The Curse

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Siguieron a la conejita por el pasillo silencioso, iluminado tenuemente por la débil flama de aquella vela. El castillo de día se miraba bastante lúgubre, pero de noche sin duda alguna se miraba tan tétrico como un cementerio de batalla. Aquellos retratos que adornaban las paredes parecían verlos sin descanso y el sentimiento de ser observados se apoderó de ambos.

–Y dime... ¿Cream, cierto?– habló el erizo azul.

–Lady Cream– corrigió sin voltearlo bien.

–Sí... claro– dijo indiferente –¿Hace cuanto vives aquí?

–Prácticamente toda mi vida- respondió cortante.

–¿Qué edad tienes?, ¿diez, doce?

–Quince– aclaró –Sirvo a la princesa desde que mi madre falleció muchos años atrás.

–Ya veo...– dijo pensativo el erizo azul –¿Y siempre ha sido así de lúgubre este lugar?– preguntó sin poder evitar ver de reojo de tanto en tanto.

–Sí, casi siempre.

–Genial– dijo con sarcasmo.

–Llegamos– anunció Cream deteniendo su marcha y sacar de aquel aro de llaves, la indicada para abrir la puerta de la alcoba –Esta será su habitación– indicó –Servimos el desayuno a las 8:00 am. El té a las 10:00 am, el almuerzo a la 1:00pm, el té de la tarde a las 5:00pm y la cena a las 7:00pm. Si necesitan sabanas o toallas pueden llamarme.

–Eres muy amable– agradeció Silver.

–No hay porque– dijo para darles paso.

Ambos entraron a la recámara para ver una amplía habitación con dos camas con sabanas de terciopelo y almohadas de plumas. Un candelabro de cristal colgaba del techo y un empapelado de verde oscuro con detalles dorados adornaba la pared. Un único cuadro yacía en una de las paredes en donde un paisaje de la hermosura de los jardines reales se miraba pintado en óleo y una ventana que daba vista al jardín, la cual yacía cubierta por dos pesadas cortinas de terciopelo verde. Los dos admiraban el lugar y recorrieron con la vista el exquisito gusto de la familia real. Cream entró para encender con su vela dos pequeñas lámparas de aceite que yacían encima de cada cama para caminar de regreso a la puerta.

–¿Habría algo más en que pueda servirles?– preguntó la conejita con una mano en la perilla de la puerta antes de salir.

–No, así estamos bien– respondió Silver.

–Muy bien, hasta mañana– se despidió con una sonrisa fingida –Una cosa más– dijo antes de retirarse –Nunca apaguen las velas– aconsejó por último para salir de la habitación y cerrarla detrás de sí.

–¿Eh?– exclamó Silver extrañado por la advertencia inusual.

–¡Esto es grandioso!– exclamó Sonic para saltar sobre la cama y dejarse caer de espalda.

–No crees que es... ¿demasiado bueno?– cuestionó el erizo plateado desconfiado.

–¡Claro que no!– negó –Imagina Silver, tenemos comida, hospedaje e incluso servicio a nuestra disposición, y lo mejor será que una vez terminado el trabajo ¡seremos ricos!

–Sólo digo, ¿por qué nadie había venido antes?

–¿Qué más da?– dijo sin interés para recostarse en aquella almohada blanca –Su perdida es nuestra ganancia.

–Sí pero...

–Ep, ep, ep– interrumpió Sonic con enfado –Deja de pensar tanto las cosas, además ¿qué mejor lugar para resguardarnos del frío que este?

A Cursed RoseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora