Día mil treinta y dos, de toda una vida

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Estaba furiosa y dolida. Había algo en mi que no terminaba de entender cómo había terminado con ese título en mis manos: "Sin corazón", decían cuando hablaban conmigo o si quiera me veían.

Y se lo habían tomado en serio. Podían pasar por encima de mi, creyendo que no dolería.

Dolía, su partida dolió. Ella creía que no, que por que no había llorado, que por que no había pataleado, yo estaba inmune a sentir. Así que lo defendió, con mucho fervor, lo hizo. Llevándose por delante aquello que ellos decían no tenía.

Este ser sin un órgano; sentía, por que al parecer mis sentimientos no estaban allí, sino en mi cerebro y según el... Vaya que todo dolió. Un ardor en el pecho me lo dijo, aunque todo estaba en mi cabeza.

Yo no lloraba, no rogaba, no pataleaba, no me dejaba ver débil, no tenía muecas de tristezas. Yo me creía fuerte, tal vez por eso decidieron que de a partir de todo eso, mi corazón magicamente había desaparecido.

Hear me. I'm dying. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora