Capitulo 1: Yo soy Soe

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—Aquí está su café, tía Fortunata —dijo Soe, dándole una pequeña taza blanca a su tía.

—Gracias. —La sonrisa de Fortunata se distorsionó al probar el café—. Un poco claro —dijo.

—Era lo último del frasco —excusó Soe, sonrojándose.

—¿No tenías tiempo para comprar?

—Más bien dinero. —La piel de Soe pasó de un rosa suave a un rojo intenso, lo que provocó que sus ojos de colores diferentes resaltaran aun más, incomodando a Fortunata, quien desvió la mirada.

—Si necesitas dinero antes del fin de mes, solo debes pedirlo. —Fortunata dejó el intento de café en la mesa y comenzó a abanicarse.

—El dinero no es el problema, tía.

La pelirroja dejó de abanicarse y miró con atención a su sobrino, quien estaba más delgado que el mes anterior.

—Te veo desnutrido. —Cuando Fortunata creyó que Soe no podía sonrojarse más, su cara logró lo imposible, sus ojos parecían resplandecer como dos luces.

—Es que estoy creciendo.

—¿Qué?

—Dijo que me ve desnutrido, es solo que estoy creciendo. —Soe comenzó a jugar con uno de los mechones grises de su pelo lacio.

—¡No me digas! —La mujer comenzó a abanicarse de nuevo, disimulando una sonrisa—. Soe, tienes veinte años, pareces de quince, y hace tres años que no creces ni un pelo.

Soe iba a protestar, pero todo lo que había dicho su tía era cierto, como también era verdad que estaba desnutrido, y también era cierto que tenía dos semanas sobreviviendo con una comida al día, y es que ese gramo de café que su tía rechazó, lo estaba guardando porque Fortunata siempre tomaba café cuando lo visitaba, y ese día de visita no tendría nada que ofrecerle.

Los ojos de Soe se preñaron en lágrimas, no porque quisiera llorar, sino porque siempre que pensaba, se olvidaba de parpadear, el problema era que su tía Fortunata no había notado aun eso.

—Soe, no es para que llores. ¡Ya estás grandecito!

—No, tía, es que...

—Nada, nada. —Fortunata se puso de pie—. Si tu situación es tan precaria, ¿por qué no te dejas de tonterías y aceptas venir a vivir a la mansión De la Rosa, con tu tío y conmigo?

—¡No otra vez, tía! —exclamó Soe.

—¡Sí! ¡Sí otra vez! —Fortunata comenzó a abanicarse de nuevo.

—Tía, cada vez que viene a Costa Blanca es lo mismo.

—Y seguirá siendo, hasta que admitas venir con nosotros. —La pelirroja iba a tomar de nuevo el café, pero se arrepintió, y en su lugar, se puso de pie—. Mi visita ya se prolongó mucho, y aun me quedan cosas que hacer aquí antes de regresar a San Sebastián.

—Está bien. Gracias por venir, tía.

Soe acompañó a Fortunata hasta la puerta de la pequeña casa.

—Antes de irme —anunció Fortunata deteniéndose en el quicio de la puerta—, déjame repetir que el día que quieras dejar esta pobreza y venir a vivir con tu tío Lunet y conmigo, te...

—Tía —interrumpió Soe—, ya me lo dijo y mi respuesta es la misma.

—¡Es que tu respuesta es necia y tonta! —Fortunata sacó de su bolso su abanico negro, como el resto de su atuendo, y comenzó a abanicarse con fuerza.

Flor ImperialDonde viven las historias. Descúbrelo ahora