s u e l o

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XXII. Suelo.

 Suelo

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El estruendo, el sabor metálico corriendo por mis labios, la sangre, las piernas entumecidas y los constantes quejidos al fondo del todo estaban muy presentes en mi mente; haciéndome compañía y volviéndome loca, creando un ambiente que yo nunca pedí sentir así de cerca; algunos gritos no dejaban de estremecer mi cuerpo y otros más se iban apagando poco a poco, mientras todo lo demás me ensordecía.

Por un buen rato, creí que aguantaría lo suficiente, que podría ayudar a algunas personas; pero no pude, el pánico y el dolor de músculos y huesos tronando se apoderó de mí, y todo se fue a la basura, mis parpados, intentando convencerse de que resistirían la inundación de agua se soltaron y permitieron que las lágrimas que reflejaban el dolor de mi cuerpo salieran como cubetadas repletas; y un corazón deshecho que palpitaba cada segundo más rápido que el anterior.

Quedé ahí, tendida, sin consuelo contra el duro, frío y muy mojado suelo; entre pensamientos y respiraciones profundas implorando por más aire en mis pulmones ansiosos de inhalar aunque fuera un poco, recordé cómo el piso bajo mi cuerpo era testigo de tanto; porque sí, era verdadero.

Cuando era pequeña y muy torpe, a decir verdad; me había raspado tanto el cuerpo contra este, mis rodillas sangraron a su causa, igual que mis manos y en algunas ocasiones, mi por entonces inmaculado rostro.

También presenció todos mis amoríos anteriores al tuyo, que ciertamente no fueron muchos, y ambos ­—porque fueron sólo dos— habían sido figurones, personas sin personalidad propia, que me habían lastimad y humillado, dejándome tirada en el suelo, sin saber qué hacer con mi vida; hasta que llegaste y aun así, un tiempo después, volví al mismo lugar, cuando todo terminó, que no había sido hace mucho, me había sentado en el suelo sin nada que fuera capáz de consolarme, llorando y con un nudo en la garganta, impidiendo mi respiración normalizada.

Incluso, cuando muriera, yo llegaría ahí, a invadir su territorio, me fundiría con él después de un par de años; ciertamente, nunca me habría puesto a pensar en eso si mi vida fuera como la tuya, importante, era la palabra perfecta para describir tu forma de vivir.

El suelo había visto lo mejor y justo ahí y en ese momento, estaba sobre él, en la peor faceta posible.


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