoy viendo, verdad?

Cerró los ojos y, aunque pensé que los abriría en unos segundos, no lo hizo. Di pequeñas palmadas en su mejilla, pero no reaccionó.

-No-normie, mírame, no te quedes dormido...–Le pedí, pero era como si sus ojos se mantuvieran cerrados apropósito-Por favor–Sollocé, con la idea de que mis palabras lograran convencerlo-Mi amor, por favor

-¿Me has perdonado, mi amor?

Asentí levemente, mordiéndome el labio y ya no sabía si lloraba por cómo estaba ahora o por lo que había sucedido hace un rato. Era una mezcla entre rabia y tristeza que estaba fuera de mi control.

La sirena de la ambulancia resonó fuerte contra mis oídos. Bastaron unos segundos para que los paramédicos colocaran a los accidentados en camillas y los trasladaran al hospital. Uno de los hombres que sostenía la camilla de Norman me miró, probablemente preguntándose qué era yo del actor.

-¿Irás con nosotros en la ambulancia?–Preguntó él.

Sentí la mano de Norman tomar la mía, sus ojos volviéndose suplicantes, y suspiré.

-Sí.

***

Caminando de un lado a otro, miraba atenta el reloj que estaba sobre la pared del hospital al que nos habían traído. Apenas había pasado una hora. Greg, Andrew y Jeffrey, quienes llegaron apenas les comuniqué sobre el accidente, esperaban, junto a mí, noticias del estado de salud de Norman. Algunos reporteros de prensa se encontraban a las afueras del recinto, pero tenía prohibido entrar. La madre de Norman, y su hijo Mingus, viajarían desde Texas y New York, respectivamente, para estar mañana a primera hora junto a él, mientras que el resto de sus conocidos enviaban mensajes para saber sobre su estado.

-Tranquila, ________–Jeffrey se puso de pie y dio unas suaves caricias en mi hombro, intentando tranquilizarme-, han dicho que las heridas no han sido tan graves, sólo fracturas.

Asentí, nerviosa y miré a Nicotero, quien me sonrió con cansancio. Le había contado qué fue lo que pasó, específicamente, por qué Norman había salido en su motocicleta tras de mí y toda la tragedia griega que estábamos viviendo.

La enfermera apreció en el pasillo y todos la rodeamos, expectantes ante cualquier noticia que nos pudiera dar. La muchacha lucía tranquila, así que supuse que, gracias dios, todo estaría bien.

-El señor Reedus está estable–Dijo, y todos suspiramos aliviados-, no hay daños graves y su actividad cerebral está perfecta–Asentí y sentí que, por fin, mi corazón volvía a latir con normalidad-Ahora lo hemos trasladado a una habitación. Debe pasar la noche acá, en observación, pero mañana puede ser dado de alta, sólo si se mantiene en reposo.

Los chicos continuaron conversando con la enfermera por un par de segundos más, mientras yo intentaba realizar algunos trámites desde mi celular. Una mano sobre mi hombro me distrajo, y miré atenta a la chica, con Jeffrey, Andrew y Greg atrás, observando lo que sucedería.

-El señor Reedus está preguntando por la señorita ________, y supongo que es usted porque, bueno–Rió-, es la única mujer acá y, además, cumple con la descripción que él me ha dado.

Alcé las cejas, bastante sorprendida porque pensé que no recordaría que yo estuve con él. Di un suspiro y avancé unos pasos.

-Dígale que ella nunca estuvo acá–Susurré, colocándome la chaqueta que había dejado en la silla y tomando mi bolso-, que se equivocó o algo así.

-Oh–Susurró-, es-está bien.

La vimos marcharse y mi jefe se acercó a mí, bastante consternado.

-¿Te vas?–Asentí y suspiró, sabiendo que no había nada que pudiera hacer para que me quedara-¿A dónde?

-No lo sé, lejos de acá–Me encogí de hombros, intentado lucir confiada.

-¿Estarás bien?

-Tengo que estarlo–Sonreí.

Me despedí de mis compañeros de trabajo con un fuerte abrazo y antes de arrepentirme, abandoné el hospital. El taxi que había pedido me estaba esperando afuera y esperaba que esta vez, el viaje fuera tranquilo y sin lágrimas.

-Al aeropuerto–Susurré.

Adiós, Norman.

The Exception - Norman ReedusDonde viven las historias. Descúbrelo ahora