Capítulo Quince

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Moví mi cabeza y un horrible dolor me atravesó de lado a lado. Arrugué mi frente e intenté abrir mis ojos lentamente. Parpadee un par de veces para aclarar la vista, pero todo seguía viéndose igual de oscuro que si tuviera los ojos cerrados. Bajé mis manos y estas rozaron algo duro, áspero y frío, parecía ser cemento. Me apoyé sobre mis palmas para darme impulso e intentar ponerme de pie pero un nuevo dolor me impidió hacerlo.

- Maldición.

Susurré cayendo contra el piso y raspando mi espalda con la pared. Llevé mis manos hasta los costados de mi cabeza y masajee un poco el lugar donde había sentido el punzaso de dolor. No recordaba bien qué había sucedido ni cómo es que había llegado aquí, pero sin duda alguien tenía que haberlo hecho.

Se suponía que me iba a juntar con el hermano de Victoria y... Mis ojos se abrieron más de lo normal e instintivamente llevé mi mano hasta mi cuello al recordar una borrosa imagen en donde ella se abalanzaba sobre mí y me quitaba algo. Palpe por sobre mi ropa y por debajo de esta, pero no lo sentía. Ya no traía el collar que me había dado Max.

- Lo siento –dijo mientras ella parecía estar escondida entre medio de la oscuridad- pero la única forma de que Hans aceptara esto era si te quitaba el collar.

Fruncí mi ceño y me afirmé de la pared mientras volvía a intentar ponerme de pie.

- Podrías simplemente haberme dicho que me lo quitara. No tenías por qué lanzarte sobre mí –dije molesta. ¿Esperaba que le creyera así como si nada? Yo confiaba en ella, y ella a cambio me trajo a un lugar que ni siquiera reconozco- ¿Dónde estamos?

- En un lugar seguro. Lejos del pueblo, de Rousel y...

- A solo unos metros de Seos –interrumpió otra voz. Una voz masculina. Ese tenía que ser Hans-

Rápidamente di un paso hacia adelante pero alguien me tomó por los hombros con fuerza. Un escalofrió recorrió mi cuerpo.

- ¿Qu-qué estás haciendo? –pregunté dubitativa-

- Tranquila, no te haré daño –murmuró muy carca de mi oreja- solo voy a guiarte fuera, donde podremos hablar mirándonos a la cara.

Dicho esto comenzó a arrastrarme fuera, noté cuando estábamos saliendo de donde fuera que me tenían porque la luz de la luna brillaba en su máximo esplendor y las estrellas parecían más cercanas de lo que alguna vez las vi.


Cubrí por unos segundos mi vista al sentirme algo mareada por el cambio brusco de luz que había sufrido. Miré hacia atrás cuando Hans dejó de arrastrarme y ciertamente no había estado tan equivocada. Me habían tenido dentro de una pequeña casa que más bien parecía no ser de más de 25 metros cuadrados construida de puro cemento. ¿Por qué alguien tendría un lugar así en medio de la nada?

Hans me dio un empujón al notar que yo me había quedado mirando la pequeña casa y me obligó a tomar asiento sobre una fría roca. Si Victoria era alta, él lo era mucho más. Sin duda tenía un aspecto algo más raro y fuera de lo común que el resto de alienígenas que había conocido. Digamos que no era tan guapo como los Rogenes, aunque si tenía una intensa mirada que le provocaba escalofríos a cualquiera.

- Gracias por traerla –le dijo Hans a su hermana quien le hizo un gesto con la mano y se sentó un poco más alejada de ambos-

Fruncí mi ceño. ¿Cómo que le daba las gracias? Se suponía que yo le había pedido a Victoria que me trajera a hablar con su hermano, no al...

Los Warner #2: No confíes en nadieDonde viven las historias. Descúbrelo ahora