n o m b r e

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XIV.- Nombre

Cuando ya estábamos por cumplir poco más de dos meses siendo una pareja formal me llevaste por primera vez a tu pequeño piso, que era bastante acogedor; cuando fuiste a servir la comida de la cocina me dejaste solo en tu sala, sentado en el sofá l...

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Cuando ya estábamos por cumplir poco más de dos meses siendo una pareja formal me llevaste por primera vez a tu pequeño piso, que era bastante acogedor; cuando fuiste a servir la comida de la cocina me dejaste solo en tu sala, sentado en el sofá largo y de hecho el único que había en el departamento; al estar solo me dediqué a observar los detalles que había en cada lugar, empecé por los lugares más lejanos y terminé mirando la mesita de descanso frente a mí, donde pude ubicar un cuadernillo de un tamaño promedio y adornado con glitter dorado y negro, algunas tiras de tela de los mismos colores y un velcro que lo mantenía cerrado.

Me pareció un objeto interesante y me decidí a tomarlo entre mis manos, acariciarlo y analizar las diferentes texturas que este tenía, pero justo cuando tenía planes de ver su contenido llegaste, dejaste la comida en la mesa tan rápido que no me dio tiempo siquiera de soltar un suspiro y me arrebataste la libreta de entre las garras, estabas completamente llena de nervios y ansias indescriptibles; estabas inclusive temblando un poco y te pusiste roja mientras acomodabas un mechón de tu oscuro cabello, tu piel nunca había estado tan roja hasta ese momento y me sorprendía verte así.

Aquella vez, durante la noche me puse a reflexionar y sentí que había hecho algo mal, porque nunca debería hacer de lado tu privacidad.

Aunque creo que olvidé mi promesa algún tiempo después, porque tuvimos relaciones por primera vez, te habías quedado dormida debido al ajetreo que habíamos sufrido durante la noche, habías caído rendida con cara de ángel y una piel tan suave que me era imposible dejar de acariciar, el verte desnuda, más que ser erótico o sexual era poético, tus curvas, tu cabello, la piel y la tonalidad de esta me parecían perfectos, me hacían pensar en todas las canciones de amor que existieran y en cada novela romántica que con anterioridad había leído.

La simple acción de pensarte así ahora mismo me parece hermoso, cada lunar que yacía en tu cuerpo era una estrella en mi universo, estabas llena de esos, y de pequeñas arruguitas, cicatrices y muchas más marcas que contrastaban demasiado con la naturaleza de tu cuerpo.

Cuando me había resignado a que despertaras esa madrugada de cielo nublado, decidí distraerme en algo más, pero mi celular se había descargado y no quería encender la televisión porque corría el peligro de despertarte de tu sueño, que parecías estar disfrutando; así que me dediqué a mirar por todos lados hasta que lo volví a encontrar, el cuaderno dorado con negro estaba en el buró junto a la cama, me olvidé de todo lo que había pensado sobre tu privacidad y lo abrí, comencé a leer palabra por palabra, analizándolas pacientemente, admirando tu hermosa caligrafía y los pequeños dibujos que hacías en los espacios que quedaban en blanco y parecías ser muy floja para escribir en ellos; las primeras páginas eran lo que yo esperaba, estrés, problemas familiares; y de repente hubo un giro argumental:

"Ingresé a la Universidad" Recuerdo haber sonreído al leer esa pequeña entrada, no estaba del todo seguro de si era como yo lo pensaba, peor te había imaginado sentada en esa misma cama, con un bolígrafo en la mano y escribiendo muy emocionada, temblando y sacudiéndote de la felicidad, era una escena muy digna de ser imaginada, me encantaba la idea de pensar en ti feliz.

Después de algunos minutos pasando páginas que me parecían rutinarias y sin sentido que solo hablaban del estrés que pasabas siendo una nueva universitaria, apareció algo.

Hablando con más precisión apareció alguien.

Le describías como una persona maravillosa, perfecta, alguien que según propias palabras tuyas "Valía la pena" pero cambió después de poco más de dos páginas, había alguien más, un impedimento, una persona que te hacía sentir en el infierno.

Y luego por fin escribiste su nombre, el nombre por el cual proclamabas un amor eterno en tantos párrafos, el nombre de quién estaba haciendo de tu vida algo mucho mejor;

Ese era mi nombre.

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