Hear me. I'm dying.

Día mil trece, de toda una vida.

Me estaba asfixiando, el aire parecía hacerse cada vez más denso, por lo menos así parecía para mi.

Estaba ahogándome con las palabras. Jamás dije nada, era siempre la niña callada que lloraba en silencio, que reprimía todo. Tu siempre me exigias una respuesta; jamás respondí.

Sabía que si algo se atrevía a salir de mi boca, te dolería. Tal vez te subestime mucho. Tu no tenías sentimientos, pero aun así busque protegerlos de mi extraño desagrado hacía ti.

Detestaba cada vez que pasabas cerca de mi chocando mi hombro. Parecía tener un nudo de repulsión en la garganta que cada vez se hizo más insoportable.

Pronto ya no sentía empatía hacia ti, ni hacia lo que hacías; hacia nada en realidad.

Creo que por eso sufro mi gran dilema de estudios. No sé que estudiar y tu has influido en ello.

Negocios o ciencia.

Siempre pensé en los negocios y en parte era por ti. Tenías un gran sueño que cumplir que llevaba reluciente esa palabra, en el frente. Quería ayudarte, admiraba lo que hacías... mas bien... te admiraba y cuando perdiste ese encanto, creo que ahí fue donde mi convicción se fue a la basura. Ya no sabía que elegir.

Habías perdido más que el encanto; habías perdido mi amor.