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Dejo la bicicleta amarrada a una de las farolas del instituto. Todo el mundo supondría que al ser sábado debería estar cerrado pero debido a la fiesta de la pasada noche, los servicios de limpieza habrán tenido que venir esta mañana, y ser supervisados por alguien. 

Las puertas del instituto están abiertas. Nuestro instituto no es tan antiguo como el que está al otro lado del lago, pero sí que no ha cambiado desde que se creó, por lo que tiene ese aspecto de mediados de siglo que tanto odia la gente. El ladrillo de color amarillento que decora el exterior es tan atrayente como la bilis. 

-¿Qué haces aquí...? -pregunta una de las profesoras cuando me ve entrar en el gimnasio. 

-Eiri Milwood -completo-. Señora Gardin -añado. 

Es la profesora de arte, y mi cerebro no se inclina en esa dirección. 

-Eiri, es sábado. El colegio está cerrado. ¿Puedo ayudarte en algo? -pregunta con tranquilidad, y un tono amable. 

-Se me olvidó el bolso, y he venido a buscarlo. Además, esperaba que usted pudiera resolverme una duda -le explico, con la misma tranquilidad que ella a mí. No quiero que piense que vengo a morderle la yugular a alguien. 

-Ah, sí, estamos recolectando una caja con objetos perdidos -explica mientras me conduce a un lado del gimnasio. 

Me señala una gran caja de cartón llena de bolsos, ramilletes, teléfonos móviles, gafas... 

-¿Qué otra cosa necesitas? -pregunta mientras me observa rebuscar en la caja por mi bolso. Uno negro con cadena plateada muy sencillo. 

-El club... de mi abuela -comienzo a decir-. Va a dar una fiesta y dado que la pitonisa de... ayer -. Ayer, fue ayer. Justo hace unas horas. No fue hace seis años-. Fue increíble y gustó mucho, me ha pedido que pregunte si tienen sus datos de contacto. 

La profesora Gardin no actua como si le sorprendiera lo que estoy diciendo. Se traga la mentira con más facilidad que el agua. 

-Dado que es para otra fiesta... -comienza decir, algo pensativa-. Ven, acompáñame al despacho de la directora. Te escribiré los datos de contacto en una nota. 

Ya he estado antes en el despacho de la directora Jenkins, fue tras contarle a Alex que estaba embarazada. Bueno, tras contárselo varias veces y ver como el tío se quedaba medio atontado, sin decir palabra. No hubo contacto físico, pero sí que nos lanzamos gritos a la velocidad de las balas, y dolían como un puñetazo. El mobiliario de oficina es sencillo pero oscuro, quizás demasiado para ser una habitación tan pequeña. La directora siempre ha tenido una pequeña pecera en su despacho, según he oído cree que los animales calman a los alumnos. Aunque yo creo que todo eso es pura tontería y que lo único que quiere es tener animales en el instituto para mirarlos fijamente cuando se aburre. 

-Estos son los datos de contacto, Eiri -indica la profesora Gardin mientras me pasa la pequeña nota con una sonrisa-. Espero que el club de tu abuela se divierta. 

-Seguro que lo hacen, profesora Gardin -miento con confianza. 

Tomo la bicicleta con la sonrisa falsa borrada de mi cara y mi bolso colgado al hombro. Ahora he recuperado mi móvil, pero dentro del bolso no hay nada que me ayude a volver. Pensaba que por arte de magia mis cosas regresarían conmigo, quizás. Pero la carta no está, quizás olvidada junto con el resto de pertenencias secretas bajo mi antigua cama. William y yo nos mudamos a la casa de los Rutland, pero siempre planeamos volver a la de los padres de William cuando estos murieran, porque era más bonita, la verdad. Por eso mismo, al mudarnos, dejé allí todos los objetos que tuvieran relación con lo que me había pasado, pensando que jamás tendría que volver a usarlos, y temiendo que alguien los encontrara. Ahora sé que William nunca volvió a mudarse allí, quizás esperando a que yo volviera al mismo lugar del que desaparecí, temiendo que no lo encontrara si algún día regresara. Quizás pensó que había recuperado la memoria y había aprovechado el juego para escaparme. 

LA HIJA DEL TIEMPO (EPOCA GEORGIANA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora