Soe había escuchado innumerables veces sobre la belleza de Sarabell, pero siempre había creído que eran exageraciones de Fortunata, ¿qué mamá no hablaba bien de su hija? Ahora que la tenía enfrente, se daba cuenta de que su tía se había quedado corta al describir a la rubia, que más que una princesa, parecía un ángel.
—Soy Sarabell —se presentó con una voz dulce, mientras extendía su mano, para que Soe la besara—, tu prima.
—Soe Ibáñez —respondió el joven, aceptando aquel gesto y posando sus labios en el dorso de la delicada mano.
—¡Qué ojos tan bonitos! —exclamó Sarabell, mirándolo directamente a la cara.
—Pocos piensan eso.
—Gente tonta —sonrió la rubia—. Pero, ¿qué le pasó a tu brazo? —preguntó mortificada.
—Un raspón, nada más —dijo Soe, sonrojándose.
—¿Cómo dices eso? ¡Tiene mucha tierra! —Sarabell tomó con delicadeza el brazo de Soe.
Realmente no era algo grave, solo un raspón superficial y ya no sangraba, pero si se debía lavar la herida, para que no se convirtiera en algo de cuidado.
—Ven, vamos adentro.
—Preferiría esperar.
—Si no quieres interrumpir el reencuentro de tío Lunet con sus hijos, lo entiendo, pero déjame ayudarte. Ven conmigo.
Soe se dejó guiar por Sarabell al interior de la casa, en la estancia ya no estaba nadie.
—Han de haber ido a buscar alguna bebida —le explicó Sarabell.
Caminaron por un largo pasillo, en el cual se les unió Carmen sin decir palabra alguna. Soe le dedicó una mirada de reproche a la sirvienta, pues se deducía que ella le había avisado a Sarabell, a pesar de que él le pidiera lo contrario.
Después de avanzar un poco sobre el pasillo, los tres se encontraban en un amplio baño muy elegante. Carmen había llevado una cubeta con agua limpia, y Sarabell disponía la tina.
—Quítate el chaleco y la camisa —le pidió Sarabell.
Soe no pudo esconder la vergüenza: sus ojos se dilataron y su cara se tiñó de rojo intenso. Sarabell rio con dulzura.
—Ven —le dijo la chica.
Soe se acercó a Sarabell, quien solo terminó de romper la manga, para que no tuviera que desnudar su torso. La rubia lavó con sumo cuidado la herida de Soe, para después ponerle un ungüento, siempre con ayuda de Carmen. A pesar de su amabilidad, Soe se sentía un poco incómodo, ya que Sarabell no dejaba de ver sus ojos.
—Listo. Supongo que quieres cambiarte de ropa antes de presentarte con tío Lunet.
—Si, por favor.
—Mamá, había mandado limpiar la habitación de huéspedes para ti, ya está dispuesta. Carmen —dijo, dirigiéndose a la sirvienta—, ¿puedes llevarlo?
—Sí, señorita.
Soe se puso de pie.
—¿No deberíamos limpiar primero? —dijo, mirando la tina manchada de sangre.
—Lo hará Carmen en un momento, tú vete a cambiar, para que puedas presentarte con la familia.
—Gracias.
—No, gracias a ti —dijo Sarabell saliendo del baño y sin explicar la intención de sus palabras.
Soe siguió a Carmen hasta el final del pasillo, donde había una puerta que daba a un pequeño jardín interno, cruzándolo, se encontraba la habitación de huéspedes, bastante más alejada de los demás cuartos, casi aislada.
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Flor Imperial
RomanceSoe es un muchacho de veinte años, huérfano y con problemas económicos, mismos que lo obligan a aceptar la ayuda de sus prejuiciosos y adinerados parientes. De esta forma, se muda a la mansión De la Rosa, donde descubrirá que no importa tu estatus s...