Capítulo 31 ~ 13 ~

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Astrid

Pasaron varias semanas hasta que todo se calmó, le ofrecieron a Michelle quedarse lo que quedaba de curso en Londres, pero decidió volver para terminarlo aquí en Nueva York.

Sídney llevaba bastante bien lo de Dylan, al fin y al cabo algo me dice que le sigue gustando Zack. Pero él sigue siendo el mismo estúpido que jugó con Syd, cosa que Ian aún no sabe. O eso creo.

Eran las dos de la tarde y había quedado con Sídney para ir al centro comercial a comer.

Y media hora más tarde mi morena amiga apareció en mi casa. Sídney es el antónimo de puntualidad.

- ¿Nos vamos? - preguntó mirándose las uñas.

- Llevo esperándote media hora, así que me parece que sí - dije vacilándola.

- Babosadas - murmuró.

Nos acercamos a la parada de bus y nos subimos en el que paraba a dos manzanas del centro comercial.

Eran las tres cuando nos sentamos a comer y las cuatro menos cuarto cuando nos sirvieron la comida. No vuelvo al Fosters Hollywood. Muy lentos.

Fuimos de compras porque Syd decía que necesitaba más sudaderas.

La gente tiene solo un armario de zapatos ¿no? Pues Sídney lo tiene también, pero de sudaderas.

- ¿Esta? - dijo sosteniendo una sudadera rosa.

- Next - dije cansada.

Y así con veinte más.

- Quiero helado - hizo puchero.

- ¿Y a qué estamos esperando?

Cuando llegamos a la heladería más cercana nos sentamos y discutimos sobre quién iría a pedirlos y a recogerlos.

- Piedra, papel, tijera y punto - dije exasperada.

- Cara o cruz, que es más rápido - dijo ella divertida.

- ¿A qué esperas? - dije mirándola fijamente.

La morena sacó una moneda del bolsillo de su chaqueta de cuero y la puso sobre la uña de su dedo pulgar.

- Elige - dijo seca.

- Cara - dije decidida.

- Yo cruz entonces.

Tiró la moneda al aire y esta calló al suelo mostrando el lado de la cara.

- Oh sí - dije haciendo mi baile de la victoria.

- Cállate y dame el dinero - dijo la morena molesta.

Le saqué la lengua y luego le entregué el dinero.

Después de diez minutos Syd no volvía, me giré sobre mi silla, que estaba de espaldas al mostrador, y la vi.

Estaba coqueteando con el chico que servía los helados. Esta chica no tiene remedio.

Negué con la cabeza y cuando me fui a levantar vi que Matt se acercaba, la abrazaba por los hombros y le daba un beso en la mejilla. Mientras, yo estallaba en carcajadas.

Matt, te amo.

El chico del mostrador le miró furioso y luego se retiró. Sídney fulminó con la mirada a Matt y este solo rió.

- Encima que te salvo de ese feo - dice haciéndose el indignado cuando llegan a la mesa.

- Era muy mono - dijo la morena haciendo puchero.

Doblemente ImbécilDonde viven las historias. Descúbrelo ahora