El taller

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Por fin coji fuerzas y me puse a trabajar un dia mas con mis compañeras: María y Paula.

Maria, aunque era la jefa de taller desde el año pasado (cuando Doña Blanca se retiro definitivamente) se llevaba muy bien con todo el mundo, pero era muy profesional y se tomaba muy en serio su trabajo. Lo único que le molestaba era cuando veia cosas que no le gustaban en su taller (si, lo se por experiencia).

-Señora Infantes hay un envio para usted.

-Enseguida Marcos, Laura acuda usted a por el y traigalo- ordenó Maria.

-No, tienes que acudir tu Maria. No puedo entregar paquetes a otra persona que no sea la que debe recibirlos.-espetó Marcos.

-Pero...yo tengo trabajo y ahora no puedo ir- suplicaba cada vez que esto ocurría pero el era muy profesional y no se dejaba convencer fácilmente y no le quedaba otro remedio que acudir a por el paquete (mejor, así me libraba yo).

Paula sin embargo era otro tema. Era tan joven como las otras, y su espíritu era casi tan aventurero como el de Laura, pero habia algo en ella que la hacia especial.
Paula trabajaba en la sección de novias como ayudante del diseñador (marido de María) Jonas Infantes.
Era la mejor costurera del taller y vivia dedicada a su trabajo (eso si, en su trabajo no faltaban las carcajadas nunca) por lo que en su vida no habia amor, de momento... Porque todos sabemos que Jorge le hace tilin.

Las tres nos encontramos  en el ascensor y nos saludamos como cada día, aprovechando para contanos cotilleos y chismes de las galerías.

Esa mañana había mucho trabajo, el director de las Galerías Velvet, Don Alberto Márquez había anunciado hace solo un par de dias su compromiso con Cris Otegui (para mi desgracia).

Todo el mundo estaba emocionado (menos yo claramente) , pues Alberto era un muchacho muy querido (y muy guapo) en las galerías, al igual que sus padres, los cuales ahora vivian en Nueva York. Todos estaban dando vueltas y ultimando los detalles de la boda, dado que se habia precipitado y tenian fecha en 1 mes.

Por lo demás era una mañana muy tranquila.

Pero en segundos, todo cambio...

Diario de Ana RiveraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora