Las Reglas

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Había recibido aquella bandeja de plata ella misma y ordenado a Lady Cream retirarse, pues Sonic expresaba un claro deseo de que nadie lo viera en ese estado. Cerró la puerta una vez que tuvo los suplementos médicos y caminó hacia el erizo, quien yacía sentado de mala gana en una de las sillas floreadas. Amelia puso la bandeja sobre la pequeña mesa de vidrio haciendo a un lado las tazas de té y demás para sentarse a una silla a la par de él.

–¿Sabes usar eso?– le preguntó el erizo azul con una actitud petulante.

–Claro que sí– respondió Amelia para tomar aquellas vendas blancas y verter un líquido transparente sobre éstas –No supondrá que soy sólo una muñequita refina, ¿o sí?

–Hmph, no lo sé– espetó molesto.

–No entiendo por qué estás tan molesto, yo sólo intento ayudarte y lo sabes– puntualizó mientras cortaba las vendas en retazos más pequeños.

–Te dije que estoy bien– refunfuño –No sé por qué haces tanto alboroto por... ¡Ouch!– exclamó al sentir como la medicina de aquella vendaba tocaba sus heridas –¡Eso duele!– señaló Sonic molestó para alejar su cuerpo tanto como aquella silla se lo permitió de su toque.

–Sé que duele, pero lo único que hiciste fue detener las hemorragias, no curarlas, si no hago algo se te infectaran.

–Yo no...– calló al sentir como Amelia colocaba su dedo índice sobre sus labios para evitar que siguiera hablando.

–Déjame ayudarte, prometo que seré tan rápida como sea posible– interrumpió Amelia con dulzura –Además, siendo tú un gran bandolero, este pequeño ardor por el medicamento no debe ser nada a comparación a las heridas de las peleas que has enfrentado ¿verdad?

–¡Claro que no!

–Entonces no te muevas y déjame terminar– ordenó Amelia para seguir con la curación. –Y mientras lo hago, aún espero la explicación de esto.

Sonic desvió de nuevo su mirada. Cream había entrado justo a tiempo para interrumpir el interrogatorio de la princesa, pero era obvio que no lo dejaría pasar solo así. Se había rehusado a darle una explicación hasta que Cream regresara con los implementos, pues aún no tenía idea de cómo le explicaría la mutilación que él mismo había proclamado hacerse.

–Y bien...– insistió ella provocando en él un suspiro.

–Yo...– empezó a hablar con un tono de voz apena inaudible –Yo lo hice– repitió suavemente.

–No lo entiendo Sonic– dijo Amelia para verlo consternado –¿Por qué harías algo como esto?– preguntó confundida –¿Acaso no querías pelear con Lancelot? ¿es eso?

–¡Claro que no!– se defendió ofendido viéndolo iracundo –¡Muero enseñarle a ese erizo lo que...

–¿Entonces?– interrumpió. Sonic resopló molesto y se acomodó nuevamente en la silla dirigiendo su mirada al ventanal de la habitación, era obvio que él no estaba dispuesto hablar por alguna razón –... ¿Fue Yakumo?– cuestionó Amelia con su mirada en penumbra, deteniendo su curación.

–¿Eh?– exclamó el erizo azul para voltearla a ver.

–Fue ella... ¿no es cierto?– preguntó sin mirarlo a los ojos en ningún momento.

–Amy no, es decir...

–Esto fue mi culpa– expresó Amelia con una voz quebrantada.

–¿Cómo tu culpa?– inquirió para arquear una ceja.

–Las reglas...– respondió ella con un mentón tembloroso –...Yo rompí las reglas– completó para que las delicadas gotas saldas resbalaran de la penumbra de sus ojos y se hicieran ligeramente visibles con el contraste de la luz.

A Cursed RoseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora