XXIII.

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Anna y Viktor les mira con un poco de miedo, sentados sobre sus rodillas, en la misma posee que todo un japonés con honor, mirando a los Katsuki, como hace 16 años, como cuando Viktor fue por primera vez a pedir a Yuuri, no está más por eso, porque Yuuri ya es suyo, ahora solo quiere el perdón, o al menos que se lo den a Yuuri.

Yuuri tiene la sonrisa más bella cuando esta con su familia, Viktor lo cree así, que es preciso cuando esta con sus padres. Quien puede ser él para quitarle ese bello momento a su persona favorita, a su único ser. Nadie. Con un poco de miedo y dolor deja que la pareja abrace a su marido, y mientras él se dedica a evitar la mirada de la chica que le mira con una extraña mezcla entre molestia, intriga, duda y análisis. Mari puede ser muy intimidante.

Así que ellos dos esperan, Anna quejándose de levemente por el dolor en sus rodillas, sus piernas comienza a entumecerse, pero no quiere mostrarse irrespetuosa con los padre de su papá, los que serían sus abuelos, aún que sigue un poco asustada, porque ellos aceptaron y perdonaron a Yuuri, se frena en sus mente, ¿lo aceptaron o solo lo perdonaron? Siempre puede existir esa posibilidad de que lo han perdonado, crean que su padre Viktor es el villano o algo parecido, pero que no lo hayan aceptado, no tiene mucha lógica como es que su papá Yuuri se enamoró de su papá Viktor si él obviamente creció con los ideales de mujer con hombre, ahora duda de la pareja que abraza a su padre, temerosa de que esa pareja le arrebate a su familia, a su felicidad y separa esas dos almas.

-Tranquila...- escucha el débil y suave susurro del ruso a su lado y voltea sorprendida por haberle tranquilizado en el momento justo, Viktor guiña su ojo en señal de que nada malo va a pasar, aún si teme lo mismo.

Asiente y suspira, nerviosa continúa viendo la escena, y Yuuri con sus mejillas sonrojadas les pide que se detengan, sin mucho éxito, los mimos y besos de sus padres siguen, siguen por todo lo perdido. Y ambos oji azules se piensan en la posibilidad de ir a la habitación que han pagado por dos semanas, la tarde que aún se ilumina en blanco por la nieve y el cielo nublado deja ver que la noche no esta tan lejana, definitivamente necesita un descanso, ambos necesitan descansar de esa noche con insomnio.

-¿Pueden indicarnos donde está la habitación?- pregunta temeroso el ruso a la hermana del otro que no le ha dejado de ver, y ella asiente.

Descruza sus brazos y hace un ademán con las manos de que lo siga, sin mucho ruido, Anna y él se ponen de pie y rodean a los otros presentes sin que se den cuenta de su salida, caminan lentamente por un pequeño pasillo hasta llegar a unos escaleras, se escucha el rechinar de la madera cuando pisan y sigue así hasta que llegan a una habitación típica de un hospedaje japonés, la razón por que Viktor decidió años atrás a Japón fue por la cultura, y sus típicas costumbres y lugares, sus típicas viviendas.

-Nostálgico.-murmura con una sonrisa sin soltar la mano de su hija.

Mari cierra la puerta por él, los deja a ambos solos escuchando sus pasos alejarse, y sueltan un fuerte suspiro, ambos más tranquilo tirándose lento al suelo.

-Esto es muy incómodo.- musita la pequeña estándose sobre el tatami.

-Tranquila...- repite con amabilidad acariciando sus cabellos.- solo serán dos semanas.

Y serán las semanas más largas.

-Tus acompañantes están arriba.- dice Mari mirando a su hermano con la misma calculadora mirada con la que acosaba el ruso.

-Es mi marido y mi hija.- corrige, mostrando su anillo en el dedo con una sonrisa de determinación.

-Ya es tiempo de hablar de esto Yuuri, mamá, papá...- surgiere la joven sentándose con sus padres mirando al japonés, casi como si estuviese en juicio al ver el semblante serio y pensativo de sus padres.

Perdóname amor Donde viven las historias. Descúbrelo ahora