Día mil diez, de toda una vida

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Estaba recuperándome, de apoco y en silencio, llorando lo que era necesario, obligándome a ser fuerte, exigiendome un poco más de frialdad en el asunto. Más lógica, menos sentimientos.

Pero luego todo se derrumbo.

Llegaste al Instituto exigiendo verme. Sólo salí de clase sintiendo que mi refugio, mi lugar, mi escondite de ti y la vida que me estabas creando, era saqueado. Estabas allí de intruso.

Me sonreíste apenas llegue. ¿Cómo podías ser tan falso? Me entregaste un termo con jugo, usando una vana excusa de que se me había quedado. ¿Desde cuando te importaba tanto?  Siempre me repetías que fuera responsable de mis cosas, que lo que dejaba jamás sería llevado a mis manos, por lo menos no de parte tuya.

Pero luego vi tu retorcido y enfermizo propósito: restregarme en la cara MI error, porque una vez más, yo era la culpable.

"Lo que pasó jamás debió suceder, pero paso. Debes tener en cuenta que tu empezaste esto"

¡¿Disculpa?!

No dije nada.

Asentí, tome el termo y me fui, sintiendo que me asfixiaba.

Llegue al salón, con la mirada en alto, llena de cólera, pedí un permiso al baño y lloré de irá una vez estaba​ allí.

Era inhumano lo que habías hecho, era casi tan escandaloso como el sonido de mi corazón rompiéndose.

Hear me. I'm dying. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora