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IIX.- Sola.

Cuando llegué realmente fue como sentirse abandonada del todo, dejándome caer en una enorme soledad, inmersa en la tristeza que me rodeaba; creyendo que en algún momento me llamarías o tocarías con tus nudillos rosados contra la puerta, entrarías ...

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Cuando llegué realmente fue como sentirse abandonada del todo, dejándome caer en una enorme soledad, inmersa en la tristeza que me rodeaba; creyendo que en algún momento me llamarías o tocarías con tus nudillos rosados contra la puerta, entrarías diciéndome que te habías equivocado, que aceptabas mis sentimientos así, tal y como lo eran y que llorar no era tan malo; pero pues claro he de ser idiota porque eso ni si quiera sucede durante mis más profundos sueños.

Al darme cuenta de que no era una opción factible y que era casi imposible que sucediera algo parecido a lo que estaba fantaseando en ese momento, aún empapada en lágrimas y un poco de sudor de la caminata de tu casa a la mía, me recosté en el sillón mirando al infinito mientras pensaba en mi abandono en el que me encontraba zambullida. Estaba sola, atrapada con mis pensamientos estúpidos, sola, lidiando con el dolor almacenado en mi pobre y roto corazón. Durante todo ese tiempo me había estado metiendo ideas y sueños amorosos que yo sabía nunca se volverían realidad, pero me los intentaba creer siendo tan ingenua, me había convencido de que tal vez sería capaz hacerte amarme de la forma que yo lo hacía.

Después de sufrir por ello algunos minutos y lamentarme por no tenerte, me puse de pie y caminé a la cocina desganada, deseando caer ahí mismo y desvanecerme pero eso nunca sucedió, en cambio terminé mirando por la ventana, vi las nubes que estaban de un tono grisáceo y que me decía que había casi un porcentaje favorable a que lloviera; al ver eso suspiré y me dediqué a poner a calentar agua mientras que le sacaba una foto de una calidad aceptable al cielo con mi móvil. Cuando el agua estuvo lista le puse una bolsita de té y la serví en mi taza favorita, si, esa que tú me habías regalado ya hacía algunos meses; siempre que me invitabas a ver películas a tu casa y al final terminábamos enredándonos entre brazos, piernas, caricias, besos y deseos prohibidos, la llevaba, porque es mi favorita desde ese día, por el simple hecho de que tú me la obsequiaste.

A veces siento que mis recuerdos sobre ti son en su mayoría tristes y de hecho es que es verdad, pero aun así los atesoro porque siempre que peleamos hay la posibilidad de reconciliarnos.

Al haber acabado de preparar mi té fui nuevamente en dirección al sofá sin hacer mucho ruido, dejando solo una estela de vapor que seguía con entusiasmo a la taza con té de Assam que me transmitía un calor delicioso para alegrar al menos un poco mi solitario corazón aunque por desgracia me sentí incluso más sola con eso ahí, el té, la taza, la casa en general me recordaba a ti y el hecho de que no te tenía, no podía tenerte conmigo.

Me duele, presiento que moriré, porque al explorar dentro de mí puedo sentir como cada segundo así, sola, abandonada en un agujero tan oscuro como lo es el amor no correspondido, es mil años de dolor.

Estoy sola pero no es la primera vez, es más, creo que siempre lo he estado aunque claro, en algunos momentos más y en otros un poco menos de lo normal, gracias a ti y a la atención que llegaste a darme en su momento, pero todo eso solo me hace dar vueltas dentro de mis pensamientos, me hace confundir, sin saber su realmente me amarás o si solo es un capricho durante mi soledad el hacerme creer que gracias a ti no lo estaría.

Pero siempre estoy sola. . . Muy sola.

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