36

3.6K 399 24
                                    

El chico no deja de preguntarme en francés cuando llegamos a París. Él continua apartando la vista de la calzada como si no le importase atropellar a la gente con los caballos y el carro. La ciudad ya ha despertado, las boutiques y puestos han abierto, y la ciudad está ajetreada. Me siento como una alienigena que acaba de pisar la Tierra por primera vez. No entiendo el idioma, no reconozco el lugar y no soy capaz de adaptarme a la nueva atmósfera. Si lo que el Tiempo (suponiendo que sea masculino) buscaba era a una chica como la del libro, se ha equivocado por completo. Ella se adaptó, ella... parecía haber formado una buena vida allí. 

Diviso un callejón a mi izquierda. Oscuro, como había dicho Marie. 

-¡Para! -le ordeno al chico mientras golpeo la palma de la mano contra una de las paredes. 

El chico se desliza de su asiento como a cámara lenta, esperando que yo se lo impida o grite otra orden que no comprenda. Sin embargo, lo espero con la puerta del coche de caballo abierta para que me ayude a bajar. Una vez abajo, fijo mi mirada en la suya. 

-Vuelve a Versalles, y no se lo cuentes a nadie -le ordeno con voz firme. 

El chico de pelo moreno asiente y yo espero que haya entendido mis palabras. Que suba al coche de caballos y se aleje calle abajo significa que, al menos, ha entendido una parte de lo que he dicho. 

Agarro mi vestido como puedo y hago un grandísimo esfuerzo para únicamente respirar por la boca y no ser capaz de oler la mierda que se respira en el ambiente. Y yo, que más de una vez me he quejado del olor de la gente... deseo que varias nubes descarguen su rabia sobre París. 

Me adentro en el estrecho callejón, donde apenas caben a lo ancho dos personas a la vez, quizás una y media si llevas uno de los vestidos de Versalles. Una chica joven y un hombre se están besando apasionadamente al final de estrecho lugar. Tengo que pegarme a la pared demasiado, donde gotas de pipí han corroído la pintura roja. 

El oscuro callejón da a una pequeña plaza. El suelo luce el mismo adoquinado que el resto de calles de alrededor, y la arquitectura sigue el mismo estilo que en las calles principales. Casas de dos o tres plantas de colores apagados. Está, sin embargo, parece estar concurrida por muchas chicas jóvenes que se pasean por el lugar lanzando miradas a los hombres que aquí se encuentran. Lo más explícito que he visto ha sido la pareja que ha quedado tras de mí, pero no me pasa desapercibida la forma en la que los hombres y las mujeres se miran y entran de la mano en algunas de las casas. 

Me acerco a una de las casas de la plaza, la que tiene la puerta abierta, donde, con suerte, alguien podrá darme alguna pista de hacia dónde debo seguir. Aún así, estoy llena de dudas. La chica del libro nunca ha hablado de pistas. Nunca ha mencionado encontrar más cosas sin sentido que la hayan hecho pensar que podría volver a casa. Quizás estoy loca y me he inventando señales que no estaban ahí. 

Una chica, sentada en la parte baja de las escaleras de la casa me pregunta algo en francés cuando me ve entrar. 

-No... hablo francés -le digo. 

-¿Inglesa? -pregunta con una sonrisa socarrona. Su pelo oscuro está bien recogido, su cara empolvada de blanco, sus labios rojos y una peca negra pintada en su mejilla con forma de corazón. 

Me limito a asentir. 

-¿Y qué busca una inglesa en este lugar? -pregunta con interés mientras se levanta y se acerca a mí-. Si es trabajo, ha de saber que tiene que entregar una parte de sus ganancias a la Madame. Además, hay mucha competencia. 

Me aclaro la garganta. 

-Gracias por la oferta pero... 

La chica alza una mano y acaricia mi mejilla con su dorso. 

LA HIJA DEL TIEMPO (EPOCA GEORGIANA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora