Capítulo 18: Buenas hermanas

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A pesar de que Gema esperaba la pregunta, no pudo evitar sentir un terrible y punzante dolor, al ser su propia hermana la que se la hacía.

—¡Cállate! —Gema intentó golpear a Sarabell pero esta la esquivó fácilmente.

—¡Ay, Gema! Si te sirve de consuelo, al menos ya sabes porque eres tan "morenita". —Sarabell iba a reírse pero una gota en la punta de su nariz la desconcertó, estaba empezando a llover—. Te dejo media hermanita; y no te preocupes, tu secreto está a salvo conmigo, no se lo diré a nadie. Sería una vergüenza que alguien más lo supiera. Aunque si yo fuera tú, en este instante me tiraba de cabeza al risco. —Sarabell terminó sus crueles palabras con una risilla dulce, mientras se dirigía al interior de la casa.

Gema, por su parte, se sentía tan impotente y frustrada, quería seguir a Sarabell y destrozarle la cara a golpes, quería correr con su madre y ese tal riaquelma y preguntarles a gritos porque la concibieron, quería ir y matar a Soe por ser más feliz que ella; pero solo se quedó en su lugar preguntándose "¿Por qué?", "¿por qué su mamá había sido capaz de algo así?"

¡Todo era culpa de ella! ¡Las burlas, los traumas y los sentimientos ahogados! ¡Todo por una infidelidad!

¡Y ella, idiota que le había creído que ese tono de piel lo había heredado de un pariente lejano de Texonda! ¡Qué tontería!

La mulata caminó hacia el aguacatero, no tenía intención de seguir el consejo de su hermana de tirarse por el risco, pero necesitaba aire fresco, y ni la lluvia ni el fuerte viento que mecía su cabello y su faldón parecían ser suficientes.

Se paró sobre el tronco y dio algunos pasos cuando la voz de Soe la detuvo.

—¡Gema! —gritó el chico—. ¡No lo hagas! —Gema lo miró con desprecio—. El color de piel o de ojos no tiene nada que ver con lo que somos. Lo importante es lo que tenemos dentro. ¡Mira lo que llevas en tu interior y te darás cuenta de lo que vales!

—¿Qué llevo dentro? —se mofó Gema—. Amargura, resentimiento, sueños frustrados... —Su sonrisa desapareció y el llanto ahogó sus palabras.

Soe se acercó lentamente a ella.

—No es así, hay mucho más ahí.

—¡Qué tú me estés diciendo eso si es para quererme morir! ¡Qué un defectuoso asqueroso como tú me tenga lástima! —Gema le dio un tirón del cabello a Soe arrastrándolo hasta donde estaba ella, cuando algo crujió debajo, pero la mulata no le prestó atención, en su lugar, le dio una bofetada a Soe sin que este intentara defenderse.

—¡Ni tú ni yo tenemos derecho a ser felices! ¿Qué no lo entiendes? —Otro crujido los hizo tambalearse, el aguacatero se estaba resbalando por el lodo, precipicio abajo.

Al percatarse de lo que ocurría, Soe bajó de un brinco, Gema intentó hacer lo mismo, pero su faldón se había atorado. La mulata tiró fuertemente, sin lograr soltarla tela, mientras que el aguacatero se deslizaba con creciente velocidad, arrastrándola con él.

Soe alcanzó a cruzar una última mirada con Gema, viendo el horror en los ojos de esta, mientras que de su boca salió un grito agudo que se perdió en lo profundo del desfiladero y se confundió con la sonata del diablo.

 Soe alcanzó a cruzar una última mirada con Gema, viendo el horror en los ojos de esta, mientras que de su boca salió un grito agudo que se perdió en lo profundo del desfiladero y se confundió con la sonata del diablo

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Flor ImperialDonde viven las historias. Descúbrelo ahora