The End of the Fairy Tail

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Sintió algo muy cálido que la rodeaba y a la vez la aprisionaba con fuerza; un susurro navega en el viento como una súplica en espera de respuesta. Abrió los ojos lentamente para ver el fuego de la chimenea arder y escuchar los maderos crepitar por igual; todo al alrededor estaba muy cálido, parecía estar en una habitación del castillo, una muy acogedora. Percival notó una sabana envolverla y debajo de la misma alguien la compartía con ella, haciéndola sonrojar, aquello que la aprisionaba era los brazos de alguien.

–Por favor, por favor... despierta– escuchó decir, era el mismo susurro que la había despertado.

Percival movió lentamente su cabeza para ver que detrás de ella yacía Silver abrazándola. Ambos yacían envueltos en aquella sabana sobre una cama; su cuerpo yacía recostado sobre el pecho de él y no entendió cómo se encontraba en aquella posición, lo último que recordaba era estar vagando por los pasadizos con la urgencia de encontrar ayuda, pero cayó debido a la perdida de sangre y ahí fue cuando él llego.

–Tú llegaste por mí– habló en susurro la felina interrumpiendo la oración repetitiva del erizo plateado.

–¿Eh?– exclamó Silver para notar por fin que ella se encontraba consciente.

Habían navegado por las aguas heladas tal como Sonic le había dicho que hiciesen para poder salir del laberinto en donde yacían inmersos, y por poco no lograban salir a tiempo por la fuerte corriente que desembocaba en las afueras del pueblo. Terminaron saliendo por un acueducto que cruzaba el jardín helado, era el mismo acueducto donde Lancelot había encontrado a Sonic tiempo atrás. Se separaron una vez fuera, pues Sonic debía de detener la boda y él hacer que el cuerpo de Percival se calentara antes que su respirar se detuviera. Corrió a la misma habitación en donde había llevado a Sonic cuando estuvo con punto de morir por hipotermia, pues según la princesa le había dicho, era una de las más acogedoras de todo el castillo; Silver la envolvió en varias sabanas, mientras a prisa encendía una fogata para calentar la habitación. Una vez hecho eso, la volteó a ver para verla yacer apacible en aquella cama, y se sonrojó con intensidad al saber el pasó a seguir; si la temperatura de ella subía demasiado rápido podría sufrir de un ataque al corazón, y para evitar eso, el calor corporal de otro ser sería lo único que nivelaría el calor que iría aumentando en su cuerpo; Silver se despojó de su pesada armadura y junto con ella se envolvió en las sabanas para abrazarla y acomodarla frente a su pecho, esperando que no todo hubiese sido muy tarde.

–¡Lo... lo lamento!– se disculpó Silver con rapidez para alejarse con torpeza de ella sonrojado por la cercanía entre ambos –¡No es lo que parece!– justificó apenado levantándose de la cama y tomando distancia de la felina –Estabas casi congelada y necesitaba...– pero la sonrisa dulce de Percival lo hizo callar, y notó que su explicación no era requerida ni necesaria.

–Gracias– respondió Percival para abrigarse nuevamente en las sabanas –Lamento haberte hecho preocupar.

Silver se sintió aliviado, parecía que todo estaba bien. No recordaba la última vez que se había preocupado tanto por alguien que conocía de tan poco tiempo –No tienes idea– respondió al fin con una media sonrisa.

–¿Por qué?– cuestionó Percival para que aquella sonrisa se disipara y de nuevo aquella expresión serena se reflejara en su rostro –Nunca vi tanta desesperación en alguien por salvar una vida, mi vida– recalcó – ¿Por qué te soy tan importante?

Permaneció un momento en silencio para verla fijamente, su rostro aún tenía rasguños notables y sus manos y pies yacían mallugados al igual que otras partes de su cuerpo; todo eso no hubiera pasado si él hubiera podido salvarla aquel día en la biblioteca, pero fue incapaz. Ella, al desaparecer, se había vuelto su responsabilidad, si alguien debía de regresarla con vida tenía que ser él, sin importar el precio.

A Cursed RoseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora