XX.

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En la mañana del lunes, mientras Viktor y Yuuri duermen plácidamente en la cama sin ninguna señal de que van a levantarse pronto, Anna tararea una canción en la tina llena de espuma y burbujas con las cuales no deja de jugar, ríe un poco bajo para no despertar a sus cansados padres y siente el cosquilleo en su pancita que no se ha detenido desde que conoció a los Nikiforov, ríen un poco, ella también es ya una Nikiforov, juega un rato más en la tina hasta que nota sus dedos arrugados y sonríe divertida, es la primera vez que su baño dura tanto como para arrugar sus dedos, está abusando mucho.

Yuuri escucha la pequeña y muy callada risa de la pequeña niña salir del baño, gira un poco la cabeza a ver el reloj de la pared notando que son casi las siete, sí que tiene energía la niña, suspira adormecido porque no se quiere levantar, y es que no tendría porque levantarse, de no ser porque la niña tiene que ir a la escuela.

La noche anterior, Anna les contó un par de cosas relevantes de ella.

El que ingresó en el centro de adopción cuando tenía tres casi cuatro años, y ello había sido porque sus padres estaban ausentes, no tenía más familia, y si la tenían nunca apareció cuando se buscó, por ello había vivido tres años en el centro de adopción, siendo un niña ya grande, no tenía muchas oportunidades de ser adoptada según ella, en su mayoría, iban por los lactantes, o los infantes más jóvenes, por muchas cosas, ella adquirió un comportamiento agresivo, pues era molestada por sus compañeros del centro, y por sus compañeros de la escuela.

La escuela era otro punto. Era la una única niña del centro de adopción que asistía a una escuela pública, que no iba a las clases particulares que los titulares daban en el centro, esto precisamente porque la directora quería que Anna socializara, para que dejase de ser hostil, no funcionó muy bien, pero notaba más cómoda a la niña con ir a una escuela fuera de las paredes del centro.

Era tal vez la niña más madura del centro, y de la escuela a la que asistía, con 7 años, ella iba sola y regresaba sola de la escuela, las cuidadoras no podían ir a recogerla, además tanto ellas como Anna sabían que la pequeña no tenía a donde ir, por lo que siempre regresaba, Anna era educada, mucho, tenían una paciencia sorprendente, pero cuando esa paciencia se agotaba y explotaba, podía usar el arma más peligrosa del mundo, sus palabras, Anna sabía bien como y donde herir, y si las palabras no eran suficientes a esos idiotas que tenía por compañeros, los golpes servían muy bien.

También habló de sus sueños, Anna quería dedicarse a la música, tocar el piano y ser una gran concertista, sabía perfectamente que el talento, como todo, lo heredó de su madre, ella parecía ser más bien solo la hija de la mujer de largos cabellos plateados y ojos azules, amante de la música, interprete del piano, la única diferencia que tenían era un poco el tono del piel, Anna reflejaba más el color de la nieve en su piel que en su madre, sin embargo creía que la mujer en su juventud era idéntica, eran como madre e hija gemelas.

No mencionó nada más, estaba muy cansada, así que decidió ir a dormir en la suavecita cama que Viktor y Yuuri compartían, claro que fue seguida por los adultos que charlaban de un par de cosas que ella no podía entender, trabajo, negocios, y el futuro ascenso de su padre mayor.

Desde ahí empezó a pensar como llamarlos, normalmente es papá y mamá, pero ellos eran papá y papá, no tenía muy claro cómo llamarlos, pero por lo que había visto en esos dos días con ellos, Viktor tenia cara de ser el papá y Yuuri de ser la mamá, aunque no quería meterlos a los dos a una adaptación de una pareja heterosexual, ellos eran así, diferentes, tenían una diferencia no mala, sino evidente, por ello pidió permiso de poder llamarlos Yuuri y Viktor, y con el tiempo, referirse a ambos como papá Yuuri y papá Viktor. Ella ya tenía una mamá, si bien llevaba tres años de fallecida, había obtenido algo que nunca tuvo, un padre, y lo mejor de todo es que ahora tenía dos, quería conocerlos, quería enamorarse de ellos y quería ser familia, ella estaba realmente contenta de conocer a Viktor y a Yuuri Nikiforov, y además tenía que admitirlo, le fascinaba la forma en la que ellos dos se veían juntos, en la que ellos se amaban.

Perdóname amor Donde viven las historias. Descúbrelo ahora