XXXV. De película

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   No me sorprendí ni un poco cuando vi a Lio en la habitación de Aleksandra, recostado tranquilamente sobre la ventana. Esperando.

  -¿Qué haces aquí? -Dije gruñendo.

  -Vine por ti. -Lio sonrió con esa sonrisa que volvía locas a todas las chicas que lo conocían. Pude jurar que Aleksandra, que estaba atrás de mi, babeaba y se derretía en este momento. Lio como que me leyó la mente. -¿Le contaste todo? -Miré a Aleksandra. Era increible que no tenía miedo. Su cara estaba de lo más normal. Mejor dicho, estaba alegre. Tenía la cara como si estubiera viendo una película y esperando con ancias lo que pasará a continuación.

  -Le conté. Si. ¿Y qué? -Dije provocando.

  -¿Y qué? Rompiste el tratado.

  -Esto se pone cada vez más interesante. -Dijo Aleksandra, riendo. -Es como una película.

  -¡Callate! -Gritamos los dos al mismo tiempo.

  -Dile a tu amiguita que se vaya.

  -No puedes echarla de su casa.

  - ¡Si puedo! -Gritó Lio. -Para protejer nuestro secreto. -Se acercó a mi. -Para protejerte a ti. -Tomó mi cara entre sus manos y volví a sentir esa conexión que siento cuando estamos cerca. Era como estar solos en el mundo.

  -Los dejo... -Noté que Aleksandra tenía la boca llena. -Esto... se... está... poniendo... interesante... -Ambos volteamos a ver que sucedía, ya que escuchamos que Aleksandra apenas podía hablar. Nos quedamos paralizados del asombro. Aleksandra estaba sentada en una silla y comiendo palomitas. Como si estubiera viendo una película. Cuando vio que la mirabamos, tragó lo que tenía en la boca y empezó a hablar. -Siempre tengo palomitas calientes en el microondas. Nunca sabes cuando las vas a necesitar... Ahora si, los dejo solos... Y por cierto amiga, te queda super bien esa cara de lobo.

                          * * * * *

  Cuando Aleksandra cerró la puerta al salir de la habitación, me toqué la cara. Tenía las orejas de lobo, la piel, y unos cuantos pelitos. Miré mis manos. Mis uñas también eran de lobo. Corrí hasta la mesita de noche, sobre la cual había un espejo. Mis ojos. Eran amarillos y brillaban.

  -Lio... ¿Cuánto tiempo tengo la cara así?

  -Desde que entraste a la habitación, y me viste en la ventana. Cuando empezaste a gruñir... - ¡Genial!  Ahora cada vez que me enoje seré medio lobo. No. No era genial. Era aterrador. Pensé que ya había aprendido a controlarme. Al menos no era lobo entera, como cuando me transformaba aproposito.

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