Capítulo Veintidós

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Un mes después.

- ¿Has estado practicando para mostrar tu talento? –preguntó mi madre mientras terminaba de servir los huevos revueltos sobre mi pan tostado. La miré de reojo y negué con un movimiento de cabeza, ella casi me fulminó con la mirada- quedan dos semanas para la coronación. Me he dedicado a decirles a todos que ganaras las elecciones, así que más te vale que te esfuerces –dijo apuntándome con la cuchara que sostenía en una de sus manos-

- Estoy haciendo lo que puedo ¿Si? –le di un mordisco a mi pan- además, no es que tenga algún talento especial ¿Qué quieres que haga? –hablé con la boca medio llena-

- Lo que sea, no lo sé –suspiró con dramatismo- ¿Por qué no le pides a Clarissa que te ayude en eso? Ella es muy buena en casi todo, quizás tenga algo en mente.

- No –espeté- ya se me ocurrirá algo que hacer.

Volví a llenarme la boca de pan para no tener que seguir hablando del tema. Mi madre me quedo mirando fijamente, como si estuviera estudiándome para saber lo que me pasaba. Bueno, no era la primera vez que lo hacía en todo este tiempo, y una parte de mí se sentía horriblemente mal por tener que mentirle, pero era la única forma de mantenerlos a salvo, a ella y a mi hermano.

- Cariño... -dijo estirando su brazo y posando su mano sobre la mía- sé que estas últimas semanas he estado un poco olvidadiza, pero también sé que algo ha pasado con tus amigos. Hace un mes que no los veo por aquí, no quisiste contarme porqué terminaron con Max, y para remate, congelaste estos últimos meses en tu universidad, ¿Quieres, por fin, decirme qué sucede?

Tensé mi mandíbula y desvié la mirada hacia cualquier otra parte de la cocina con tal de evitar fijarme en sus penetrantes y sinceros ojos. Quería decirle tantas cosas, quería por fin tener a alguien con quien hablar de todo lo que me había pasado, pero no podía. No podía exponerla a más peligro del que ya significaba tenerme viviendo bajo su techo, así que, como siempre, me obligué a sonreír y le di un pequeño apretón a su mano, intentando dejarle claro que estaba bien y que no tenía nada más que decir al respecto.

- Iré a descubrir cuál podría ser mi talento –dije poniéndome de pie y guiñándole un ojo-

- ¡Amanda!

Me apresuré a salir de casa, dando un pequeño portazo a mi espalda. Metí mis manos dentro de los bolsillos de mi chaqueta y alcé la mirada fijándola por unos segundos en el claro cielo. Había pasado un mes desde la última neblina. Había pasado un mes desde que no los veía ni sabía nada de ellos.



Luis y yo habíamos acordado que lo mejor para mi madre era olvidar todo lo que sabía al respecto de Max. Nunca lo hablamos abiertamente, pero ella siempre supo que él no era como nosotros, y de alguna forma eso me ayudaba a entender un poco el resentimiento que sentía cada vez que él o algunos de nuestros amigos visitaban la casa. Mi madre no sabía cómo tratarlos ni qué esperar de ellos, pero la entendía, éramos de generaciones diferentes, veíamos las cosas de manera diferente. Así que, para que ella no me siguiera torturando con preguntas sobre nuestra ruptura o separación con mis amigos, para que ella no siguiera preguntando si me había "convertido" o alguna tontería así, preferimos borrarle esa parte de su memoria. Ahora ella los recordaría simplemente como chicos normales, no por lo que eran realmente.

Carter y Luis eran las únicas personas en las que podía confiar y apoyarme ahora. Ellos me ayudaban día a día a seguir entrenando y mejorando mis nuevos poderes. Ahora nadie podría entrar a mi mente, nadie podría borrar mis recuerdos, y ahora todos sabían que yo tenía el poder de ver aquel cristal.

Los Warner #2: No confíes en nadieDonde viven las historias. Descúbrelo ahora