La conversación entre Carmen y Sarabell fue interrumpida por la presencia de Gema. La sirvienta se puso de pie en el mismo instante en que la hermana de la rubia había cruzado el umbral de la puerta. Con agresividad y largos pasos, Gema caminó hasta la mesa del jardín.
—Retírate —dijo a Carmen con voz seca, a lo que la sirvienta hizo una reverencia y partió rumbo a la mansión. Gema ocupó una silla junto a su hermana, con cuidado de no usar la misma que Carmen acababa de dejar.
El contraste entre Gema y Sarabell era exagerado, una blanca y rubia, de cara aniñada y vestida de rosa. La otra morena, cara huesuda y gesto adusto, cabello magenta y pesado, ojos oscuros y labios delgados, a pesar de ser un año mayor, Gema parecía exageradamente más grande que Sarabell.
—¿Por qué dejas que esa se siente junto a ti?
—Carmen es mi amiga —contestó Sarabell con serenidad.
—No deberías hacer amistad con la servidumbre, es de tan mal gusto.
—Lo que ocurre es que estás de mal humor porque mamá dijo que llegaría temprano para cenar, y ya es tarde.
Gema iba a protestar, pero en ese momento tocaron la campana que anunciaba que estaba entrando algún carruaje.
—Ya no te enojes, hermanita, parece que mamá llegó —dijo Sarabell, poniéndose de pie y retirándose, dejando sola a Gema. Esta guió los ojos instintivamente a la silla donde estaba sentada Carmen. Sus labios se apretaron en un rictus de ira. Buscó con los ojos donde podría estar la sirvienta, quien para su mala suerte, estaba saliendo a recoger el vaso y el libro de Sarabell.
—¡Tú! —dijo, señalándola.
—Dígame, señorita.
—Limpia esa silla, está llena de suciedad.
Carmen entendió la indirecta, y agachando la cabeza humillada, sacó un trapo de tela que todas las sirvientas de la casa traían para cuando lo necesitaran. Pero fingiéndose despistada, comenzó a limpiar la silla que estaba al lado de la que Gema le señalara.
—¡Esa no! —la reprendió la morena—. ¡Todas las sillas fueron limpiadas hoy! ¡Esa es la única sucia! —dijo, volviendo a señalar la silla.
Sin otro remedio, Carmen comenzó con la tarea. Al verse obedecida, la joven dio media vuelta y comenzó a caminar hacia la mansión.
Gema creía firmemente en la distinción de clases sociales, más aun, rayaba en la discriminación. Pues consideraba inferiores a los sirvientes, a los pobres y a los riaquelma, más a estos últimos, gente morena de costumbres abiertas y que en su mayoría, carecían de fortuna. Gema los consideraba parásitos de la humanidad.
Lunet De la Rosa había llegado poco después que Fortunata, y tenía un apetito voraz, por lo que la cena se sirvió casi al instante. El hombre era alto y fornido, piel blanca y cabello largo y rubio, su mentón cuadrado ostentaba una barba de candado tan rubia como su cabello. De ojos color ámbar, más parecía el papá de Sarabell que su tío.
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Flor Imperial
RomanceSoe es un muchacho de veinte años, huérfano y con problemas económicos, mismos que lo obligan a aceptar la ayuda de sus prejuiciosos y adinerados parientes. De esta forma, se muda a la mansión De la Rosa, donde descubrirá que no importa tu estatus s...