Una tarde común en...

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GOTHAM CITY...

Bruce estaba sentado en el colchón de su celda, era incómodo como pocas cosas que hubiera experimentado anteriormente, todo apestaba y raspaba, era todo lo que se podía esperar de una correccional para menores.

Se podría decir que se sentía solo y el no haber hablado con nadie de aquel apestoso lugar simplemente se lo confirmaba; aun así, aún luego de haber sido golpeado y amenazado por más de uno de sus compañeros, no quería volver a la mansión de la cual era dueño, no quería volver a sentir la mirada desaprobatoria de su mayordomo, aquel quien inocentemente le había enseñado a pelear y a hacer todas aquellas cosas que le ayudarían al menor a hacer... hacer... ¿justicia? No lo sabía, ni le importaba ahora pues ya todo estaba hecho y nadie podía revivir a los muertos.

Bruce volvió su mirada para registrar la celda en la que se encontraba, como si fuera la primera vez que la veía. Le hacía caso omiso al libro abierto entre sus manos en pos de estar siempre en guardia, siempre en la paranoia de encontrarse a alguien en la entrada de su celda con intenciones de hacerle daño.

Estar a la defensiva parecía ser lo único que había por hacer cuando se está en un lugar como aquel.

La idea de que faltaran pocos días para que la escuela diera comienzo se apoderó por un momento de su mente, poniéndole nervioso pues sus compañeros preguntarían cosas al notar la falta de uno de los más reconocidos millonarios de la escuela, agregando el hecho de haber estado su rostro en la portada de los periódicos por casi una semana luego de todo un tributo a los Wayne... Preguntarían muchas cosas, sin duda.

Bruce sacudió la cabeza para librarse de todos esos pensamientos y, en el movimiento, su mirada se clavó en la cama a un lado de la suya.

Apenas un par de días antes había tenido a un compañero de celda, un gran idiota pretencioso unos cinco años mayor que él con delirios de grandeza, su nombre era Willis Todd, alguien prometedor si de ser un gran idiota se trataba; Bruce le odió desde la primera vez que se conocieron, no era necesario ser un gran detective para saber que iba a ser del tipo de padre, novio o lo que fuera que golpearía y abusaría del resto. Bueno, desde hacía algunos días que eso había dejado de importar una vez que se fue en cuanto cumplió su sentencia de dos años.

No era por nada, pero pudiera ser que el menor le hubiese amenazado de muerte si se llegaba a enterar que había abusado de alguien. El mayor podía tomárselo a la ligera por ser el otro "un simple niño" pero la verdad era que asintió un par de veces algo asustado, puede que por la gélida mirada del otro o pudiera ser que haya  sido por la razón por la cual el menor terminó en la correccional.

Todo mundo dentro de la correccional sabía del crimen cometido por uno de los más jóvenes residentes; por ende, todos le creían cuando amenazaba de muerte a alguien.

Bruce sabía que había estado mal hacer aquello, sabía que sus padres estarían decepcionados de él, por no decir lo enojado que Alfred se mostró en cuanto los detectives Bullock y Gordon llegaron a recogerlo a la mansión en cuanto las evidencias de un asesinato en el Callejón del Crimen apuntaron a él.

-Jason Burne, tienes visitas -Dijo un guardia pegando con su macana los barrotes de acero que el prisionero tenía como puerta y sacando al menor de su insimismamiento.

Con tal de ocultar el hecho de que el único heredero de los Wayne era preso en el Centro de Detención Juvenil, le cambiaron el nombre a Jason Burne.

-Nunca me visita nadie -Murmuró Bruce levantando la mirada, intentaba verse amenazador pero la verdad era que a sus ocho años no era capaz de tener el efecto deseado.

Antes del ComienzoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora