Ya había pasado una semana desde que Soe y Fortunata regresaran a San Sebastián desde Costa Blanca, pero con dos actitudes completamente diferentes.
Fortunata se encontraba pensativa toda el tiempo, solo salía de su habitación para comer y se la pasaba pretextando dolor de cabeza para no convivir con la familia. Por su parte, Soe se sentía feliz, al sentirse parte de una familia nuevamente, había desarrollado una cordial amistad con Axel y con Darío; Moriana se había convertido en su empleada de confianza y Lunet se desvivía por verlo contento; los únicos que causaban un poco de incomodidad eran Sarabell, Mística y Gema. Mientras que Marino, bueno, él era un caso muy peculiar que el chico de ojos bicolores no sabía definir.
Mientras que la rubia angelical se mostraba dulce y muy cordial, Soe había escuchado varias mentiras o exageraciones que contaba a su espalda con ayuda de Carmen.
Gema no desaprovechaba oportunidad para insultarlo con cordialidad y hacerle mala cara.
Mística, por su parte, cada vez que visitaba la mansión, se la pasaba mirándolo con sus ojos escrutadores y de mirada pesada, lo cual era muy incómodo, ya que sabía perfectamente que le caía mal a la prometida de Axel.
Marino era el de la actitud más rara y perturbadora, durante las comidas, no hacía otra cosa que mirarlo, dedicándole algunas sonrisas fugaces que desaparecían tan rápido como habían llegado; pero en ningún momento le dedicaba la palabra, y si entraba en una habitación y se percataba a tiempo de que ahí estaba Soe, se daba media vuelta en el umbral y se retiraba sin decir nada. Fuera de estos pequeños inconvenientes, Soe se sentía tranquilo y en paz.
Por órdenes de Lunet, Soe debía aprender las cosas básicas de los jóvenes de su edad: manejo de armas, algún pasatiempo de su categoría como ajedrez, cartas o tocar algún instrumento musical; y por supuesto y con más urgencia, aprender a montar a caballo. Esta última tarea se la había encargado a Marino, para molestia de Soe.
—Esta es Shaby —dijo el trillizo de pelo corto—, es mío y solo yo lo monto —aseveró acariciando la crin del caballo negro.
—Es lindo —Soe intentó tocar al animal, pero Marino lo detuvo poniendo bruscamente la fusta que traía en la mano en su pecho.
—Solo yo lo toco —sentenció el trillizo en tono serio. Soe retrocedió abochornado, a lo que Marino entendió que había sido demasiado brusco, y decidió enmendar el error—. No me malinterpretes. No es decisión mía. Shaby odia a la gente en general y se pone nervioso si alguien que no sea yo lo monta o lo toca.
—Claro, da igual. ¿En cual me subiré yo? —preguntó Soe, en tono resentido.
—En este —Marino caminó por las caballerizas de la mansión, hasta quedar frente a un animal de color café caoba con manchas blancas.
—¿Y este como se llama?
—Esta —corrigió Marino dando énfasis—, es Kuifa, y es bastante mansa.
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Flor Imperial
RomanceSoe es un muchacho de veinte años, huérfano y con problemas económicos, mismos que lo obligan a aceptar la ayuda de sus prejuiciosos y adinerados parientes. De esta forma, se muda a la mansión De la Rosa, donde descubrirá que no importa tu estatus s...