III.

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Escucha el sonido de la puerta abrirse cuando ya son más de las cinco de la tarde. Gira sobre sus talones con lentitud para encarar al visitante mientras aún sostiene las hojas húmedas de pintura que hicieron sus alumnos.

—Bienvenido.— dice con una sonrisa.

El rubio jadea, se nota realmente agotado y mira el pequeño salón mientras se calma.

—Lo siento.— dice cuando logra calmarse, alza su mirada para mostrar sus esmeraldas con preocupación y algo de pena, pasa un mecho de cabello por detrás de su oreja y pasa su coleta por sobre su hombro mostrando los hermosos hilos dorados que tiene.

—¿Es el padre de Leo?— pregunta dejando los dibujos sobre el escritorio sonriendo dulcemente.

—Así es.— extiende su mano acercándola al profesor con una mirada de educación para hacer un saludo. —Mi nombre es Yuri, mucho gusto.— el otro suelta una pequeña sonrisa con calma.

— El gusto es mío.— acepta su mano comenzando a saludar y después agrega.— Mi nombre también es Yuuri.— ambos se miran con diversión, sueltan sus manos y el rubio vuelve a buscar en el salón.— Esta en los cubículos, parecía realmente cansado así que lo lleve a dormir.— agrega mientras continua con la limpieza del salón.

—Disculpe la demora, mi marido no ha podido venir a recogerlo, espero y no les haya causado problemas él tenerlo aquí más tiempo.

Sigue sonriendo mientras recoge el lugar y escucha al hombre que esta ahí por su hijo. Se nota en su semblante y en su voz la preocupación y pena quizá no por olvidar al pequeño pero si no poder recogerlo.

—Tranquilo, no es la primera vez que nos pasa eso, Leo es un niño muy aplicado y educado, tenía mucha curiosidad por conocer a sus padres, he visto muy seguido a su niñera y al señor Altin, debo admitir que estoy sorprendió.— dice mientras cuelga los dibujos en el lazo que hay especialmente para secar las hojas de papel.

—¿Esperaba encontrarse con un dama?— escucha un poco de molestia en su voz, se gira para encontrarse con el rostro de indiferencia del rubio que se muestra solo un poco preocupado, una mano está en su cintura -que curvas- mientras que la otra se encuentra extendida por su costado, casi listo para la pelea.

—No.— dice sonriendo. El rostro del otro de transforma en confusión.- Leo siempre dice "papá Yuri" y "papá Otabek", estoy sorprendido porque no esperaba que usted fuese alguien que se apena por llegar tarde a recoger a su hijo.

—No me conoce.— sonríe, la molestia se ha ido del oji-verde y quizá un poco de vergüenza se ha instalado en sus mejillas.

—Leo habla mucho de sus padres, los quiere demasiado. Ha sido muy difícil su vida me imagino.— suelta con calma mientras acomoda las pequeñas sillas sobre las mesas ya limpias, el rubio le ayuda a hacerlo.

—Supongo que sí, espero y no cause problemas que...

—Esta institución tiene a un hombre que está casado con otro hombre como profesor.— luego recuerda y suspira. —No se preocupe, me encargo de defender muy bien a Leo sobre aquellos niños con padres tan conservadores como para decirle a sus hijos que no se acerquen a su hijo.— sonríe de nuevo inclinandose en agradecimiento por ayudarle.

—Leo habla mucho de su profesor de lentes que se llama como yo.—le da una sonrisa. —...pero usted no los lleva hoy.— agrega marcando lo obvio.

—Me he dado un cambio de imagen.— responde sonriendo quitándose el delantal que usa siempre para evitar que sus niños lo ensucien.

—La semana pasada Leo dijo que su profesor no estaba yendo a darle clase, me alegra que haya vuelto, ya lo escucharé todo el resto del día hablar sobre usted.— agrega increíblemente amable. —Gracias por cuidar a mi hijo.— vuelve a tenderle la mano en señal de agradecimiento, la acepta sonriendo.

Perdóname amor Donde viven las historias. Descúbrelo ahora