Día mil ocho, de toda una vida

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El abuelo había traído una torta, una que no esperaba y alegro un poquito mi corazón. Me abrazo y me dijo cuanto me amaba.

Tenía las lágrimas al borde de mis ojos, un sollozo estaba atascado en mi garganta y mi nariz estaba a punto de estallar en un sorbido mocoso.

"Llora. Ya deja de ocultarlo, de hacerte la fuerte"

Me sorprendí y me empeñe más en seguir guardando esas lágrimas, en controlar ese sollozo esperando por ser destapado.

Luego ella sólo empezó a llorar y me rompí.

Me regañe mentalmente.

¿Por qué era tan débil? ¿No había aprendido nada en estos meses?

Mamá se lamentaba mientras yo lloraba sin poder controlarme. Ella había tocado un botón sensible al sólo mirarme mortificada e impotente.

<<Perdóname mamá>>

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