La sala de estar de la mansión De la Rosa, estaba hecha en su totalidad de madera, y pese a la costumbre, era redonda, al igual que los sillones y las mesas de cristal. Había dos altos ventanales con cortinas de gasa verde botella y a los lados de estas, medios pilares que eran coronados con jarrones en color negro con rosas naturales.
Los tres sillones eran del mismo verde que las cortinas, y estaban ocupados casi en su totalidad. En uno estaba Fortunata quien, como de costumbre, se estaba abanicando; junto a ella, el tío Lunet reposaba tranquilo. En otro de los sillones, Sarabell estaba sentada con su acostumbrada gracia, junto a su hermana Gema, pero dejando un espacio entre ellas, como si se fuera a sentar alguien en medio. Y en el último sillón, estaba Darío y Marino, el primero, al que Soe conocía por sus anteojos y su pelo largo; el segundo, de pelo corto y que le había besado la mano, tenía las piernas cruzadas. Mística y Axel no estaban presentes.
—El joven Soe —dijo Carmen, con una reverencia, para después retirarse.
Todos volvieron la vista hacia el joven, quien por desgracia, había olvidado pestañear de nuevo, por lo que sus ojos se preñaron en lágrimas. Ignorando este hecho, se presentó:
—Soe Ibáñez —dijo con una inclinación de cabeza.
Lunet se puso de pie de inmediato, como si hubiera esperado toda su vida conocerlo y se precipitó hacia él para mirarlo con detenimiento, Soe pudo percibir una pequeña chispa de decepción en los ojos de su tío, pero luego este le extendió las manos, a lo que el joven le contestó el abrazo.
Lunet pudo sentir pequeñas lágrimas humedeciendo su camisa, así que le dijo al oído, sin que los demás lo percibieran:
—Bienvenido a la familia. —Esta sencilla frase provocó que las ganas de llorar de Soe aumentaran.
—Gracias —susurró el chico.
Los fuertes brazos de Lunet lo apretaron una vez más para después soltarlo.
—Ven con la familia, para platicar un poco antes de la fiesta.
Soe, ya más animado y con la confianza de que ya casi conocía a todos ahí, se desenvolvió con soltura, evitando en todo momento a Gema y centrando casi toda su atención en Fortunata y Lunet. Aun así, la plática giró prácticamente en torno al viaje de los trillizos, la gente que conocieron, y los lugares que visitaron.
Si la atención que recibía Soe era poca, se volvió nula cuando entraron Mística y Axel, pues todo se enfocó a la pareja. Platicaron de como se conocieron en la ciudad de Van Voth, enamorándose al instante, y de cómo habían viajado junto a los hermanos de Axel hasta San Sebastián, para casarse en el pueblo natal de él. Poco después Moriana entró a la habitación interrumpiendo la plática.
—La comida está servida.
—Vamos a comer —dijo Lunet, poniéndose de pie—. Será algo ligero para estar lozanos para la cena de esta noche.
Durante toda la comida, Soe no pudo evitar sentir que Axel no le quitaba la vista de encima, en varias ocasiones sus miradas se cruzaban y Axel le dedicaba fugaces sonrisas, esto hacía que Soe se sonrojara.
—Gema —llamó Lunet a su sobrina—, tú no has dicho casi nada. ¿Por qué no le haces alguna pregunta a tu primo?
Gema dirigió su fría mirada a Soe, parecía que le iba a arrojar algo en cualquier momento, pero el joven le sostuvo la mirada a la mulata, aun así, su cara reflejaba cierto temor. De pronto, Gema le sonrió, lo que provocó más incomodidad en el chico.
—De hecho —dijo—, hay algo, que si quiero preguntarte.
—Dime.
Todos se quedaron callados, sin mover una copa o un tenedor, a la espera de la pregunta de Gema, solo Sarabell sonreía divertida.
ESTÁS LEYENDO
Flor Imperial
RomansaSoe es un muchacho de veinte años, huérfano y con problemas económicos, mismos que lo obligan a aceptar la ayuda de sus prejuiciosos y adinerados parientes. De esta forma, se muda a la mansión De la Rosa, donde descubrirá que no importa tu estatus s...