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Después, se va por donde ha venido, con la misma elegancia de antes.

- Mi hermana Claire -dice, señalando con la cabeza-. Seguro que está encantada de tener otra chica de más o menos su edad por aquí.

-Yo también.

-Bien, vayamos al salón -dice, ofreciéndome su brazo para que pase mi mano. Yo me quedo mirándolo sin saber si hacerlo o no -. Adelante, no muerdo. Lo prometo -asegura sonriendo. 

Sonrío y tomo su brazo.

Entramos en el gran salón, las ventanas son altas y el sol entra por todos lados, cortinas bordadas caen en cascada a cada lado de las ventanas. Los sofás y sifones también son bordados, aunque diferentes todos conjunta bien. Un piano de madera de encuentra en una esquina llamando la atención. Ingrid está sentada en uno de los sofás junto a Claire. En otro se encuentra una mujer de pelo marrón, con pómulos altos y ojos verdes. Esta completamente recta como una estatua aunque poco a poco una sonrisa tira de su cara al ver a William. Después me encuentro con un señor con peluca blanca y algo rellenito que se sienta en un sillón individual, lo miro a sus ojos oscuros, da algo de miedo pero parece demasiado viejo, aunque creo que aparenta más edad de la que en realidad tiene.

-William ¿no nos presentas a esta hermosa joven? -dice el que deduzco es su padre.

-Si, padre. Ella es Eiri Milwood. 

-Encantada, señorita Milwood -saluda la mujer-. Mi nombre es Grace Sutcliffe, aunque puede llamarme señora. Y él es mi marido el señor, duque y aristócrata Frederic Sutcliffe. 

Asiento sin saber qué hacer. Esta situación se siente un poco incómoda. No me gusta nada. 

-Dinos, William ¿Cómo conociste a esta joven? -pregunta su padre con sincero interés.

-Fue algo casual mientras paseaba.

-¿Mientras paseabas cuándo?-indaga su padre-. Odias pasear. 

Ingrid suelta una risita detrás de su mano. La madre de William, Grace, le lanza una mirada de reprimenda. 

-A caballo, padre -concreta William-. Cuando estábamos de caza esta mañana. 

-¿La has conocido esta mañana y ya la traes a casa? -salta Grace sorprendida. Cuando su mirada me encuentra vuelve a retomar su postura rígida y recupera la calma de antes. 

-La encontré en el bosque, madre -explica William, mientras aprieta sus manos juntas detrás de la espalda-. Ha perdido la memoria. 

Bueno... eso no es del todo cierto. Pero no hará daño a nadie esa pequeña mentira. 

-Pediremos que venga el doctor para que la revise -anuncia su padre. 

Los nervios se abren paso en mi cuerpo como el tío ese abrió las aguas para pasar con toda su gente por el medio del mar... o lo que sea. 

-No hace falta, padre -asegura William, salvándome sin saberlo de un ataque al corazón-. Las perdidas de memoria son imposibles de curar. 

-Bueno -comienza a decir Claire-. Alguien tiene que estar buscándola. 

Lo siento, Claire, pero lo dudo mucho.

-Claire está en lo cierto -concuerda su madre-. Alguien debe de estar buscándola. Nadie se desentiende de los jóvenes. 

El padre de William niega con la cabeza. 

-Hasta que no lleguemos al fondo de este asunto no tendremos nada más que teorías sobre de dónde viene esta chica. Aunque, sabe su nombre. 

-Sí -admito rapidamente-. Es el primero que se me vino a la cabeza al despertar -añado con inocencia. 

Mentira. Mentira. Mentira. Mi nombre es Eiri Milwood desde el día en el salí de la vagina de la idiota de mi madre. Sí, lo siento mucho, mamá, pero eres idiota. 

-Bueno, sé que pude estar asustada, señorita Milwood. No me imagino fielmente lo que debe de sentirse al despertar uno en el bosque sin recordar nada. Me encargaré de que se lleve a cabo la búsqueda de su familia o parientes. 

-Muchas gracias -mascullo con educación. 

Muchas gracias por nada. 

-Deberías mostrarle a la señorita Milwood sus aposentos antes del almuerzo, William -aconseja Grace. 

William asiente y salimos del salón. Caminamos por los pasillos cuando William se inclina hacia mi cabeza y me susurra en el oído.

-Encontraremos a su familia, Eiri -asegura. 

Ojalá nunca en mi vida tenga que volver a esconder otra mueca más. 

Entramos en mis "aposentos". Una habitación con un gran ventanal. Unas cortinas de amarillo pastel caen al lado de la ventana. La pared también amarillo pastel. Una gran cama de madera ocupa un gran espacio. Después un tocador. Un baúl. Un sifón.

-Mis aposentos están al lado, por si me necesita -menciona con tranquilidad-. Todos los demás duermen en la otra ala de la casa.

La palabra «necesitas» me bloquea la mente y me dejo caer en el sifón.

-¿Está bien? -dice sentándose a mi lado.

-Tengo miedo -le digo, admitiendo más de lo que debo.

-¿De qué? -dice rogando.

-De no poder volver. 

-Haremos lo posible -asegura. 

Sé que tiene ganas de darme una especie de apretón de manos, un abrazo o algo que sirva para reconfortarme. Yo sonrío para consolar su ansia al no saber cómo manejar esta situación. Llaman a la puerta y una sirvienta que no conozco nos anuncia que la comida está servida.

En el comedor decorado como el resto de la casa me siento en una silla al lado de William y al lado de Frederic, quien lidera la mesa. Frente a mí tengo a Claire y a su lado Ingrid. Grace lidera la otra esquina. La comida consiste en puré de patatas, sopa y un poco de cordero. Sirven un poco de champán y brindamos por mi bienvenida. Cuando terminamos William y yo nos retiramos. Caminamos por el pasillo.

-Debemos ir a tus aposentos. Helen y Tricia estarán esperando para tomarte medidas para tu nuevo vestuario. No tienes nada de vestimenta aquí. Ni siquiera un mísero camisón.

-No me lo recuerde -le digo muy seria. Echo de menos todas mis cosas.

-A propósito. Ya han sido informadas de lo del baño. Ellas tan solo lo prepararán.

Abre la puerta y me deja pasar delante de él. Helen y Tricia ya están esperando, con cintas métricas en mano. También hojas de papel y plumas.

-Dejo a la señorita Milwood en buenas manos. Espero que le confeccionen un vestuario que resalte su belleza. Mientras realizan su trabajo, buscare algunas joyas.

Abro la boca para decir algo cuando William cierra la puerta y me deja allí sola con las dos doncellas. Acuden a mí y comienzan a quitarme la miles de capas de ropa que llevo. Al final me dejan solo con lo que ellos llaman ropa interior y yo llamo camisón. Menos mal que al menos tengo las bragas. 

LA HIJA DEL TIEMPO (EPOCA GEORGIANA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora