Capítulo 16: Juegos

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Moriana no creyó en la desfachatez de la sirvienta al contestar que si la había visto robar el collar de Sarabell.

—¿Cómo te atreves? —le gritó el ama de llaves a Carmen.

—¡Moriana! —gritó Lunet a su vez—, más vale que guardes silencio si no quieres que llame a la guardia para que ellos se hagan cargo.

Moriana no contestó, solo agachó la cabeza.

—¿Cómo era ese collar? —continuó Lunet.

—Tenia cristalitos rojos y piedritas negras —contestó Carmen mientras hacía memoria.

Mística reconoció la descripción del collar que Sarabell le había regalado para que lo vendiera, y en una mirada directa y dura, quiso saber que ocurría, pero su supuesta amiga solo gimoteaba en silencio.

—Mística —siguió Lunet—, ¿tú viste a Moriana entregar ese collar a un desconocido por dinero?

—Lamento haberte involucrado en esto —le dijo Sarabell, a lo que la chica de la rosa negra entendió lo que la rubia quería que hiciera.

—Si —contestó apaciblemente, no le molestaba mentir si Sarabell quería hundir a Moriana, era una forma de pagarle el favor, y después de todo se trataba de una sirvienta nada más.

—Gracias por sus testimonios, pueden retirarse las dos, y Mística, disculpa por inmiscuirte en esta penosa situación.

Tras una reverencia, Carmen salió presurosa seguida de Mística, quedando solo Lunet, Sarabell y Moriana, además de Soe, que seguía la conversación oculto en la biblioteca.

—En vista de las pruebas, Moriana...

—¡¿Cuales pruebas?! —gritó furiosa el ama de llaves—. ¡Solo se trató de mentiras y embustes!

—¡Mide tus palabras! —exigió Lunet intimidante—. ¡Estás hablando de dos señoritas de la casa en la que robaste!

—¡Basta, tío! —intervino Sarabell, entre sollozos—. Ya fue suficiente.

Lunet dio un largo suspiro.

—Tienes hasta mañana al mediodía para sacar tus cosas e irte de la mansión De la Rosa —le dijo, inflexible—. Y si no te mando a la cárcel es por Sarabell, así que dale las gracias antes de irte.

Moriana miró a Sarabell con profundo odio, no se le veía la intención de pedirle disculpas, ni mucho menos darle las gracias.

—No es necesario, tío Lunet —aseguró la rubia, limpiando sus lágrimas—. Moriana sabe que no le guardo rencor. Ahora vete, Moriana, antes de que mi tío se arrepienta.

—Tienes hasta mañana para irte —le repitió Lunet.

—No se preocupe señor, me marcharé ahora mismo —aseveró Moriana, saliendo del despacho.

Soe no esperó más, salió de la biblioteca mientras Lunet regañaba a Sarabell por ser tan bondadosa con gente que no lo merecía. El chico de cabello gris caminó a largas zancadas hasta la habitación de Moriana, donde la sirvienta hacia sus maletas.

—¿Qué tal, Moriana? —se anunció con voz apagada.

—¿En qué puedo ayudarlo? —preguntó la mujer, limpiando sus lágrimas.

—¿Tú robaste ese collar? —preguntó Soe directamente.

—Eso no importa, ya las señoritas de la casa dijeron que si.

—Por favor, contéstame, ¿tú lo robaste?

—No —respondió amargamente la mujer.

—Hablaré con mi tío entonces.

Flor ImperialDonde viven las historias. Descúbrelo ahora