~Narra Vanessa~
Apenas eran las 3:00 de la madrugada y yo seguía sin pegar un parpado a la parte de debajo de mi ojo. En palabras más simples, no podía dormir. Seguía igual de pensativa. Ese contacto que tuvimos Niall y yo fue suficiente para no poder dejarme dormir. Ni siquiera sería el juicio que se estaría llevando a cabo en un par de horas. Mis ojos estaban abiertos, muy abiertos, y lo único que podía ver era la escaza luz de la luna que cruzaba la ventana que quedaba de mi lado. No sabía nada de Niall. Sabía que él estaba al lado mío, pero no sabía si se encontraba en la misma situación que yo porque no se sentía que estuviera durmiendo. Pensaba tanto que llegó un momento en el que ya no sabía en que pensar. Mi estómago estaba rugiendo silenciosamente. Ciertamente no había comido nada desde el día anterior como pasada las 7 de la tarde. En mi bolso pensaba tener unas galletas que habíamos comprado en unas maquinas electrónicas de la comisaría. Me moví lentamente para no despertar al rubio, agarré mi bolso y efectivamente, las galletas estaban ahí. Las tomé tratando de que la envoltura no hiciera tanto ruido. Al ya tener las galletas fuera de mi bolsa fui hacia la puerta de cristal corrediza que daba a un balcón con una vista espectacular. Buenos gustos tiene el chico que eligió esta casa. El piso del balcón era de madera, junto a los pasamanos y las sillas que se encontraban allí. No era muy grande. Mas o menos unos 6 pies de largo por 3 de ancho (serían como unos 2 metros de largo y 1 de ancho). La noche estaba fresca así que volví a entrar a la habitación con el supremo cuidado de no levantar a Niall (que estaba de espaldas a mi visibilidad). Agarré una frisa bien envuelta que había sobre una de las mesitas de la habitación y fui de nuevo a comer mis galletas y a ‘despejar’ mi mente.
La luna estaba llena, según los chinos y sus creencias era el ‘planeta’ que me regía. Según ellos también mi elemento era tierra, y aunque amaba la tierra amaba mucho más el agua. Era curioso, amaba esa luna llena, su luz y su forma junto a su posición en lo alto del cielo. Respiraba profundamente, comiendo mis galletas poco a poco, observando la luna, las pocas estrellas visibles y la frisa arropando mi cuerpo. Volví a pensar lo maravilloso de la naturaleza y las cosas que me hacían atarme a ellas. ¿Como el ser humano abusaba de tan majestuoso regalo? He pensado y llegado a la conclusión de que el ser humano no es 100% racional de sus actos. Mi conciencia había desaparecido, y mi subconsciente estaba haciendo su trabajo, llevarme mas allá de la realidad en la que vivía.
Consigo la posición perfecta para ver un poco más las estrellas que se encontraban sobre mí. Sin duda alguna, un espectáculo magistral se formaba entre los cometas, las estrellas tintineantes y esa espectacular masa que flotaba a lo lejos en el espació adoptando la luz que el sol le brindaba. Esa masa casi redonda que sale en los libros infantiles diciendo que es de queso, o aun asi, esos libros en los que utilizan a la luna como centro para enviar mensajes a tu amor desde alguna parte del mundo. Si creía en eso, debo admitir, pero más que un mensaje a la luna creo mas en las mentes unidas, algo así como telepatía.
Aunque también sabía que los cometas o estrellas fugases no nos cumplieran nuestros deseos, los pedía. Creía en los milagros y en la fuerza de la mente del ser humano. Millones de cometas se daban paseos por el cielo. Cerré los ojos y pedí un deseo. Deseé que de ahora en adelante pudiera entender mejor el porqué de las cosas, algo que se me hacía muy difícil comprender. Siempre he pensado que el mundo es una gran maquinaria y que yo soy parte de ella. A pesar de toda la maldad que rodea el mundo, cada persona tiene derecho a vivir y disfrutar de las bellezas de cada día y que cada persona forma parte y pieza importante de un todo, y ese todo es el mundo.
Si, reflexiono demasiado. Ojalá, solo mi mente se concentrara en las maravillas que brindaba aquella noche. Finalmente lo consigo. Solo el cielo logra ocupar todo el espacio de mi mente. Volví a cerrar los ojos, dándole el paso a la brisa de que golpeara mi rostro y que moviera mi pelo en un compas marcado por el sonido que traía el silencio y la oscuridad. Ese silencio fue cortado por el sonido de la puerta de cristal corrediza abrirse. Abrí los ojos y viendo que él se sentaba al otro extremo del balcón. Aun así, el silencio ocupaba todo alrededor. Me fijé en las estrellas, como me guiñaban con su luz haciendo que sonriera.