- 6 años después -
Por fin hace un buen día, joder. Llevamos lo que parece ser una vida esperando a que se abra el cielo y deje paso al puñetero sol, las nubes son unas egocéntricas de mierda en este país. Parece que este verano solamente hemos tenido lluvia. Lluvia, y guerra. El 4 de julio las colonias británicas, como las llama William, hicieron su declaración de independencia y, como a Inglaterra esto de que le quiten un gran trozo del mundo no le gusta nada, pues... ahí están dándose de palos por todos lados. Hermanos contra hermanos, se lamenta William cuando le llega alguna nueva noticia.
A mí esto me queda lejos, pero a quien no le queda lejos es a Victoria, a la que decidí llevar al puerto tras cinco meses de espera para presentarle a Charlie Smith, el capitán de aquel barco tan mono. Lo hice por varias razones, me sentó muy mal tener que decirle que al final no podría acompañarlo en sus viajes y, porque Victoria no encajaba en todo este escenario de gente con sonrisas sobrias o falsas. Ella es... como su pelo. Puro fuego. Viva, alegre, enérgica... Y pensé que a alguien como ella le vendría bien encontrar una vía de escape, y que el mundo podía ser suyo gracias a su personalidad arrolladora y alocada. Creo que la cosa fue muy bien, no es por echarme flores. Apuesto a que la pelirroja es adorada en La India.
-¡Mamá! -grita Adelaide.
El nombre es un asco pero... es el nombre de mi abuela, y como ella es mucho mejor que mi madre, o lo será, pues se lo merece. Mi hija se merece un nombre épico como el de mi abuela, para que aunque no la conozca, siempre esté ahí.
-Mira lo que he recogido para ti -explica mientras me entrega un pequeño ramo de flores silvestres.
-¿Te gusta? -pregunta William mientras se acerca, a un paso más rezagado que la loca de Adelaide que corre incluso con los vestidos largos.
-Sí, gracias por matar a la madre naturaleza -respondo con sarcasmo mientras dejo las flores junto a mí.
Los ojos dorados de Adelaide escudriñan las flores arrancadas con pena. Este año no ganaré el premio a la mejor madre pero... quizás lo haga el año que viene.
-No te preocupes -le dice William a Adelaide mientras extiende sus manos hacia mí para ayudarme a levantarme-. Tu madre no sabe apreciar la belleza de las flores -le asegura-. Prefiere estar enfrascada en sus libros y en su diario.
Me sacudo la falda con un gruñido.
-¿Quieres jugar al columpio? -le pregunto mientras extiendo la mano hacia ella. El bajo de su vestido completamente cubierto de hierva húmeda.
Adelaide asiente sin dilación, y agarra con su otra mano la de William con fuerza.
Nos acercamos a nuestra casa, que ha dejado de oler a muerte. Perdí todo lo que había ganado tras la muerte de Austin. Me quedé sin título y sin casa al final. Debido a que Adelaide es una niña, el título nobiliario se declaró extinto, y desapareció sin más. Dejando atrás la terrible y misteriosa vida de los Rutland. Lo que William logró recuperar fue la casa, en una subasta. Y se convirtió en la nuestra.
-¿Por qué no jugamos al escondite? -sugiere William, mientras Ingrid baja las escaleras del jardín a toda prisa.
Su pelo marrón está recogido de forma tan tirante que casi puedo ver como la piel le colgará cuando se suelte el pelo. Sus ojos verdes se fijan inmediatamente en Adelaide... Puede que Ingrid ya sea tía, pero continúa siendo tan solo una niña a la que le encanta venir a jugar.
-¡Allí dónde estés yo te encontraré! -grito antes de separar la cara del árbol y proceder a buscar a todos por el bosque, el que está justo tras nuestro jardín.
Escucho unas risas a mi derecha, un poco más allá de la distancia a la que alcanza mi vista. Empiezo a caminar con calma por el lugar. A William le encanta mofarse cuando es el quien tiene que perseguir a los demás, le gusta el rollo psicópata de gritar cada tres segundos. A mí me gusta ser más sigilosa.
Unas hojas suenan a mi espalda y me giro rápidamente. Doy un salto en el sitio, y pego un grito, cuando me encuentro a Paul frente a mí.
-¡Paul! -le regaño-. Me has dado un susto de muerte.
-Lo siento... Eiri -dice con arrepentimiento-. Traigo una carta de la señora Smith -explica mientras me extiende la bandeja de plata con la carta y el abre cartas.
-¿Qué nuevas noticias traerá Victoria? -pregunto a nadie en particular mientras tomo la carta de la bandeja.
Paul levanta la vista rapidamente y una rama se rompe a mi lado izquierdo. Suelto la carta y echo a correr.
-¡La leeré luego! -grito a mis espaldas.
Los pasos que van por delante de mí son muy pesados, además, en uno de los giros veo la chaqueta de William volar a sus espaldas.
-No te escaparás de mí, William -le advierto entre risas.
Él suelta una carcajada.
-Apenas me estoy esforzando -se jacta.
Pongo los ojos en blanco mientras continuo la marcha, apartando las hojas de los árboles y arbustos que encontramos en el camino.
-¡Soy más rápido que tú, querida! -vocifera al viento.
-¡Eso es por que tú llevas pantalones! -le grito antes de tropezar en un charco de barro que posiblemente tapaba la rama de un árbol.
Me golpeo la frente al chocar contra el suelo, las hojas secas de los árboles, la hierva húmeda, el sabor a tierra en mi boca y el olor a naturaleza en mi nariz. Hago una mueca de dolor, pensando que William se detendrá para ayudarme, pero no lo hace.
Levanto la vista del suelo.
-¡Eiri! -exclama mi ex mientras se acerca a mí a toda prisa-. ¿Estás bien? Llevo casi dos horas buscándote -explica mientras se agacha frente a mí y me estudia la cara.
Su flequillo rizado y castaño claro cae sobre su frente, alborotado tras... ¿la fiesta? Parpadeo un par de veces hacia el edificio del instituto.
-¿Cómo has acabado en el lago? -pregunta mientras extiende sus manos para ayudarme-. Tienes el traje que te diseñó tu abuela destrozado. Seguro que no le hará la menor gracia cuando se lo digamos.
Lo miro a los ojos durante un buen rato. Intentado descifrar su expresión, lo que está pasando. Hace más de seis años que no lo veo, y está igual.
-¿Bebiste demasiado, Eiri? -pregunta con genuina preocupación-. Debiste hacerlo para acabar en la orilla del lago.
Desvio la mirada hacia los bajos de mi vestido. Es el mismo que llevaba hace...
¡No entiendo lo que está pasando!
Rompo a llorar, y los brazos del que se supone que es mi ex me envuelven. Acuna mi cabeza contra su hombro. Hace nada estaba persiguiendo a William. Solo ha bastado un pestañeo para apartarlo de mí.
¿Lo advertí? ¡Os lo advertí! Agarraos que vienen curvassssss
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LA HIJA DEL TIEMPO (EPOCA GEORGIANA)
Novela Juvenil3ª PARTE DE LA SAGA "LAS HIJAS DEL TIEMPO" Eiri Milwood sabe tres cosas con certeza: Es vegetariana, está embarazada y su exnovio es gilipollas. Claro que ninguna de estas tres cosas van a impedir que vaya al baile de disfraces de su instituto, ni v...