Mística Ledesma se encontraba perfeccionando su atuendo, los invitados ya habían empezado a llegar a la mansión y su novio estaba junto a su padre y sus hermanos para recibirlos. En unos minutos llegaría por ella al hotel.
Había elegido un vestido rosa pastel con encaje y bordados en negro y dorado. Mientras se apoyaba en un pilar de la cama, Dorotea apretaba el corsé.
—Explícame de nuevo porque no puedo acompañarte a la fiesta —inquirió la mujer, mientras tiraba de los cordeles.
—Si irás, pero estarás en la cocina, junto con las sirvientas.
—Preferiría estar en el salón junto a ti.
—Sí, bueno. Te recuerdo que te presentamos como mi dama de compañía, y en la fiesta estaré acompañada de Axel, así que tus servicios son innecesarios.
—Mejor hubiéramos dicho que soy tu tía —dijo la mujer molesta, dando un fuerte tirón que desgarró la tela.
Mística sintió como el corsé caía a sus pies. La chica miraba la tela inservible con cara inmutable, aunque estaba molesta, su madre le había enseñado a ocultar sus sentimientos y a mantener su cara en estado neutral.
—El vestido ya era muy viejo —declaró.
Comenzó a desvestirse rápidamente, antes de que Axel pudiera llegar.
—Era viejo, como todos aquí —se quejó la dama de compañía, echando un vistazo al guardarropa—. ¿Cuál quieres? —Mística señaló el vestido de la orilla, mientras dejaba caer el faldón rosa, para quedar solo en ropa interior y botas.
Dorotea sacó un vestido mucho más sencillo, de color lila con lazos negros. No era tan lujoso como la situación lo ameritaba, pero no había un vestido mejor.
Una vez lista, Mística se acercó al tocador donde tenía su alhajero, se puso una gargantilla negra de terciopelo de la que colgaba una rosa de oro entre dos perlas blancas.
En ese momento tocaron a la puerta.
—Abre —le ordenó secamente a Dorotea.
—Aquí no hay nadie, deja de tratarme como tu criada —se quejó la mujer, mientras obedecía.
—Buenas noches —saludó el empleado del hotel—. El joven Axel De la Rosa, espera en el rellano.
—Iré a hacerle compañía, mientras terminas de peinarte —decidió con malicia la mujer, quien salió antes de que Mística protestara.
Con cuidado de no deshacer su alto peinado, Mística cambió las plumas rosas, por una peineta negra, que combinaba mejor con el vestido que usaba ahora. Se puso de pie, y tomando su rosa negra, salió de la habitación.
—Amor —saludó Axel, al verla llegar—, estás hermosa.
—Gracias —respondió la chica, sin apartar los ojos de la sonrisa petulante de Dorotea.
—¿Por qué no me dijiste que Dorotea era tan importante para ti? —le preguntó Axel, sonriendo—. Si querías que estuviera con nosotros en el salón, me lo hubieras dicho.
—Mística es muy tímida, joven —intervino la mujer con voz melosa.
Sintiendo un enojo profundo, la rubia solo atinó a asentir y llevar su mano a la gargantilla que adornaba su cuello.
—Esa te la regalé en Namelí —dijo Axel.
—Por eso me la pongo —contestó Mística sin dejar de ver a su dama de compañía—. Esta gargantilla representa algo especial para mí.
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Flor Imperial
RomanceSoe es un muchacho de veinte años, huérfano y con problemas económicos, mismos que lo obligan a aceptar la ayuda de sus prejuiciosos y adinerados parientes. De esta forma, se muda a la mansión De la Rosa, donde descubrirá que no importa tu estatus s...