Capítulo 24

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—Llaman de la clínica. Tengo que irme. Hay una yegua de parto y parece que

tiene problemas.

—No te preocupes, vete, vete —sonrió ________.

—Espero volver a tiempo para que podamos retomar lo que hemos empezado.

—Yo también.

Justin se inclinó para besarla en los labios.

—Voy a darme una ducha. Enseguida salgo.

Cuando estaba bajo el agua oyó que sonaba su móvil.

—¿Te importa contestar? —le gritó desde el cuarto de baño.

Un segundo después, la puerta del baño se abrió y ________ apareció con el

móvil en la mano. Cómo le gustaría meterla en la ducha con él. Cómo le gustaría

probar con ella nuevas posturas... quizá podrían pasar el resto de sus vidas

probando todas las posturas del Kama Sutra.

Pero ________ no estaba sonriendo.

—¿Quién es?

—Tu ex mujer.

La ex mujer de Justin.

Ex. Ex mujer, se repetía a sí misma.

El monstruo de los ojos verdes intentaba hacerse con ella, pero ________ no iba

a dejarlo.

Sin embargo, la llamada de Sonya la había dejado preocupada. Y celosa, no

podía negarlo. Aunque sabía con certeza que Justin ya no estaba enamorado de ella.

Así que se había metido en la ducha para no hacer algo tan juvenil como espiar

la conversación. Antes de irse, Justin entró en el dormitorio para decirle adiós y ella

contestó con aparente alegría, como si no pasara nada.

Pero sí pasaba. Y no le gustaban esas emociones tan descontroladas.

Después de vestirse, bajó al primer piso, abriendo ventanas y cortinas para

airear el restaurante. Vio a David Reis con su madre en la terraza, a Starr en el porche

con una taza en la mano y a Ronnie Calhoun moviendo cajas de pescado. El jeep de

Justin desaparecía al final de la calle.

Incluso a distancia podía distinguir sus anchos hombros. Llevaba una camiseta

de su universidad, Cornell. Qué hombre tan complejo, tan seguro de sí mismo, tan

masculino.

Pero no tenía tiempo para soñar despierta. Esa noche en el Beachcombers había

una fiesta para doce chicas de las mejores familias de Charleston...

Entonces oyó el timbre de la puerta de atrás y se asustó. Qué tonta. Y qué rabia

le daba asustarse en su propia casa. Pero no era ningún malhechor, debía ser el chico

que le llevaba el pescado todos los días.

Mejor, tenía que ponerse a trabajar. Así no tendría tiempo para pensar.

¿No tendría tiempo para pensar? ¿De dónde había salido eso? Ella se

enorgullecía de ser una persona lógica, reflexiva. ¿Dónde estaba la lógica cuando más

importaba?

La verdad apareció entonces como la brisa que entraba por las ventanas,

llevando el olor a mar y a magnolia.

Amaba a Justin Bieber.

Y aquella noche, cuando apagaran las luces del restaurante, tendría que decidir

qué iba a hacer con esas emociones que le pedían que confiara en él y se olvidara de

sus miedos. La luz de la luna se colaba entre las ramas de los árboles mientras Justin

corría por entre los coches que llenaban la calle. Además del público de todos los

días, el Beachcombers organizaba ese día una despedida de soltera. Y por la cantidad

de coches, el escape de gas no había asustado a nadie en Charleston.

Le habría gustado terminar antes para ayudarla, pero había tenido que hacer un

recado muy importante. Una sorpresa para ella.

Además, sabía que ________ podía arreglárselas sola. Sería una socia estupenda

en cualquier negocio.

Y en el matrimonio.

Sí, esa palabra sonaba bien. Y la llamada de Sonya había hecho que se diera

cuenta de que era una suerte tener una segunda oportunidad con ________

McDermott. Ahora sólo tenía que convencerla de que la llamada de su ex mujer no

significaba nada, porque sólo un tonto no se daría cuenta de que algo así tenía que

haberla molestado.

Llevaría a ________ a dar un paseo por la playa a la luz de la luna y volvería a

pedirle que se casara con él... y aquella vez lo haría bien. Con un anillo de

diamantes.

Justin se golpeó el bolsillo del pantalón mientras corría por el muelle para llegar

al barco. Un hombre no podía pedir la mano de una mujer oliendo a caballo.

Media hora después, se había cambiado los vaqueros por unos chinos de color

caqui y un polo blanco. Cuando saltó al muelle, se quedó un momento parado al ver

una figura vestida de negro...

—¡Bo! ¿Qué haces aquí?

—Kirstie está durmiendo en casa de unas amigas —contestó su cuñado—. Y

como Paige no vuelve a casa hasta mañana...

—Ah, es verdad, estaba en una conferencia.

—Pues he decidido pasarme por aquí para tomar una cerveza.

El anillo le estaba haciendo un agujero en el pantalón. Tenía casi cuarenta años

y no debería estar tan nervioso, pero...

Su cuñado lo miró con expresión seria.

—¿Te pasa algo?

—¿Eh? No, no, qué va.

—Bueno, ya sé que no te gusta mucho hablar de tus cosas... pero escuchas muy

bien.

—¿Yo? —rió Justin.

—Claro. Siempre me das buenos consejos sobre tu hermana, por ejemplo.

—Gracias.

—Pero nunca pides la ayuda de nadie.

Podría tener razón. Y si era así, no le gustaba. Tan egoísta era quien estaba

siempre pidiendo como quien nunca pide nada.

—¿Tú crees? —murmuró, muy serio.

—Oye, que no quería insultarte...

—Ya lo sé, hombre.

Todα tuyα - Justin Bieber y TuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora