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- Cuando termines de acomodar la despensa lavas los trastes y subes al cuarto de Ciel para bajar la tetera y las tazas que se quedaron ahí ¿entendido?
- Sí, sólo ¿Quien es Ciel?
- Oh cierto. Ciel es el sobrino de la jefa, su habitación es la segundo la de izquierda a derecha justo después de subir las escaleras
*toc  toc  toc
El cocinero, sin mas indicaciones que darle al nuevo trabajador se dedicó a abrir la puerta de la cocina con cierto deje de molestia pues no le gustaba que interrumpieran sus quehaceres
Una vez abierta la puerta se olvidó por completo del enojo pues frente a él, de encontraba la pelirroja de sus sueños
- Ohum Buenos días Bard - decía con la delicadeza que la caracterizaba - solo venía a dejar la taza que me llevaste, eres muy amable
El rubio sin saber bien que contestar solo se limitó a asentir con la cabeza y balbucear un sí desganado, incluso tardo varios segundos para poder dar una respuesta decente
- No, no tienes nada que agradecer Meylin. Espero que te haya gustado
- Si, lo hizo, haces el mejor té de Londres.
El nuevo empleado observaba también a la mujer que estaba parada en la puerta, era demasiado "ojo alegre" para el gusto de cualquiera.
Sin mas que decir, la chica le dio la taza a Bard y torpemente regreso a su habitación. El cocinero espero a que la chica desapareciera en las escaleras para cerrar la puerta y lanzar el suspiro mas largo de toda su existencia
- Vaya que hay chicas lindas aquí - dijo el chico nuevo
- ¡Hey respeta! - respondió el segundo mientras arrojaba un trapo que estaba en la mesa a la cabeza de su ayudante
- Jaja, entiendo con Meylin nada.
- Ni con Meylin ni con nadie ¿entendido? Sí Madame Red se entera de que te has interesado en una de sus chicas te hará la vida de cuadritos - amenazaba seriamente el cocinero cuando la puerta de la cocina volvió a abrirse
- ¡Bard! Necesito que... - la voz de Angelina se vio apagada por la sorpresa pues definitivamente no conocía al apuesto muchacho que se encontraba acomodando su alacena - ¿quien es este chico?
- Oh, bueno días Madame, es un chico que conozco de hace años, él buscaba trabajo y me ofrecí a darle uno como mi asistente
- Bien, pues su primer paga saldrá de la tuya por no avisarme antes ¿Como te llamas muchacho?
El azabache con la seguridad que lo caracterizaba se paró frente a la señora y en un tono moderadamente fuerte contestó - Sebastian, Sebastian Michaelis, es un honor trabajar para una mujer tan bella
- ¡Que halagador!, es justo de ese tipo de hombres de quienes se debe tener cuidado
Aunque buscaba sonar hostil como siempre Angelina no pudo evitar sentir como algo en su interior se removía ante tal comentario y menos aun pudo ocultar el brillo de interés en sus ojos.
- Bien. Pues sigue con tu labor y tú Bard, necesito que le lleves un par de analgésicos a Ciel, y también algún ungüento
- Sí Madame, en seguida
Dicho esto la dueña del lugar echó una ultima mirada a su nuevo empleado y salió de la cocina hacia su oficina ya que aun no había hecho el conteo de las ganancias de la noche anterior.
El cocinero se dedicó a buscar entre las gavetas lo que se le había solicitado hasta que Sebastian  no soportó mas y habló
- Vaya, por lo visto ese Ciel es el consentido, té en la cama, tartas de chocolate, medicamentos a su antojo ¿de casualidad no te toca también colocarle el ungüento?
- Calla, ese chico la ha pasado muy mal desde pequeño, y podría jurar que ayer pasó la peor noche de su vida - Sin decir más Bard salió del lugar con la mirada del chico clavada en la espalda.

.........

-

- Ciel, por favor no hagas esto - Ahí va de nuevo - no tires a la basura todo el trabajo de tu prima y el mio
- Alois, lo lamento pero no dejaré que ustedes sigan sufriendo por mi culpa
- No se trata solo de eso, por favor, quizá podemos convencer a Angelina para que regresemos al trato que teníamos y así no volverás a tener que estar con otro hombre
- Dije que no Alois. Además como se lo dije a Elizabeth, así podemos ganar más dinero y cuando salgamos de aquí vivir cómodamente sin tener que trabajar, solo piensalo, con lo que ya tenemos ahorrado de años y lo que gane en estos meses incluso podríamos darnos el lujo de vivir en algún apartamento lujoso y estudiar al mismo tiempo. Los tres juntos. ¿No era lo que querías, salir de aquí y poder estudiar teatro?
Con lo que juntemos en este tiempo podremos hacer mucho. Ya convencí a Elizabeth, no me hagas tener que empezar de nuevo.
- Pero Ciel
- No hay pero que valga Alois, tenemos que hacer todo lo que esté en nuestras manos, ahora iré a tomar una ducha y después saldré a caminar con mi prima, ojalá piedad ir con nosotros
- ¿estas invitándome a salir con ustedes?
- Sí, después de todo, te debo mucho. Siempre viste por mí aunque yo no te lo pidiera, actuaste como un buen amigo a pesar de mis malos tratos.
Alois agacha el rostro puesto que el color rojo ha hecho víctima a sus mejillas pero no duda más y acepta mi propuesta, claro, a su manera...
- Vaya, el mas pequeño de la familia Phantomhive esta pidiendo disculpas, que honrado me siento. Te recordaré esto hasta el día de mi muerte
- Ya basta - respondo con fastidio - no me hagas arrepentirme de mi monólogo de hace unos segundos y comenzar a golpearte
- ¿¡Tú!? ¿¡Golpearme!? Me haría mas daño tu prima y con las uñas recién pintadas - dice entre risas
- ¿Ah si? No deberías tentar tanto a tu suerte, a lo mejor y hasta te saco un par de dientes de un solo golpe
- Jajaja... Sigue soñando Phantomhive
Decido no reprimir mas mi risa y me dedico a disfrutar del momento con mi nuevo amigo, ¿quien sabe? A lo mejor después de todo si sirva para algo. Después de las risas por fin nos calmamos y sin esperar más tomo mi toalla de dentro del ropero y hago mi ultimo comentario
- Dile a Elizabeth que los veo abajo en una hora, y por favor avisa a "Madame Red" que saldremos para que escoja de una vez al gorila con el que nos va a mandar
- Esta bien
Despues de escuchar su afirmativa entro al baño dejándolo solo en mi habitación.
- Bien, es el momento - susurro para mi mismo después de cerrar la puerta - veamos que tan mal sigue... - comienzo a desvestirme y el solo roce de la ropa me resulta insoportable, me dirijo al espejo... - ¡Genial! - digo de mala gana pues tengo el cuerpo lleno de moratones y la cara aun hinchada, sin proponérmelo la rabia vuelve.

AcendradoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora