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- ¿Estás nervioso?
- ¿yo? ¿Con quién crees que estás hablando Michaelis? - sus pasos resonaban por la acera, era muy temprano y la mayoría de los negocios ni siquiera había abierto - para ponerme "nervioso" hace falta mucho más
- Entiendo, yo sólo decía por si querías un abrazo o un beso de consuelo, no vamos a vernos en todo el día y si me extrañas no podré estar ahí para saciar tus instintos carnales ¿podrás esperar hasta llegar a casa?
- ¡ja! Vaya que eres un egocéntrico, estaré bien Sebastian, no tienes de que preocuparte - como toda la vida, las palabras de Ciel mostraban determinación pero su acompañante lo conocía mejor que nadie en todo el mundo, estaba nervioso, sus manos sudaban y su mirada rara vez se levantaba del suelo, estaban a dos calles de la universidad y Sebastian quería darle la seguridad que le hacía falta - ¿Ciel?
- ¿si?
- Estoy muy orgulloso de ti
Ciel se detuvo en seco, miró al azabache, con los ojos llenos de ternura, el rostro colorado y el corazón al mil por hora se acerco y abrazó con mucha fuerza a su demonio
- Creí que no querías un abrazo - se burló el primero
- No lo arruines o te prometo que no volveré a hacerlo por muy conmovido que esté
- Así que admites que te conmuevo, es lo más dulce que has dicho de mí  
- Agh... eres un tonto, demonio - dijo el más joven separándose de él - te dije que no lo arruinaras - entre risas el otro chico lo tomó del rostro obligándolo a mirar su rostro - perdóname, de verdad estoy orgulloso de ti, siempre lo he estado, gracias por aparecer en mi vida...
- Sebastian, yo...
- Shh, hoy es tu primer día de escuela y yo sólo quiero pedirte una cosa, no los humilles tanto, ya sabemos que esa bola de inútiles son patéticos pero al parecer tienen sentimientos así que no se los recuerdes tan a menudo
- Jajaja... - rió Ciel con genuina alegría - No prometo nada
- Ese es mi chico, ahora vámonos o llegaremos tarde - caminaron las dos calles faltantes pegados el uno al otro, era demasiado temprano para comenzar a reír pero eso no les impidió ir bromeando por Londres ¿cuanto les duraría esta dicha? ¿Estaría soñando como cuando visitó a Alois? ¿Porque todo se sentía tan frágil? La respuesta era sencilla, mientras Angelina siguiera viva ni él, ni su pequeña familia podrían ser realmente felices. La risa se apagó un momento, ya había tardado demasiado, era hora de actuar, Angelina debía morir.

Dieron vuelta en una esquina y ahí estaba la universidad, a Ciel se le aceleró el corazón, dio un apretón en la mano a su acompañante y este lo entendió a la primera, soltó su mano, dándole la libertad que tanto había anhelado
- No mires atrás...- le susurró y el chico, obedeciendo cruzó la acera y se reunió el grupo de jóvenes que atravesaban la puerta
- No mires atrás Ciel - repitió aunque el chico ya había desaparecido detrás de la puerta, después de un par de minutos Sebastian resignado se marchó a casa, su deber era cuidar de Elizabeth mientras Ciel no estaba y no iba a defraudarlo.

- Soma ¿cuando llegaste con La tía Ann? - el moreno parecía un tanto incómodo con la pregunta, se concentró en colocarle el esmalte de uñas a Elizabeth pero al darse cuenta que no podría evitarlo contestó - yo... tenía catorce años, vivía en la India con mis padres, tenían mucho dinero así que yo disfrutaba de una vida muy cómoda, lo triste es que casi no los veía, incluso a la hora de comer no estaban en casa, un día mientras paseaba por la casa encontré un hueco en la barda y decidí salir a explorar je... - hizo una pausa y después continuó - fue la peor decisión que pude haber tomado, caminé y caminé cada vez más lejos de la casa y me encontré con algunos chicos en el patio de una casa muy vieja, de hecho era la única en un largo tramo, comenzamos a conversar y más tarde jugamos, mi plan era invitarlos a mi casa pero cuando iba a proponérselos aparecieron dos hombres desde dentro de la casa, cargaban armas en la espalda y los niños corrieron a formarse en una línea dibujada en el suelo, el más pequeño, que tenía aproximadamente unos siete años me tomó del brazo y me llevó con ellos, yo... - un nudo se le formó en la garganta, era doloroso recordar, pero era aún más doloroso tener que decirlo en voz alta. Terminó de poner el esmalte y cerró el frasco y se levantó del suelo para sentarse frente a la rubia, entonces siguió
- estaba muy asustado así que me quedé callado. Los hombres nos dijeron que entráramos a la casa, nos metieron a un cuarto y ahí pasamos la noche. Estando dentro los demás niños me contaron que esos hombres los habían alejado de sus familias, muchos de ellos tenían al menos un año sin saber de sus padres o hermanos y que también los obligaban a trabajar, en un principio yo no podía creerles, había vivido entre lo mejor que la India tenía para dar que me parecía casi imposible que otros no hubiesen vivido igual que yo.

 Intenté regresar a casa muchas veces pero siempre me atrapaban y me daban una golpiza hasta que un día con ayuda de otro chico logré escapar, Agni, mi pobre Agni, cuando casi nos alcanzaban él se sacrificó por mi - no supo en qué momento empezó a llorar, pero ya no podía detenerse, era demasiado dolor - caminé por días, mendigando comida hasta que sin darme cuenta estaba en un puerto, estaba muy cansado y muriendo de hambre, subí a un barco a escondidas, juro que mi única intención era dormir, estaban subiendo muchas cajas así que me escondí entra las que estaban al principio de la bodega, me recosté en el piso y automáticamente me quedé dormido. 

Cuando desperté sentí que todo se movía, di vueltas por la bodega hasta que encontré una escalera, cuando salí me di cuenta que estaba en medio del mar, mucha gente se sorprendió al verme allí, el capitán estaba muy molesto y estuvo a punto de encerrarme de nuevo en la bodega pero alguien se lo impidió.
Tú tía iba en el barco, pidió que no me encerraran, pagó mi estadía en él y dijo que se encargaría de mí, yo creí que todo estaría bien, que probablemente ella me ayudaría a regresar a casa...
- Oh Soma... - Lizzie lo tomo del rostro - lo lamento tanto - le dijo entre sollozos
- todo mi mundo volvió a hacerse trizas cuando me llevó a ese lugar, estaba lejos de casa, de mis padres y lejos de Agni

El silencio reinó en la habitación por un buen rato, de vez en cuando se escuchaba algún suspiro por parte de Soma. Lizzie pensó que era su oportunidad de reponer un poco del daño que había causado en toda su vida. Se levantó de la cama y sacó de un cajón un pequeño bote de metal - tengo algo para ti - dijo - sacó de ahí un montón de billetes y se los entregó - ve a buscarlos - Soma la vio con los ojos muy abiertos ¿porque lo hacía? Esto no era parte del plan - No. Lizzie no puedo hacerlo
- Shh... si no quieres ir solo yo puedo ir contigo, busquemos a tus padres y a Agni también

Su corazón casi se salía de su pecho, por un momento parecía que todo el dolor se transformaba en alivio, ¿sería cierto que estaba tan cerca? Las lágrimas salieron nuevamente a borbotones y entre risas y quejidos abrazó a Elizabeth, después se separó de ella y tomó sus manos para besarlas
- Gra-gracia-as Li-zzie...- lloró y lloró y lloró y con él lloró la rubia, pensó que al fin había hecho algo bien, todo sería diferente ahora ¿cierto?
Siguieron celebrando sin darse cuenta que detrás de la puerta, desde el inicio, estaba escuchando un joven de pelo azabache.

AcendradoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora