d e s e s p e r a r

13 2 0
                                    

XVII. DESESPERAR.

Caminé con rabia, mirando al suelo y metiendo mis manos en los bolsillos, sintiéndome pesado, lleno de sentimientos encontrados

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Caminé con rabia, mirando al suelo y metiendo mis manos en los bolsillos, sintiéndome pesado, lleno de sentimientos encontrados. La lluvia me empapaba el cabello y la ropa, sin embargo no tenía frío, en cambio estaba encendido en ira, muy enojado.

No recuerdo el haberme sentido así de enfadado en alguna otra ocasión, mi memoria no me daba para tanto y de hecho yo era una persona muy neutral, no me enojaba, ni me ponía triste, pero en ese momento estaba hecho un manojo de nervios y emociones. No me merecía a un ángel como lo eras tú, era una basura por haberte sentido así de segura, hubo noches que me juré que estarías ahí incluso si te tratase mal, en algún momento supuse que te tenía a mis pies.

Que sentimiento tan raro, sentía una presión insoportable en mi pecho y en mi cuello, extendiendo el dolor hasta mi estómago y dejándome casi sin aire, me sentía sofocado y sin esperanza ¿Acaso ya habías encontrado a alguien más? ¿Así de rápido? Nunca pensé que sería remplazado así, tan pronto; mucho menos por ti.

Subí la escalinata de la facultad hasta llegar a la entrada; miré la puerta de cristal blanquecino e intenté asimilar mi reflejo, observé los detalles, aquellos detalles que tantas veces me habías dicho te encantaban, pero en ese momento de mi vida, no creo que te llenase de júbilo el haberme visto con esos rasgos; me veía acabado; tenía la mirada perdida y apagada, mi piel estaba remojada, ojeras enormes, cabello empapado y desalineado. Mi propio reflejo me daba asco y todo era por una sola razón, tú.

Todo aquello me hacía sentir inútil, un estúpido por haber cometido tantos errores, tantos que ni siquiera puedo contarlos ahora mismo; Tu eres tan capaz de hacerme desesperar y sentirme un imbécil, darme cuenta de mi realidad. La desesperación inundaba mi cuerpo, mi ser se sentía completamente devastado.

Abrí la puerta por la que escurrían gotas de agua fría, resbalaron algunas por mi brazo al hacer contacto con ella, entré al edificio y sentí el golpe de calor, el clima era totalmente diferente al que se encontraba afuera; dentro de la facultad era más cálido y aun siendo así, sentía un vacío enorme y frío en el pecho, como si me hubieran dado un golpe y me hubiesen sacado tanto aire como me era posible inhalar.

Quiero hacer tanto, quisiera hacer tantas cosas, quería matar a ese tipo que se atrevió a llamarte cariño con tanto entusiasmo, quisiera golpearlo hasta que sangrara y aflojarle la mandíbula de un puñetazo para que cerrara la boca y dejara de llamarte así; quería besarte, acariciar tu rostro, brazos y espalda, también tocar tu cabello y acercar mi rostro a tu cuello, respirar de nuevo tu aroma natural.

Quiero dejar de sentirme así, quiero dejar de amarte y dejar de desesperar por culpa tuya, me estoy volviendo loco de la desesperación; por tu belleza, por tu cabello que se balancea de un lado a otro cada vez que caminas, al ritmo de tus pasos, tus caderas bailoteando por ahí, tus bonitas piernas forzando músculos a cada paso que das.

Me gusta tanto tu cuerpo y como solías tratarme aquellos días; pero ahora, en serio que me desesperas.

MINDDonde viven las historias. Descúbrelo ahora