Capítulo 09: Una historia de amor

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Soe no sabía que esperar. Acababa de preguntarle a su tío, si este lo seguiría apoyando económicamente, aun si declinara su invitación. Lo lógico era que Lunet tomara el rechazo de Soe como una ofensa, y le retirara la ayuda, pero sus dudas se disiparon, al ver la amplia sonrisa del hombre.

Lunet destapó una botella de vino que tenía en su escritorio, y sirvió dos copas, brindándole una a su sobrino. Este la aceptó por cortesía, aunque no tenía intención de beberla. El tío de Soe le dio un largo trago a su copa, que la dejó vacía, para luego volver a llenarla.

—Esa mensualidad te la seguiré dando, aun si decidieras quedarte aquí —dijo sonriendo.

—Muchas gracias, tío. Pero, si decidiera quedarme, ¿cuales serian mis obligaciones en la mansión De la Rosa?

—Esa es otra cuestión. Si decidieras quedarte, yo me ocuparía de tus gastos, pero a cambio deberás aprender a montar a caballo, a usar armas como tus primos y más importante aún, deberás aprender la administración de la empresa.

—No entiendo el porqué. Esa empresa será de los trillizos, no mía.

—La fábrica de telas será solo de Darío, así está estipulado en mi testamento, y a pesar de eso, Marino y Axel también están obligados a aprender su manejo, ya que ello les ayudará en el futuro, cuando se independicen de mi; y lo mismo tengo planeado para el único hijo varón de mi hermana.

"En un futuro, cuando tengas tu propia empresa, ya sea de telas o de lo que tú quieras, el conocimiento que obtengas en esta etapa de tu vida, será crucial. Pero al fin de cuentas, la decisión de quedarte aquí, es tuya, supongo que querrás tiempo para pensarlo".

Soe negó con la cabeza.

—Ya decidí, tío. Quiero quedarme aquí.

Lunet sonrió, chocando su copa con la de Soe.

—¡Salud por eso!

Soe tuvo que tomar el contenido de su copa para no desairar a su tío.

—Una cosa más —dijo como si recordara algo, pero la verdad, siempre estuvo presente en su mente—. ¿Podría ir a Costa Blanca una última vez?, quisiera traer algunas cosas, y despedirme de algunas personas.

—Por supuesto, le diré a Fortunata que te acompañe.

—Eso estaba pensando, justamente —dijo Soe sonriendo.

Después de convenir que sería mejor partir temprano, Soe se retiró a su dormitorio, pero no pudo conciliar el sueño, la sonata del diablo se dejaba oír a cada instante, y si cerraba la ventana, los vidrios retumbaban con cada ráfaga de viento, y aun así, se oía el aullido afuera de la habitación, como si de un alma en pena se tratase.

Convencido de que esa noche no dormiría, Soe se levantó para mirar por la ventana.

El cielo estaba cubierto de nubes, y la luna brillaba ocasionalmente, saliendo de entre estas. El chico recorrió el patio con los ojos e inmediatamente reconoció el gran árbol bajo el cual platicó con Axel, y ahí estaba una vez más, el rubio muchacho; solo que con el pelo más corto, y la mirada mucho más dura. Era Marino.

El hermano de Axel estaba tenuemente iluminado, Soe se preguntó si él podría verlo en la penumbra de su habitación.

Marino se sentó bajo el árbol; parecía meditar, así que Soe decidió cerrar la ventana y acostumbrarse a las embestidas del viento contra el cristal, yéndose a acostar. A pesar del creciente frio, y las risas y llantos de la sonata del diablo, en algún momento de la noche, se quedó profundamente dormido.

Flor ImperialDonde viven las historias. Descúbrelo ahora