Austin se había duchado y cambiado con, una remera negra con un dibujo rojo central que decía: “You&I”. Unos jeans negros desgastados, unas Converse rojas y su gorra de “Chicago Bulls”.
Miró el celular y estaba decidiendo si contarle a su madre lo que había ocurrido. En fin, la lógica ganó y marcó el número de su madre, luego de relatar todo con lujo de detalle, como su madre siempre le pedía que se explicara, Michelle quedó totalmente sorprendida con lo que su hijo le estaba contando. Austin la calmó antes de que lo invadiera en preguntas que no podía responder.
-¿Y ahora irás a verla?- le preguntó su madre.
-Sí. El detective me dijo que podía ayudar a que ella hablara-
-Bien ¿Entonces yo podré ir a verla después verdad?-
-Claro. Y Dave también-
-Austin una pregunta-
-Aja- contestó él.
-¿Hace cuanto que no compras algo en el almacén?-
-De esto quería hablarte. Porque realmente-
-¿No tienes nada verdad?-
-No- dijo Austin soltando un suspiro.
-Yo no iré otra vez a comprarte todo-
-Pero mamá- se quiso excusar.
-Pero mamá nada. Ahora iras tú a comprar lo que necesites-
-Pero mamá la prensa y-
-No puedes huir para siempre de ellos-
-Está bien- dijo sin rodeos.
-Muy bien hijito ahora debo irme, mi jefe me está llamando. Adiós. Cuídate cielo-
-Gracias mamá, tú igual-
La llamada terminó y Austin caminó hasta el refrigerador nuevamente, estaba todo lo de antes, solo que esta vez sin una manzana y el limón ya estaba largando olor, con algo de asco tomó el limón y lo arrojó al cesto de basura que estaba al lado del refrigerador.
Abrió y cerró todas las puertas del gran almacén que tenía para guardar comida, que ahora estaba completamente vacío. Excepto por una lata de fruta envasada y algunos frijoles sueltos.
Decidió que después de venir del hospital tenía que hacer las compras o se moriría de hambre.
Tomó una botella de agua y luego se sentó a ver la televisión en busca de algo entretenido. Dejo en un canal que estrenaban una película que él ya había visto. Se sobresaltó cuando escuchó la puerta tocar y segundos después escuchar el timbre.
Abrió la puerta y a lo lejos, en la sombra de un árbol se podía ver un auto negro con los vidrios polarizados en el mismo color. Austin quedó mirando por unos minutos aquel auto, y cuando estaba por avanzar se encontró con un pedazo de papel en sus pies. Frunció el ceño, se agachó a agarrarlo y el auto arrancó a toda velocidad haciendo un tremendo ruido con las llantas.
Austin entró adentro y al observar bien el papel, se dio cuenta que era un sobre, no decía nada, solo estaba cerrado y era todo blanco.
Al abrirlo Austin tuvo que luchar por mantenerse parado y por respirar. Miró una y otra vez el contenido y se seguía sorprendiendo. En el sobre había una foto, pero no cualquier foto, sino de una chica “sentada” en una silla, amarrada con cuerdas en la parte de atrás de la misma, su boca tapada con un pedazo de tela negra, su pelo estaba completamente despeinado y desaliñado, su ropa estaba rasguñada y le faltaban algunos pedazos. Su piel estaba mojada y sucia, y su rostro. ¡Oh por Dios su rostro! Austin tuvo que luchar para no llorar y no caerse. Su rostro, al igual que su cuerpo estaba cubierto de cortaduras rectas saliendo sangre de ellas, tenía golpes por todo su rostro, sus ojos estaban hinchados de tanto llorar, sus labios partidos saliendo un hilo de sangre por la comisura. Sus ojos expresaban tantas cosas a la vez que parecía difícil descifrarlo. Dolor, miedo, tristeza…
Y Austin la reconoció, era ella, la chica que había tenido en sus brazos hace unas horas, la chica por la cual él se preocupaba como jamás lo había hecho por nadie sin antes conocerla. Aquella era la joven que hacía unas horas, la habían llevado al hospital.
Todo eso estaba expresado en una sola foto ¿Acaso eran ellos? ¿Ellos eran lo que habían causado todo esto? Pero que pregunta más estúpida, por supuesto, ellos le habían hecho esto ¿Pero por qué? ¿Por qué le habrían hecho algo así? ¿Qué era esta foto? ¿Por qué vinieron a dársela? ¿Era una amenaza? ¿Pero de qué? ¿Para qué?
Austin ahogado en preguntas y miedo, no sólo por sí mismo, se tumbó en el sofá sin quitar los ojos de la pequeña gran foto en sus manos.
Después de una hora el timbre volvió a sonar, y esta vez tenía miedo de atender, luego de que tocara varias veces, al parecer se rindieron, pero entonces su celular comenzó a sonar, él pegó un salto del susto.
-Austin, sé que estás en tú casa ábreme- la voz era inconfundible, el exhaló con alivio.
Caminó hasta la puerta y la abrió, allí se encontraba el detective García, a unos pasos de la puerta con un celular en sus manos.
-García- dijo Austin casi en un susurro.
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La Chica Desconocida
RomanceAustin es un solitario famoso. Vive sólo y su vida está lo suficientemente organizada como para perder tiempo en otras cosas que no sea su carrera de cantante. En la noche menos esperada, encontrará la persona que cambiará su vida para siempre. Y le...