Día mil nueve, de toda una vida

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El abuelo me había hecho reír más de una vez, con sus ocurrencias y su carisma. Era increíble la forma en que siempre me entendía, me ayudaba y relajaba.

Pero esa pequeña paz duro poco.

Llegaste tan fanfarrón como siempre, con un semblante serio, una torta en mano  y un regalo empacado en la otra.

Después de todo no habías olvidado que tu hija más amada cumplía años.

Quería llorar y gritar de impotencia y enojo.

Ése ramo de flores con un te amo decorándolo no era suficiente, ¡maldita sea jamás lo sería! Ni si quiera el que trajeras mi torta favorita. Mucho menos un bono para poder deleitarme en la Librería.

¿Era normal sentir que todo eso podía irse muy al carajo, sin importar su valor?

Mamá esperaba que yo llorara de la emoción con cada regalo, por la devoción, que según ella, habías puesto en aquello.

"Gracias"

Fue lo único que logró salir de mi boca.

No habían lágrimas de por medio y mucho menos emoción.

¿De verdad esperabas que pasará por alto todo aquello con unos regalos?

Que poco conocías a tu propia hija.

Hear me. I'm dying. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora