38

3.4K 416 37
                                    

Sentir que estás bajo el agua cuando en realidad sabes que estás en la superficie es muy confuso. Paul me ha empujado al interior del carruaje tras salir de la taberna. Me he quedado en el mismo lugar en el que he caído, sin moverme, entre los dos asientos aterciopelados, aquellos mismos que nos trajeron a París. Para cuando entramos de nuevo en Versalles, el sol asoma en el horizonte, punteando con esplendor, a pesar de las nubes de tormenta que se acercan por el lado contrario. 

-Escúcheme -dice Paul mientras me insta a bajar del carruaje. 

Me detiene a un lado y clava su oscura mirada en la mia. 

-Va a ir a su apartamento y la guardia llegará en cualquier momento para hacerle las preguntas pertinentes -explica-. Responderá a las preguntas con sinceridad y, cuando hayan terminado, tendrá usted misma que ordenar que la lleven a casa. Se despedirá de los nobles que le correspondan y abandonaremos Versalles para volver a Inglaterra. 

Asiento en entendimiento mientras las palabras fluyen por el aire como si de globos se tratasen. 

-No hablo francés -tartamudeo. 

-Le pedirán a alguien que haga de interprete -asegura, antes de echar a andar. 

Me limpio las lágrimas mientras lo sigo. 

-¡Eh, Paul! -lo llamo con la voz titilante-. ¿Y si nos fugamos? -le pregunto, intentado aligerar la situación, pero aún así, hablo en serio. 

-Un esclavo negro y una duquesa -murmura-. A mí me envían a otro lugar y a usted la encierran con los locos, una idea genial... 

Suspiro con cansancio. Tendría que haberme pedido una cerveza o vino. 

Me aparto a un lado del camino y vomito. Pensar en vino me ha recordado a la sangre de Austin, la que adorna los bajos de mi vestido. Los bajos a los que se ha aferrado con toda la fuerza que le quedaba. 

-¿Está bien? -pregunta Paul, permaneciendo a una distancia prudente. 

Me limpio la boca con el dorso de la mano y asiento antes de continuar el camino. 

Una vez dentro del apartamento, instruyo a la sirvienta, mediante gestos, para que me ayude a quitarme el vestido y a limpiarme. No podemos hacer mucho con el pelo, que puede llevar hasta horas, antes de que Abraham y Marie acudan a mi llamada por nota. Son los únicos nobles que realmente conozco aquí. Los dos están confusos por lo sucedido, casi tanto como yo, que además me siento enferma. 

-¿Y qué hacia usted allí, señora Rutland? -pregunta uno de los guardias. 

-Había ido a buscar medicinas naturales, señor -explico-. Remedios caseros. 

El hombre asiente con firmeza. Su uniforme de guardia es casi ridículo, demasiado como para tomarlo en serio, teniendo en cuenta que no lleva arma.  El interrogatorio dura un rato, antes de que el guardia termine con un:

-Lamento mucho su pérdida. Desafortunadamente la culpable también ha muerto por lo que solo Dios podrá juzgarla. 

Asiento antes de despedirme de él y de su compañero, que ha permanecido en la puerta todo el tiempo. 

Abraham y Marie me ayudan de forma frenética a dar órdenes tanto a sus sirvientes como a los míos. Partiremos lo antes posible. Sin despedidas y cargando con el cuerpo de Austin en otro carruaje. Viajaremos toda la noche hacia la costa norte de Francia donde, de nuevo, tomaremos un barco para volver a nuestro país. Marie me ha prometido que no tendré que encargarme de nada, que no tengo que preocuparme de que el espíritu atormentado de Austin viaje conmigo. 

Pensaba que haría el viaje sola, pero Marie y Abraham han decidido acompañarme hasta que tome el barco. Gran parte de mí sospecha que es para mantenerme vigilada, puesto que nadie quiere que la joven viuda entre en cólera y se suicide por la reciente pérdida de su amado. 

Reiría si no fuera por lo preocupada que estoy. Una muerte no entraba en mis planes. La misión era demasiado sencilla y todo estaba saliendo demasiado bien, supongo. Me casé con un ricachón, me estaba acercando cada vez más a la salida de este maldito lugar y, de pronto, ¡boom! La bruja y el ricachón se matan. ¿Qué razones tenía ella para matarlo? ¿Por qué parecía que se conocían? ¿Acaso Austin le compró algo alguna vez? 

-Apenas ha probado la cena -apunta el capitán Smith. 

Pensaba que jamás volvería a verlo. A él, con su mirada otoñal y su perfecto uniforme. Sin embargo, a pesar de sus enormes esfuerzos por mantener una animada conversación conmigo durante la cena, únicamente he respondido con monosílabos. 

-No tengo mucho apetito -respondo, tras aclararme la garganta. 

-Tengo algo para usted -dice mientras se levanta de la mesa y se dirige a su escritorio a un lado de su camarote.

Me giro en la silla para poder observar todos sus movimientos. 

-Tenía la intención de colgarlo en algún lado, ¿sabe? -explica mientras me entrega algo envuelto en un paño-. Pero me recuerda mucho a usted. A quién le encantó el espejo de popa. 

Deslizo el paño fuera de la rígida pieza para descubrir un maravilloso cristal del tamaño de dos manos. Está compuesto de muchos colores vivos que conforman un loro de aspecto exótico. 

-Muchas gracias -murmuro torpemente. 

-Tiene usted la cara de alguien que quiere ver el mundo -señala mientras toma asiento a mi lado. 

-¿Y qué tipo de cara es esa? -le pregunto con curiosidad, dejando el regalo sobre la mesa de comedor. 

-El tipo de cara que se ilumina en un barco en lugar de apagarse -explica con tranquilidad y una gran sonrisa-. Solo a una persona con alma de exploradora le ocurriría eso. 

Asiento lentamente. Pensando en que el cadaver de Austin, podríamos decir que fresco, se encuentra en las bodegas del barco, esperando un entierro. 

-Estoy hablando de usted, señora -aclara. 

-¿Y qué podría hacer alguien como yo en un barco? -pregunto confundida. 

-¿Aparte de viajar a los lugares más increíbles que jamás haya podido soñar? ¿Probar sabores increíbles? ¿Conocer culturas de los más interesantes? 

Niego con la cabeza mientras me levanto de la silla. 

-Tengo... asuntos de los que debo ocuparme, capitán -me excuso-. No puedo, simplemente, abandonar todo esto como está. 

-Lo comprendo -murmura. Toma una de mis manos, libres de guantes debido a que hemos cenado-. Pero si desea hacer algo como eso, deberá estar en el muelle el primer día dentro de cinco meses. 

Deslizo mi mano fuera de las suyas. Ahora que parece que mi destino está sentenciado a este siglo, me encantaría dedicarme a surcar los mares con alguien tan entusiasmado por el mundo como él. Para mi desgracia, vengo acompañada con algo de peso extra que tan solo seguirá creciendo. Y, reconociendo mi derrota, sé que a cualquiera le repelería mi presencia cuando supieran de la responsabilidad que vendría con ella. 

-Lo pensaré -aseguro, antes de ser escoltada a mi camarote. 

Y, así lo haré durante los próximos cinco meses, puesto que nunca se sabe las vueltas que da la vida. 

_______

Realmente estoy en un dilema con Eiri. Hay tantas cosas que puedo hacer con ella... 

LA HIJA DEL TIEMPO (EPOCA GEORGIANA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora