Prólogo

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No entendía cómo mi madre podía estar haciendo esto

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No entendía cómo mi madre podía estar haciendo esto.

¿Volver a vivir con mi padre?

Había rechazado a ese hombre desde que le dijo a ella que yo necesitaba ayuda, y que debía estar lejos de mis hermanos porque mis problemas afectarían su rendimiento.

¡Pura mierda!

¿Qué problemas podría tener una niña de seis años?

Quizás se trataba de resentimiento por mi parte. Pero es que hacer tanto lío por un malentendido era vergonzoso.

Recuerdo perfectamente cuando comenzó todo.

Mamá tomaba pastillas. Antidepresivos. Ibamos a ser cuatro hermanos Bedling en la familia, hasta que descubrimos que el bebé no estaba vivo. Fue allí cuando Jane decayó. Una etapa difícil. Para ella. Para nosotros. Para la familia en general.
Ella se la pasaba en cama, estuvo así casi seis meses, y de pequeña yo era muy curiosa y muy apegada a ella.

Una tarde, mi madre cumplía con su sesión en el psiquiatra; Caleb, quedaba a cargo de sus dos hermanos pequeños; Cole jugaba con sus videojuegos en su habitación y papá estaba trabajando.

A la joven Brooklyn no le gustaba jugar con sus muñecas, sino que le encantaba explorar y descubrir cosas nuevas. Fue allí cuando se dirigió al cuarto de sus padres y descubrió el cajón abierto de mamá Jane.
Un frasco se encontraba en este, y la niña de apenas seis años no tuvo mejor idea que robar una de las píldoras que yacían dentro.

Mala idea.

Jack Bedling había vuelto de la oficina, y ver a la mocosa a punto de ingerir la medicina de su depresiva madre, no le había sentado para nada bien.

Todavía sentía la comezón del golpe que me había dado en la nalga izquierda.

Desde allí nuestra relación nunca fue la misma.

El mayor se creyó que su hija tendría una gran adicción a las drogas y al ser sumamente religioso, todos los domingos atendía a misa con la niña, dos veces por semana iban a confesarse y hasta amenazó con colocar cámaras por toda la casa para controlar al pequeño monstruo drogadicto que se estaba gestando.

Se creyó que Dios iba a salvarme. ¿Pero salvarme de qué, si ni siquiera padecía una enfermedad?

A final de ese año tomó la peor decisión de todas, aunque de alguna manera terminó siendo la mejor para mí y mi madre.

Yo debía estar lejos de mis hermanos.

Papá tenía un gran fanatismo por los dos hombres que seguirían sus pasos. Que serían tan "perfectos" como él.
Los dos niños eran buenos en la escuela. Ambos eran buenos jugadores de fútbol y cada dos por tres, cartas de admiradoras secretas o regalos de niñitas de sus clases les llegaban.
Mientras que a mí, por culpa del maldito de Jack, mi reputación se había arruinado.
Los padres de mis compañeros me miraban raro y no les gustaba que estuviera cerca de sus hijos. Todos los deportes que hacía los dejaba y ningún niño se enamoraba de mí.

Sólo una amiga logré tener durante mi infancia. Lia Harriet.

Una pequeña tan perfecta, era gentil y amable con todos, siempre se sacaba buenas notas y jamás juzgaba a ninguna persona.
Pero también era la mejor amiga de Cole. Y eso era otro problema.
Siempre vivíamos peleando por ella.

Luego estaba Camelia, quien consideraba una amiga, pero luego resultó ser una gran perra, incluso para su edad.

No fue fácil.

Fue sumamente complicado tener que lidiar con la idea de que tu propio progenitor te quiso lejos de él. Que no eres querida por tu mismísimo padre.

No tuvo siquiera el descaro de mandarme a un reformatorio o a la casa de mis abuelos. Simplemente alejó a las únicas dos mujeres de su vida. Jane y a mí.
Tal vez no éramos lo suficientemente buenas para él.
Tal vez su misoginia era demasiado grande.

A partir de allí crecí en Los Ángeles. La mayor parte de mi adolescencia la viví jodidamente bien.

Con muchos amigos. Un novio y hasta un perro.
Incluso mamá se había convertido en una mujer más divertida y exitosa. Viajamos mucho y conoció a Tom, el hombre que mejor la trató de todos.

Pero todo cambió ahora.

Regresaríamos a Bakersfield.

𝐁𝐑𝐎𝐓𝐇𝐄𝐑 ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora