La vida sigue...

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Así sucedió todo.

Alberto… quiero decir, Don Alberto, cayó en una gran depresión.

Con el tiempo fue mejorando… bueno… si a eso se le puede llamar mejorar.

No iba a comer a casa, se pasaba todo el día trabajando, ya no informaba a los empleados de las novedades… pero su cara ya no reflejaba dolor profundo.

Sus padres y Don Emilio fueron piezas claves de su recuperación.

Cuando Madrid se le hizo muy grande, se fue una temporada a Nueva York a trabajar en Silk, hasta que mis padres dejaron de poder manejar las galerías Velvet desde Velvet Colección en Barcelona donde trabajaban y tuvo que regresar.

Aquí se refugió en su abuelo Emilio y poco a poco se pudo apreciar su mejoría.

Esto ocurrió en un año, un año demasiado largo para todos, porque un jefe es el que tira de una empresa y si el cae… todos caemos.

Poco a poco yo también me acerque bastante a él, dándole mi apoyo y… la verdad es que he descubierto cosas muy interesantes sobre su pasado y el de su familia, y nos hemos hecho grandes amigos.

Os preguntareis que ha sucedido con mi amado diario, pues bien, cuando Alberto se fue a Silk, a mi me mando a Barcelona y olvide el diario en Madrid, y desde que regrese he dedicado mi tiempo libre a Alberto y a mis padres que están pasando aquí una temporada, por lo que aun no he continuado leyendo, aunque si conservo el diario en mi cuarto desde que supe que Ana Rivera  venia a España a la boda de su hijo y supuse que subiría a la azotea.

Hoy me dirijo a ver a Alberto dado que se que hoy hace un año de la muerte de Cris Otegui.

Después de eso su madre cayó de nuevo en la locura, como, según me dijeron, hace años cuando provoco un incendio en las Galerías, pero no se las razones.

Marque el botón de la séptima planta, decidida, como siempre.

Cuando llegue abrí el despacho y vi a Alberto con una foto de Cris entre sus manos, llorando.

LAlberto… -susurre- ¿te encuentras bien?

Diario de Ana RiveraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora